COMO
UN CUENTO
Mientras
afuera se vislumbraba una fría mañana y todo parecía ser solo una experiencia
similar a la que debía sentirse en un camino sin sentido y largo como el
viento, adentro todo parecía indicar que tendríamos una reunión de voracidades
tiernas y de lentas divagaciones. Subí rápidamente las escalas de la casa donde
quedaron de encontrarse ese día las amigas de mi amiga y comprobé lo que
efectivamente había sentido y previsto mientras venía, mientras imaginaba cómo
se entrecruzaban las sensaciones alrededor de los mismos recuerdos de las horas
vividas.
No
sospechaba siquiera que todo lo que se iba a vivir allí ya estaba plenamente
previsto con toda la anterioridad del instante fugaz, de una manera detallada,
como si fuéramos a asistir a una ceremonia ya preparada de antemano y en la que
ya supiéramos el papel que nos tocaría desempeñar en sus más pequeños detalles.
La barandilla a la que me asía mientras subía me recordó toda la época en la
que conocí a mi amiga por primera vez allá en el pueblo. Fue la época de mis
primeras salidas a un mundo civilizado y nuevo para mis sentidos que comenzaban
a despertar mientras me imaginaba muchas idas y subidas como a un alfombrado
natural de juegos que acompañarían a los demás pero no a mí que me sentía
aislado por completo. Pronto, recuerdo ahora, me fui acostumbrando a aquel
ambiente de incomprensión y fastidio. Fue la época de mis primeras salidas al
mundo de los otros.
Cuando
subí y entré a la sala de la casa donde estaban, ví como una de las muchachas
que estaban allí abrió lentamente la boca
mientras las demás la miraban como quien ve un acontecimiento inusitado.
Estaban sentadas alrededor de una mesita. Se rieron porque la que había abierto
la boca era la misma que en sus sueños de esa noche había aparecido con un
aroma indefinible como prestado por todas sus amargas desilusiones. Era curioso
experimentar eso y también a mí me desilusionó mucho ver uno de los temas de mis
sueños traspuesto impunemente a la región de la realidad cotidiana, pero dejé
que las cosas siguieran su marcha para ver hasta donde llegaba esta juntura de
dos niveles tan dispares y enfrentados como los de la realidad y el del sueño.
Ellas siguieron moviéndose de manera natural y no le prestaron demasiada
importancia a lo que para ellas en otra circunstancia hubiera sido ocasión de
expresar todo el fastidio que sentían por la realidad invariable de sus
intenciones.
Las
ví como cuando había acabado de subir y me había sentado esperando poder
descifrar en qué pararía todo aquello o cómo me tratarían porque de ese grupo
de mujeres desesperanzadas y tenues solo conocía a una, la que precisamente era
para mí la ocasión de entrar en ese mundo calmado de la realidad, de la memoria
indescifrable. Se juntaron de pronto para mí las experiencias que como
recuerdos estaban presas en mi interior y las nuevas sensaciones que se
sucedían unas detrás de otras en esos momentos de contacto con un mundo nuevo
de relaciones entre mujeres, mesa, mujer que abría la boca y mundo exterior que
entraba a través de mi presencia en ese mundo dibujado en estos instantes en el
papel que tengo ante mis ojos. Porque ya todo eso pasó y de todo eso solo queda
lo que poco a poco voy redactando como materialización informe de todo lo que
fue un momento en el tiempo, ya ahora sumido en el lugar de los recuerdos
posiblemente para alguna de ellas u olvidado definitivamente todo el tiempo,
para las demás o relegado al mundo de los sueños y de las desilusiones para mí.
Aquella había abierto y ahora continuaba abriendo la boca. ¿Cómo relacionar
este hecho con lo que ahora estábamos haciendo los que allí nos encontrábamos?
Problema de vida o muerte para los hechos que deben ser revividos. Porque
nuestros hechos, como cualquier otro ser o ente del mundo de los hombres,
pueden morir o seguir existiendo merced a ellos mismos o gracias a otros
acontecimientos que les dan razón de ser. ¿Razón profundamente filosófica que
ahora viene a mi memoria o que en ese momento fue el objeto de mi pensamiento
cuando trataba de explicarme de una forma completa todo aquello? No lo sé precisamente. Sólo sé con toda
seguridad que es un problema, que es un hecho que cuestiona todo mi cerebro o
mi mente o el órgano por medio del cual yo solo puedo apresar la realidad que
pasa a mi alrededor o en la que me desenvuelvo como otro más de mis sueños,
cansados de añorar la realidad.
