sábado, 15 de junio de 2024

 

 

PROPUESTAS PEDAGOGICAS                           

 

Para pensar la integración de los contenidos de la formación pedagógica hay que tener en cuenta que formar es precisamente integrar elementos que se han tomado o considerado como dispersos.  Hasta ahora se ha abordado y considerado el currículo como una yuxtaposición de elementos diferentes que por “razones” heterónomas y heterogéneas, debían juntarse, acumularse, mas no articularse o integrarse.   Hoy se trata de integrar lo que se había tomado como separado, confuso y desarticulado.   En el contexto del positivismo y del cientificismo, se trató de ver la realidad como un conjunto de elementos dispersos, separados, y por consiguiente,  el saber como conjunto de disciplinas independientes, cada una buscando su objeto en forma aislada. La especialización en la investigación científica contribuyó a este aislamiento que se veía como rasgo inherente a la cientificidad.  De ahí la existencia de la universidad como conjunto inconexo de saberes, como institución en la que se pretendía encontrar más razones para aislarse cada uno en su quehacer que en proponer y realizar tareas conjuntas.  Hoy, en un contexto postmoderno se trata de cuestionar el aislamiento de las disciplinas como entidades separadas, definidas o elaboradas como ya dadas o sistematizadas de una vez por todas. 

 

Es desde la epistemología y la historia de las ciencias que se va planteando una forma integradora, antidogmática y reconstructiva de cada saber específico y de todos entre sí.  No es que se trate de encontrar un común denominador más allá de las apariencias individuales en una supuesta esencia o verdad científica que todas las diversas ciencias desarrollarían cada una a su modo. No es volver a la pretendida metodología de la investigación científica para volver a encontrarnos con el positivismo como el perenne paradigma al que tendría que regresar toda ciencia (porque en el fondo se pretendería que cada ciencia fuera la búsqueda de su verdad que estaría oculta tras los fenómenos que estudia, de donde habría que ir a sacarla).

 

Hay que pensar la integración de los diferentes saberes específicos entre sí y con respecto a la pedagogía como su “disciplina fundante”, como el carácter estructural de una entidad formadora de docentes:

 

q      Integración de los diferentes saberes entre sí, para que no aparezcan, o se enseñen como “ruedas sueltas” o asignaturas que se irían yuxtaponiendo.

q      Integración de los diferentes saberes con la pedagogía como la “disciplina fundante” que le daría su pleno sentido a la articulación misma.   El criterio, entonces de la articulación es primero que todo pedagógico: sólo con saberes integrados en un todo orgánico y estructurado es posible lograr la formación humana y teórica –o científica-  que pretende la institución en su conjunto. Además, ni la asignatura sola, ni ésta, contextualizada sólo con la disciplina de la que forma parte o de la que toma sus temas  o problemas como objeto de la enseñanza, pueden garantizar o fundamentar dicha formación, ya que volveríamos al modelo cientificista  -positivista y funcionalista- en el que cada disciplina por separado diseñaría su didáctica como didáctica específica, como sus estrategias de enseñanza.

 

La formación como concepto directriz de la pedagogía, como su eje conceptual, debe ser el criterio que permita estructurar entonces todos los elementos del currículo.  Permitiría abordar una serie de preguntas en este sentido:  cómo, por qué, para qué, qué enseñar.   Sólo así se podría hablar de un “plan de formación” como ejecución concreta del currículo.

 

Otro criterio para pensar y realizar la articulación pedagógica de los elementos curriculares (de los contenidos de un curso determinado, de los temas de una clase, de las asignaturas de un programa o plan de estudios, de los diversos programas ofrecidos por una entidad como la Facultad) es el epistemológico, pero no reducido éste al enfoque disciplinar, es decir, no debe consistir solo en plantear los problemas que presenta cada disciplina en su proceso de constitución como disciplina. (Sobre cómo se ha constituido desde el planteamiento inicial de sus problemas temáticos hasta la producción de sus principales teorías, consideradas éstas como respuestas a aquellos, en contextos histórico-sociales determinados).

