TAREA
PARA UNA EPISTEMOLOGÍA DE LA COMPLEJIDAD
POR: Iván Bedoya Madrid (Facultad
de Educación) jbedma@hotmail.com
La
actual era informática en la que tienen tanta vigencia las nuevas tecnologías
de la información con el acceso a través de Internet a las bases de datos de
toda índole ha evidenciado el carácter complejo del conocimiento y de la
problemática teórica en torno a él. Los conocimientos ya no se pueden tomar
como meros datos reunidos en teorías cerradas o sistematizadas a partir de
grandes dogmas o principios generales o universales, sino que están articulados
de tal modo que sus imbricaciones son irracionales o desbordan lo que hasta
ahora se venía teniendo como racional al estilo de un Kant, o un Hegel, por
ejemplo. La articulación se da más bien por problemas que desbordan el sentido
mismo de las teorías, es decir por algún problema metateórico que no estaba
dado de antemano del tal modo que alguien pudiera predeterminar los pasos a
seguir y la teoría como explicación a la que habría que llegar de manera
ineludible. Como se decía desde la Historia de las Ciencias, en una ciencia
nada está dado, todo hay que plantearlo. O sea, una ciencia no es un conjunto
sistemático de contenidos o de conceptos ya estructurados o planteados. Una
ciencia es más bien un contexto teórico y metateórico para plantear nuevos
problemas. Nada está dado para ser recibido, aprendido y repetido en forma
indefinida. Una formación científica es la capacidad para descubrir y sobre
todo saber plantear nuevos problemas. Estas nuevas redes de la comunicación tan
dominantes actualmente han permitido descubrir y hacer evidentes estas nuevas formas
de acceder a los conocimientos. Estos, más que unos contenidos cerrados y
sistematizados que habría que estudiar, esto es, sacar de los libros ubicados
en las bibliotecas públicas o privadas, están constituidos por un conjunto de
acciones en que participan y se comunican muchos sujetos de conocimiento.
(Pensemos lo que representa la Wikipedia: un proyecto enciclopédico elaborado
con la participación de los mismos internautas a nivel mundial).
Más
que una racionalidad para estructurar los conocimientos, se impone el criterio
de la comunicación, es decir,
importan más las ideas cuando son comunicadas en estas redes en que participan
sujetos de los que escasamente se sabe el nombre y de pronto solo una foto
subida desde su oficina o lugar de trabajo que puede ser ya su misma casa. Ya
no es la reflexión como pensamiento centrado en un sujeto cartesiano (cogito)
sino la comunicación como tal la que se impone como garantía de verdad o de
aceptación o criterio de difusión de dichas nuevas “verdades”. Estas se
consideran como tales si han sido difundidas y aceptadas por muchos, ojalá por casi todos los que puedan acceder a
ellas. De ahí la importancia del famoso “me gusta” como garantía de su difusión
y aceptación.
Comunicar
es aquí compartir los conocimientos, (no interesa que sean muchos y no importa
su validez o su verdad) extenderlos como un “reguero” para que cubran cada vez
más receptores pasivos de dichos contenidos recibidos. Los conocimientos se
convierten en “noticias”, datos, que deben ser entregados a los nuevos
receptores o sujetos ávidos de este tipo de contenidos que siempre van a estar
a la espera de lo nuevo que se esté difundiendo para irlo a consumir. Se está
pretendiendo en este proceso comunicativo que dichos contenidos sean apropiados
por muchos individuos en cada vez nuevas redes de sujetos internautas que se
van convirtiendo en redes universales. Así se impone un nuevo sentido de
verdad: lo que es aceptado por todos los que reciben estos supuestos
“conocimientos verdaderos”. Ya que nadie empieza a dudar o siquiera indagar
quién o cómo los han producido y solo es suficiente que venga acompañado, si es
posible, de una imagen como la única garantía de su “verdad”. No hay lugar para
la discusión o reflexión sobre estos contenidos recibidos. Se aceptan y listo:
si se accede a ellos con solo “dar un click” ya es garantía de que ha cumplido
con el objetivo de la difusión y la extensión y así vemos cómo “falsas
verdades” se han convertido en todo y por todo en “verdades” que todos tienden
a aceptar como tales solo por el hecho de que las han leído u obtenido en
Internet y otros así lo han “confirmado”. Un enunciado se considera verdadero
si es aceptado por muchos con tendencia a que sea por todos y esto es
suficiente para tomarlo como verdadero. Así llegamos a la famosa “postverdad”,
o sea, lo que no puede pasar por la prueba de la verdad, o su “comprobación”,
pero como se ha conseguido con otro criterio, hay que aceptarla como tal.
Ahora
bien, una epistemología de la complejidad no es que tenga que partir y aceptar
este estado de cosas sino que tiene que entrar a analizar y cuestionar por qué
se da y cómo se produce entonces esta situación tan compleja en la que se va
imponiendo un nuevo criterio de verdad y una nueva ética: la que es validada
por muchos o por casi todos: como “ellos” lo dijeron y difundieron así debe
ser y así hay que aceptarlo y proceder a
retransmitirlo para quedar “bien” con todos porque estos “todos” (sujetos innominados
o anónimos) así lo han impuesto y difundido. Es la ley de la masa, del rebaño,
como está muy bien expresado en el adagio popular: “para dónde va Vicente, para
donde va la gente”. Estamos siendo
conducidos por los que manejan las redes sociales como el rebaño que va para el
despeñadero. Y se llega así a decir: aquí no hay ética que valga. Lo único
válido es que sea seguido por todos y basta. No hay que preguntar o plantear
nada más. Aquí termina todo para este conocimiento convertido en noticia: sigamos
abriendo páginas o ventanas para ver otros contenidos más “nuevos” que puedan
interesarnos o emocionarnos. Ya no hay ética que valga porque ya no se está
buscando quién o qué determina el procedimiento correcto en este nuevo acceso
al conocimiento que se supone verdadero o que ni siquiera se cuestiona su
estado o carácter de verdad. Simplemente se impone porque así lo han difundido
y ha sido aceptado por todos. Se aceptan estas ideas o contenidos sin tener en
cuenta una ética o una filosofía como garantía
de acceso a lo verdadero.
El
cuestionar este actual estado de cosas en el acceso a los contenidos teóricos
(denominados así porque es en lo que ahora más pensamos) es una de las tareas
asignada a una epistemología de la complejidad