Era
la misma región del vacuo sueño lo que nos mantenía adheridos unos a otros.
Mago misterioso que así nos trata cuando no somos sino juguetes en las manos
del fragor del momento que pasa como un sueño precisamente con todo lo
fastidioso y nefasto porque es algo luminoso por unos instantes en que nos
sentimos manejados como juguetes de papel y como títere de fieltro rifado en un
bazar de colegio y vuelto nada en la primera oportunidad en que se lo intenta
hacer actuar. Porque en el sueño estamos pendientes de lo que esa fuerza
innominada quiera hacer con nosotros como si no tuviéramos voluntad y cómo si
otros dispusieran por completo a su amaño de nosotros.
Así
me sentía cuando me senté en aquella sala que ahora sale desde dentro como del
pasado porque, ¿dónde o cómo existía antes de estar en este momento pasándola a
este papel que dejará de existir, cuando ya se quede guardado encima de la mesa
o en este escritorio en que ahora se está plasmando? Existencia misteriosa y
problemática entonces, la de nuestros intentos de transformar con nuestros
sueños nuestros caprichos. ¿Qué tal que de esta forma nos mantuviéramos siempre
pendientes? No podríamos existir sino como vaguedades, como vagas emanaciones
de un polvo interminable entre nuestros contornos exteriores. Fue después de
que me hube sentado cuando ocurrió lo único que me disgustó y por tanto me
llamó poderosamente la atención porque fue lo que más se grabó en ese instante
de dilapidación del tiempo: porque, ¿qué otra cosa puede ser la presentación y
el estrechar las manos de personas que se han visto por primera vez y un
instante más tarde ya no se volverán a ver nunca más? ¿Quién me puede contestar
ésto sino la misma realidad que allí está siempre presente para devolvernos y
confirmarnos todos los reflejos que se hagan de ella misma o imaginemos
nosotros en nuestras cavernas interiores por donde no deambulan más que
nuestros sueños?
Para
seguir la relación normal de los hechos -objetivo de éste y de cualquier otro
relato de la vida o de los episodios vividos o por vivir de la insaciable vida-
lo que me llamó mucho la atención fue el que una de las que esperaba en el
lugar en que ahora se concentra mi atención estaba abriendo la boca pero de una
forma no acostumbrada por una persona en la categoría de una mujer -ya que la mujer siempre ocupa y ha ocupado una
posición de prestigio en nuestros sueños tal vez porque durante el día estamos en
forma continua en contacto con la realidad plasmada por una civilización
netamente masculina que nos
predetermina- porque cuando así abría la boca me imaginaba estar asistiendo al
único espectáculo que de tal forma transformaba mi noción de la realidad: lo
que significaba estar abriendo la boca una mujer a quien yo no conocía.
Miré
al suelo y encontré solo mis zapatos y la alfombra estropeada. Pero lo que
había visto seguía diciéndome que había visto algo distinto de lo visto todos
los días. Seguí viéndolo en mi interior frío por el contorno. El frío de esa
mañana aún estaba afuera esperando a que lo sintiéramos. Seguía así en esa
misma posición, mientras me iba sentando. Los zapatos y la alfombra estropeada
estaban allí como testigos de mi desconcierto. Una mujer que no conocía antes,
que en ese momento abría la boca, no para bostezar o estornudar o manifestar
algo -ya que estos son los usos cotidianos y habituales que le damos a la boca,
fuera de abrirla para comer o para introducir algo en ella- y no podía esperar
que en un momento no indicado para ello de pronto todo dependiera de la escena
que veía en ese entonces. Estaba
desconcertado porque no esperaba éso. Más bien esperaba que todas ellas
se sentaran y conversáramos un rato mientras se iban o mientras quedaran solas
allí en la sala antes de que me fuera con la única mujer que allí conocía, a
otro lugar o a donde habíamos elegido ir. Pero no esperaba de ningún modo que
una de ellas permaneciera más de lo acostumbrado abriendo la boca de una manera
desacostumbrada. Es increíble, pero ésto fue precisamente lo que hizo que esta
realidad rescatada del fondo de los sueños se mantuviera ahora en el presente,
precisamente por este hecho entremezclado allí con los otros, que lo
confirmaban tan engañosamente. Pero esos hechos se reunían ahora en mi memoria
alcanzados o sostenidos por estar abriendo la boca una mujer a quien yo no
conocía.