 

El criterio epistemológico exige además y ante todo -y aquí articulado con el criterio pedagógico-  que para pretender formar en el campo específico de la disciplina de que se trate, hay que tener una comprensión correcta o acertada de la ciencia o disciplina en la que se pretende formar.  Si ésta se reduce a sus últimos resultados investigados y de éstos se toman únicamente los que tuviesen aplicación tecnológica como los que deben ser enseñados –porque el docente a su vez no ha sido formado en ella, sino solo capacitado o adiestrado, o si cree que por dominar dicha misma ciencia ya tiene resueltos todos los problemas para poder enseñarla, ya sabe cómo impartirla o transmitirla-  en lugar de una formación científica integral, lo que va a conseguir es una deformación, es decir, una reducción de lo que debe ser una auténtica formación a su implementación tecnológica.  Hay que integrar pues, siguiendo este mismo criterio epistemológico del currículo, los diferentes problemas que se pueden o se deben plantear de una disciplina ya constituida, para tener así una comprensión de la disciplina en su conjunto, o sea, una integración sincrónica. Pero también, de los diferentes problemas que han sido planteados desde el proceso de su constitución en tanto disciplina en construcción con un pasado “atravesado por accidentes, crisis y refundiciones”, para poder entender que el “inacabamiento le es esencial”  (Cf.  CANGUILHEM. El objeto de la historia de las ciencias).  Esta sería una integración o articulación diacrónica, porque no podemos aislar una ciencia o disciplina –y por lo mismo, la asignatura que ha sido elaborada o “programada” a partir de aquellas-  de su proceso de constitución  histórica, sobre todo cuando se pretende enseñarla en el contexto de un proyecto pedagógico.

 

Los puntos anteriores se pueden tomar como los supuestos teóricos de la nueva organización de los “programas académicos en educación” que propone el Decreto 272 con los “núcleos del saber pedagógico”.   Con relación a este trabajo en núcleos que ahora se nos propone, se puede plantear lo siguiente:

 

q    Las unidades básicas de cada “programa académico en educación”, como ya no son las asignaturas, son estos núcleos (considerados como bloques, módulos, líneas temáticas, como también ya previamente al Decreto 272 han sido propuestos).  Según ésto entonces, ¿deben desaparecer todas las anteriores asignaturas, se diseñarían otras nuevas con un formato u obedeciendo a un diseño completamente diferente, o se reestructurarían las que ya se tienen, agregándoles otras nuevas según el estado actual de investigación y desarrollo en cada disciplina, alrededor de problemas o temas  básicos definidos desde cada uno de estos nuevos núcleos?   (Ya no se puede, como en las anteriores reformas, proceder simplemente a suprimir algunos cursos o asignaturas y agregar otros nuevos –o darles nombres nuevos, novedosos o más sugestivos, a algunos previos o antiguos que continuarían apareciendo en cada programa).

q    ¿Se debe trabajar con una adhesión completa a la nueva organización que ahora se nos prescribe, o es posible interpretar cómo se puede realizar en el contexto actual de cada institución la nueva organización o integración de asignaturas y áreas?

q    En el Art. 4 del Decr. 272 se definen “los contenidos básicos de cada núcleo del saber pedagógico” que pueden considerarse como los proyectos o líneas de trabajo e investigación a ser adoptados en la estructuración o reestructuración de un nuevo currículo.  Lo que se enuncia en el parágrafo de este mismo artículo 4 se puede interpretar como el carácter transversal y transdisciplinar que debe tener la pedagogía como “disciplina fundante” de los programas académicos en educación (como se lo enuncia en el Art. 2):  “El carácter teórico-práctico connatural a la formación de educadores y al desarrollo de sus actitudes y competencias investigativas estará presente, de manera continua, durante todo el programa”.

 

 

Hay que articular e integrar el currículo desde la transdisciplinariedad de la pedagogía: ésto quiere decir que el concepto de FORMACION atraviese todo el proyecto curricular, es decir, el criterio formativo debe permitir articular las diversas disciplinas en forma integradora. Este es el propósito común que nos debe reunir en una comunidad académica como la Facultad de Educación.  Desde cada disciplina hay que salir a confrontar los otros campos del saber, para descubrir que en nuestro caso concreto, hay que asumir la formación como el eje conceptual que nos debe permitir coordinar entre todos la tarea específica.  Es decir, esta tarea es la que le da el sentido a la interdisciplinariedad, a la institucionalización de sujetos de diferentes disciplinas en dicha tarea común.