Lo
más real, que ahora tenía delante de mí, eran ahora mis zapatos y la alfombra
porque los veía, pero, superpuestos a ellos, estaba la mujer que abría la boca
como signo premonitorio de la relación entre seres que éramos nosotros mientras
seguíamos escondidos en lo más íntimo de nosotros como guardando algún secreto
aún oculto para los demás que estaban como reflejos de los otros y del Otro, la
realidad más desconocida y solo desvelada en nuestros sueños, pero solo por
algunos momentos, porque vuelve a ser invisible en los momentos cotidianos.
Tres
visiones que servían como mi asidero a ese mundo recortado de estas mujeres que
estaban ahí como mi lugar de encuentro con lo Otro, con los otros, oportunidad
de hacer un nuevo contacto y no más, porque allí seguíamos como en un encuentro
casual, esperando que la primera de todas dijera algo para reconocernos como
personas que apenas acababan de ser presentadas, porque ellas tampoco se
conocían todas entre sí. Recuerdo que la tenía más edad era la que figuraba
como la conexión con todos nosotros. Ahora cuando estaba esperando eso, sentí
algo nuevo y me hice consciente del estado en que estaba la silla en que de
pronto me senté como para ocultar de esa forma el desconcierto suscitado por
todo ese cúmulo de hechos aislados, reunidos como por el azar, para recuperar
una realidad y aparecer como una experiencia distinta para cada uno de los que
estábamos allí. Porque cada uno puede decir de diferente manera todo lo que
pasó o sintió allí en medio de la inmensidad de recuerdos y de insatisfacciones
que todos expresábamos indirectamente entre sí como queriéndonos comunicar con
la extensión misma de la incomprensión.
Pero
así seguíamos fríos, solo conscientes, ahora como yo, del contacto de nuestra
parte posterior de nuestros cuerpos con la superficie tersa y abollonada de las
sillas como único escape al hecho nefasto y frío de aquel encuentro tenue y
desdibujado de personas que son extrañas entre sí. Sentía en la piel ahora
mismo lo que era toda la experiencia senil de la extrañeza. No bastó solo la
presentación sino la dilatación de aquel ambiente de tensión en que nos sumimos
presas de nosotros mismos mientras el mismo frío ahora ya interior seguía
siendo testigo de nuestros dardos interiores. Una realidad reunida solo para
nosotros que estábamos pendientes de todo lo que pudiera ocurrir en todos los
instantes sucedidos. No éramos los mismos que cuando entramos porque había
ocurrido algo importante, aunque no valorado por la simple relación temporal de
los hechos, sino por alguna experiencia no temporal sino espacial en que se
reunían todos nuestros recuerdos como disputando su existencia a la
transformación fósil de los tiempos.
Porque
el tiempo solo muestra un solo lado de los hechos: el que tiene de común en su
sucesión temporal como hechos reunidos por el simple pasar de los momentos,
pero la sucesión espacial y aún más, la sucesión de las mismas experiencias que
permanecen, las mismas pero distintas,
para los que las tienen o las sienten como experiencias, hace que los mismos
hechos manifiesten su ser distinto y esporádico, corrompidos solo por el paso
nefasto del tiempo. Por eso podemos recuperar desde el presente la misma individualidad
de los momentos como distintos entre sí, mas los mismos, desde el punto de
vista de que constituyen la misma realidad interior para los que los tuvimos.
Así
podemos ver desde el presente lo que pasó de alguna manera en el pasado, ya sea
como sueño, formando parte de las acciones verdaderas del mundo vivido
realmente por nosotros, como formando parte de él como actores de una comedia
que se repite la misma cada vez que aparecemos en escena como manifestando la
misma inquietud, que algunas veces es, o puede ser, angustia o espera, y otras,
sensación de satisfacción, aunque momentánea, en nuestra contemplación de lo
mismo pero distinto para los otros.
La
alfombra en ese instante deslustrada y hecha tirones ya no parecía una
verdadera alfombra sino una colcha de retazos recogidos en cualquier basurero y
quizás ahora reparada o remendada o cambiada por otra. No he vuelto a saber de
aquella sala ni de aquellas que allí estaban y que sólo, enfocadas ahora por mi
recuerdo, constituyen el medio o el intersticio ciego, inanimado, como esos
crepúsculos de verano que nos revelan no por ellos mismos sino por las
ensoñaciones que hacen posibles en nosotros, todas las insatisfacciones por la
tarea siempre dejada de cumplir y nunca completada del todo y que hace que sin
darnos cuenta miremos hacia el otro lado para ver si encontramos otro
espectáculo no tan doloroso, para nuestros mismos enfoques oscuros de lo cotidiano.