 

Sin desconocer la especificidad de cada disciplina, se trata de identificar lo que nos reúne o nos puede seguir articulando en torno a un proyecto común: el proyecto formativo.  Esto implica que los enfoques epistemológico y filosófico no pueden ser considerados como unos componentes más del currículo, añadidos a fortiori, sino, al contrario, como los criterios que nos permitirán realizar el auténtico proyecto transdisciplinar de la pedagogía con las diversas disciplinas que tienen asidero hoy en la Facultad.  Lo pedagógico, paradójicamente, ha estado considerado también como un componente curricular, pero como un elemento adicional, a posteriori, es decir, luego de la formación pretendidamente “científica”, o disciplinar, indispensable, vendría lo referente al  “saber pedagógico” que no se sabría realmente cómo integrar al currículo hasta ahora existente.  Ahora se debe pretender no sólo que atraviese todo el currículo, sino que permita integrar las disciplinas con un auténtico proyecto formativo, de tal modo que cada saber específico o disciplina comprenda su proyecto epistemológico articulado al pedagógico como el esfuerzo o tarea de todos en esta comunidad académica. 

 

Hay que destacar, aunque es reciente en nuestro medio, el enfoque transdisciplinar, frente al hecho tan patente ya de la especialización moderna de los conocimientos, vivida como una inevitable fragmentación de las disciplinas: hay que identificar los isomorfismos entre diferentes saberes, lo que permitiría llegar a la unidad en la diversidad. La transdisciplinariedad sería para nosotros básica en la pedagogía ya que nos debe reunir un propósito común: la formación. La formación del nuevo educador. En torno a este su proyecto formativo, la Facultad debe entonces pensar y reestructurar ahora su currículo. En este sentido tenemos que elaborar nuevos conceptos o ponernos de acuerdo con respecto a los que empleamos para que emerja un verdadero diálogo entre los integrantes de la facultad, provenientes de diferentes saberes.

 

Hay que superar cualquier proyecto hegemónico o hegemonizante, o sistema cerrado de pensamiento o adscribirnos a un determinado sistema filosófico o sicológico, aún esté muy de moda. (Como ha ocurrido en  el pasado o ¿tal vez esté ocurriendo aún en el presente?) Tener ésto en cuenta nos permitiría enfrentar mejor el reto de la elaboración de un nuevo currículo. La reflexión pedagógica debe en este contexto aceptar el reto de pensar y ensayar nuevas formas de enseñar y aprender acordes con las ciencias contemporánteas y plantear las nuevas rupturas epistemológicas que hay que propiciar para proceder a la realización de un auténtico proceso de formación.  El currículo debe ser entonces pensado transdisciplinariamente.  Se debe pues propiciar el surgimiento de una nueva racionalidad que nos oriente a pensar estas actuales condiciones.

 

El nuevo currículo debe ser elaborado y pensado en forma integral: hay que reinterpretar y unificar los diversos aportes que se han dado al interior de cada mesa de trabajo y que han surgido a partir del cuestionamiento de los aportes de cada mesa.  Cada uno, a partir de la cual esté participando, aporta su reflexión  (su interpretación o su punto de vista) de tal modo que se pueda llegar a reunir los criterios comunes  (en los que coincidamos como comunidad académica pedagógica. Con respecto a los puntos en que nos diferenciemos habría que ver cómo se integrarían a la propuesta común)

 

Se trata de responder ante todo a los nuevos rasgos (o perfiles?) exigidos actualmente al educador.  Qué cambios entonces, se deben dar en la Facultad para responder a las nuevas exigencias o retos planteados?  Por ésto es por lo que se puede afirmar que estamos ad portas no de adoptar un nuevo modelo pedagógico más que se nos ofrecería desde fuera, sino enfrentados a la construcción y reestructuración de un nuevo proyecto pedagógico.

 

Cuál es el saber pedagógico que debe responder actualmente a las necesidades actuales de una entidad formadora de educadores?  La pedagogía (como saber crítico y teórico sobre la educación) puede y debe orientar el trabajo académico y teórico en la Facultad, sin que cada programa o cada docente tenga que abandonar su saber específico o doblegarlo ante un saber supuestamente hegemónico, que sería en este caso, la pedagogía.   La pedagogía es la que debe orientar la transdisciplinariedad curricular en el sentido de indicar el quantum de las diversas disciplinas que necesita el futuro docente –o también el educador actualmente para poder responder a las exigencias que una determinada institución pueda hacerle-  y sobre todo la cualitas de los diversos saberes –determinados por el saber específico del programa-: cuánto de matemática debe saber hoy un docente para poder enseñar y cómo –de qué forma- debe haberse formado en dicho saber y cómo se espera que vaya a formar a sus futuros o virtuales alumnos.  Ahora, el problema es cómo determinar ésto con toda o cierta seguridad. Pero también hay que preguntarnos si ésto podrá determinarse o predeterminarse para asegurar el éxito o “eficacia” del futuro docente. ¿Será solo para asegurar éstos últimos?  ¿Qué tanto hay de indeterminable en el currículo?  ¿Hasta qué punto el proyecto formativo, la formación, desborda cualquier sometimiento a un patrón cuantitativo o medicionista o aún de estrategia curricular instrumentalista? 