Entre
mi mirar los zapatos que tenía puestos y la alfombra que estos pisaban, que me
parecía muy inferior para el rango y la categoría como se diría, de aquel
barrio, se entremezclaba el inmediato recuerdo de la muchacha que abriendo la
boca constituía la primera sensación o impresión que tuve cuando llegué a
aquella sala, que durante toda esta escena ya larga o alargada por mi
ensimismamiento, había estado conteniendo mi retorno al lugar permanente de mi
pasado, situado o localizado ahora en el lugar concreto del entrecruzamiento de
mis recuerdos con lo que tiene la realidad de confuso y omnipresente al mismo
tiempo. Estos mismos hechos se entrecruzan también ahora en mi mente y pasan
lentamente al papel casi con la misma relación de formas, aunque no temporales
como lo decía hace algunos segundos, sino como relación o sucesión de
acontecimientos transformados por la mirada o la aceptación de quien los tuvo.
Porque si solo fueran acontecimientos y no tuvieran relación con nada más sino
con el espacio temporal que les sirvió de guarida, pues inmediatamente
quedarían recordados cuando los enfocamos objetivamente como distintos unos de
otros, como es el punto de apoyo y la actitud, por ejemplo, del científico o
del que mira con mirada natural, científica, fría, la realidad: ésta es el
conjunto de fenómenos existentes o posibles y no más. La relación que tenga el
individuo que tiene esas diversas experiencias es tan solo accidental para la
esencia o mejor para lo que son en sí mismo tales fenómenos.
Pero
aquí estamos en otro plano completamente distinto donde no es sólo el tiempo el
que singulariza estos hechos o fenómenos que han tenido ocurrencia en un
momento de mi realidad o de mi sueño, o de mi única realidad conformada por las
experiencias que pueda tener de alguna manera, sea en la vida real o en la vida
del sueño, sino el conjunto de relaciones que tienen conmigo: con todo lo que
estaba sintiendo o recordando en el momento mismo en que ocurrían o en que yo
ocurría a través de ellos o lo que estaba pasando entre los que participaban en
esos acontecimientos por infantiles, pequeños, cotidianos que puedan ser y yo
que estaba siendo consciente de que no solo ocurrían sino que también yo
también ocurría a través de ellos.
Por
eso entre mis zapatos, los que me pongo todos los días una vez me he bañado, y
la alfombra, y lo que yo sentía en ese momento de la presencia imprevista de
una muchacha, abriendo la boca también de una forma imprevista, hay todo un haz
de relaciones nunca completamente deshilvanadas o revividas por mí en este
momento o en otro momento cualquiera en que pueda volver a recordarlas o
analizarlas como algo que existió de alguna manera en mi remoto pasado y que
tienen una relación candorosa con el momento actual ya que a partir de ellas
puedo sentir de nuevo todo lo que sentí mientras subía a aquella sala en la que
encontré de pronto todo lo que he narrado de alguna manera ahora en que lo he
ido transfiriendo tal como sale de mi imaginación.
No
es solo el hecho de revivir un instante que ha pasado lo que tiene en sí su
importancia sino todo lo que significó para quien lo experimentó, que depende
del conjunto de sus intereses y afinidades que tenía con la realidad en ese
momento que se van a transparentar a través de los mismos actores de esta
escena que ahora es patrimonio del pasado ya largamente expuesto a ser
olvidado, porque así son los instantes una vez que han sucedido, ya sea en
nuestros sueños o cuando palpamos la realidad.
Es
de la región del olvido de donde surgen todos nuestros recuerdos cuando son
puestos en la mesa de trabajo del obrero que hace la disección del conjunto
oscuro de la memoria. Por eso, con relación a la vida de las reales
sensaciones, los recuerdos, y su vivencia casi onírica, se recubren de un
aspecto especial, como no sobresalientes, como deleznables. ¿A quién importará
la relación ambigua y confusa, vista desde el presente, que tenga el hecho de
que una muchacha haya sido vista por mí en algún momento del decurso de mis
instantes, con los demás hechos de la vida tan distinta para cada uno de los
individuos que llevan a cabo esta misma vida? Pero me pregunto: ¿ésto pudo
tener algún desenlace o fue algo tan peculiar, que aparece así aislado en la
escena del desenvolvimiento de mis hechos sin más acompañamiento? Como estamos
habituados a los conjuntos con sentido, a las obras con principio y fin, cabría
esperar que en este caso, éste también lo tuviera.