Considero que en el actual contexto de la discusión pedagógica, los siguientes son los criterios que se deben tener en cuenta al pensar y estructurar las opciones didácticas en una propuesta curricular:

¤   Toda decisión didáctica debe estar apoyada o sustentada en un proyecto pedagógico, pero no en el sentido de que la didáctica sea la práctica y la pedagogía la teoría.

¤   Las opciones didácticas y evaluativas se eligen y concretizan en el contexto del currículo tal como se lo ha ido pensando o estructurando hasta el momento.  Enseñar y evaluar deben proyectarse y realizarse como procesos contextualizados en la concepción integral del currículo que hasta ahora se ha manejado y se ha entendido como la mejor manera de responder a la actual problemática educativa.

¤   En este sentido, no se trata de enseñar datos, teorías tomadas o consideradas como resultados que no se sabe de dónde vienen o a qué procesos responden o cómo han sido elaboradas por “otros”  (los “científicos”).

¤   Enseñar no se reduce a transmitir, impartir conocimientos ya dados, dictar clase (como hasta ahora es a lo que se lo ha limitado).

¤   Enseñar es más bien enseñar a investigar, enseñar a aprender por cuenta propia.

¤   Las didácticas son o corresponden o se deben estructurar para cada disciplina o saber, pero no se desprenden de cada saber, esto es, del dominio de dicho saber.  Para saber enseñar no es suficiente dominar el saber -específico- que se trata de enseñar, como hasta ahora se ha procedido.

¤   Ante todo se debe enseñar a aprender a buscar la verdad (No tanto para capacitar maestros, para que aprendan un oficio o una profesión, con el “objetivo” de “conseguir” profesores bien adiestrados, pero incapaces de pensar) para orientar la formación pedagógica, para participar en la investigación pedagógica, ésto es, en la investigación teórica, filosófica, de la pedagogía como “disciplina fundante”, como ésta debe serlo del “plan de formación”.

¤   Entre las más apropiadas de las modalidades didácticas, hay que relievar el Seminario de investigación como la que en mejor forma permitiría lograr las anteriores tareas curriculares, destacando  de él la práctica racional y crítica de la lectura y la escritura permanentes que implica y propicia.

¤   La didáctica de la disciplina -como el conjunto de las diversas modalidades de enseñanza de dicha disciplina-  exige o implica -en un proceso incesante de investigación y discusión- replanteamiento y construcción constantes porque los problemas, para su puesta en práctica, no como un mero montaje instrumental u operativo, exigen la confrontación epistemológica e interdisciplinaria.

¤   Hay ahora un consenso racional  con respecto a cómo se deben entender tanto la didáctica como la evaluación –y se podría decir también que con respecto a los demás elementos curriculares ya analizados- no en el sentido de que ya los entendamos todos de la misma manera, sin ninguna “discusión” ya, sino que al contrario, hay un acuerdo acerca de cómo no se pueden seguir considerando o “viendo” como hasta ahora, lo mismo que acerca de lo que hay que seguir investigando y pensando -o sea, trabajando- acerca de ellos.

 

 

LA EVALUACION                                                     

 

La evaluación debe ser parte integrante de todo el proceso de formación pedagógica.  Según el concepto de currículo integrado, no debe dirigirse exclusivamente a los conocimientos “aprendidos” por el estudiante en forma o según el criterio cuantitativo, medicionista (para concluir sólo cuánto ha aprendido), sino al contrario, según el criterio cualitativo, para poder, sobre todo, reorientar o pensar cómo está desarrollando u orientando cada profesor su proceso didáctico y, entendida como autoevaluación, para que cada estudiante comprenda qué y cómo está participando en dicho proceso, en su propio proyecto formativo, para que, si él mismo lo entiende así, busque o pida la asesoría o guía necesaria  y si lo considera o juzga, tome los correctivos necesarios, es decir, que pueda replantear su propio proyecto, los problemas de investigación que está afrontando, etc.  O sea, que considere propicio el replanteamiento de lo que está desarrollando en cuando sujeto en formación, autónomo y responsable.  En este sentido, evaluar, auto-evaluar-se, es pensar en forma crítica lo que está haciendo.  Esto implica un replanteamiento de la formación como proceso incesante, inacabado, que trasciende los proyectos o prácticas, es decir, que no se reduce al conjunto de actividades que él como estudiante realiza en la cotidianidad.