Pero
el único desenlace -para dejar las cosas tal como quedan aquí y ahora, y
dejando a la imaginación del lector la posibilidad de seguir tejiendo los
sucesos de su propia vida y los que él conozca de alguna manera por referencia-
o relación con otro u otros hechos de ese pasado en ese mismo nivel de lo real,
puede ser elegido de los que a continuación sucedieron y tienen algún tipo de analogía con el que se
acaba de relatar de una manera que yo llamaría escalonada: desde una de las ventanas de la sala, a la que
precisamente me había dirigido al principio de este relato y donde me ocurrió
lo que aquí ya se sabe con sus respectivos comentarios, pude ver cómo la
persona que yo pensaba visitar una vez que hubiera salido de allí, se dirigía
adoptando una actitud furtiva, tratando de ocultar precisamente lo que estaba
haciendo, a la puerta de mi casa, de donde yo había salido un poco antes.
Pero
ocurrió algo que a mi me pareció curioso y hasta imprevisto porque yo conocía
al dedillo a dicha persona y fue que dudó, en el momento de tomar el pasillo
que conducía directamente a la puerta de mi casa, y tomó otro, el que se
dirigía exactamente a la puerta de la casa de la única persona a quien ya nunca
podría visitar. La de su amiga que había muerto hacía escasamente dos meses. En
este momento es donde en mi memoria toma cuerpo, de una forma concreta, este
aparentemente deshilvanado relato porque la amiga muerta que aquella pretendía
visitar inútilmente, se asomó a la ventana abriendo desmesuradamente la boca en
un impresionante gesto de dolor indemostrable y apabullante, dándole a todo el
contorno que se extendía desde su ventana hasta la mía, desde donde yo la
contemplaba, mudo de espanto y de espera, impresionado por el tremendo frío que
ya me hería hasta los pliegues de la memoria, el ambiente lánguido de las
catacumbas en un invierno de país tropical.
Era
la misma persona que estaba en aquella sala que ahora parecía por esta razón
como un lugar donde se reunían lo siniestro
y lo fantástico. No lograba
explicarme de ninguna manera cómo se habían transmutado todos mis recuerdos en
ese instante hasta tal punto de superponerse unos a otros, y en medio de todos,
surgía un hálito de misterio y como de fantasía que los recubría. Sólo pude
hacer una sola cosa: guardar el más conmovido silencio mientras podía
explicarme algo o mientras intentaba clarificar de algún modo todo lo que había
pasado en la realidad y en mi mente que participaba tan misteriosamente en los
acontecimientos que habían ocurrido de un modo inextricable solo comprensible
para los actores que actuaban en aquel ambiente de fiebre y hastío, porque
nuestra razón siempre se esfuerza por comprender lo oscuro y lo confuso aún en
medio de las mayores incomprensiones y lugares comunes de nuestra existencia
sembrada de tantas cosas incomprensibles.
Lo
que más llamaba mi atención y me obsesionaba era la posibilidad que podía haber
ocurrido y lo único que podría explicar ese aparentemente sin sentido: la de
que se hubieran transgredido las eternas leyes del suceder temporal porque era
como si no se hubiera tenido en cuenta el tiempo para la sucesión de todos
estos hechos unos encima de los otros. Es como si al mismo tiempo, de una
manera incomprensible hubieran ocurrido los siguientes hechos: la muchacha que
abre desmesuradamente la boca, su muerte ocurrida dos meses antes y el asomarse
desde una de las ventanas de la casa de enfrente donde yo la había visto un
instante inmediatamente antes, porque para que se hubiera asomado a la ventana
tenía que haber muerto porque fue esto precisamente lo que más impresionó a mi
amigo que se dirigía a mi casa y en vez de penetrar en ella hubiera dudado y se
hubiera dirigido más bien a donde nunca había ido y donde no tenía nunca por
qué ir.
Entonces
los hechos se relacionaban necesariamente entre sí pero de un modo fantástico,
increíble, como en la región de los sueños o del cuento fantástico donde pueden
ocurrir los hechos más irreales que se pueda imaginar y donde se pueden superar
todas las leyes físicas y temporales del mundo real de todos los días.