HISTORIA Y RELIGION
El hombre, único punto posible de referencia para una
filosofía “desde abajo”, es decir, para la antropología, es el único ser que
hace historia. Desde un punto de
vista bíblico, esa historia humana
adquiere un nuevo sentido: es el hombre religioso
quien la hace: el hombre judío es consciente de lo que en su historia está
sucediendo. El misticismo judío es distinto, por eso, de los misticismos
paganos.
Dios se vale de esa misma historia para realizar su plan de
salvación por medio de la revelación progresiva al pueblo. Esa historia humana
que es asumida por Dios adquiere por ésto una nueva dimensión: se hace sagrada.
Lo profano se sacraliza, o mejor no hay una separación entre lo sacro y lo
profano. El hombre ve que toda la naturaleza (lo mismo que la historia, el
cosmos y las demás “realidades terrenas”) es un signo de los sagrado, que aquí
es Dios, el Dios de Israel.
El hombre bíblico es profundamente judío: su vida toda gira
alrededor de
El desarrollo del diálogo o la historia de la salvación
manifestada primero a un pueblo se hace posible porque el hombre bíblico es
capaz de ver en su historia lineal la realización de algo más profundo: era
consciente, como decían antes, de que su historia era la historia de las
sucesivas manifestaciones de Dios. Pero ésto se hace posible porque el hombre
en sí mismo es capaz de experimentar lo sagrado: como lo expone Schillebeeckx,
el hombre al darse cuenta de su subjetividad encarnada en el mundo, por ésto
está en capacidad de una experiencia de lo trascendente. Creo que ésto es lo
que ocurre en la revelación, en la realización de ese deseo salvífico de Dios
en un pueblo, Israel. (Esta historia no es sino la prehistoria del
Cristianismo: en el NT, lugar histórico de la nueva Alianza, la revelación
encuentra su confirmación y realización. El acontecimiento histórico de Cristo
es el único centro y punto de referencia de toda la historia. Todo se estaba
preparando para esta revelación plena realizada en Cristo).
La teofanía en la naturaleza no se puede tomar como un
naturalismo acerca de la manifestación de Dios, sino el medio para llegar a una
auténtica concepción bíblica del Dios
de la historia. (H. Duméry en este sentido hace una descripción fenomenológica
de
El hombre es el único ser que puede tener una filosofía. Toda
filosofía debe llevar a plantear el problema perenne del hombre. De hecho la
metafísica como lo han afirmado Platón y Aristóteles ha comenzado por el afán
que todo hombre tiene de saber, por la admiración ante una realidad que le
rodea. Pero como se entiende hoy, la antropología filosófica, centrada en una
fenomenología, trata de llegar a la realización de lo que todo hombre busca: el
desciframiento y la interpretación de su existencia (Cf. K. Jaspers.
Philosophie)
Mirada desde otra perspectiva, la antropología filosófica
como lo ha afirmado M. Scheler, ha vuelto sobre el problema del hombre: hoy en
día son muchos los saberes que tenemos sobre el hombre pero paradójicamente, no
se llega a abarcar lo que el hombre es, su esencia, su misma realidad en lo que
en su más profundo ser es. Pero en nuestra época, la metafísica se ha centrado
sobre el hombre, los problemas metafísicos se plantean desde el hombre mismo.
Heidegger trata de llegar a una analítica del ser en y a través del hombre, en
el Dasein. Esbozada una posible
antropología “metafísica” debemos pasar al plano de la trascendencia. (Este
término ha tenido muchas acepciones: trascender,
el algo hacia el que se trasciende por oposición a inmanencia,
etc.) Una antropología trascendental sería la reflexión sobre la manera como el
hombre, a partir de su misma esencia llega a la experiencia ontológica de UN trascendente. El hombre mismo, por
tener ciertos elementos se hace capaz de asir una realidad trashumana, trasmundana.
Esta antropología trascendental no sería una
filosofía sino que sería la misma
filosofía. Esto depende de la perspectiva en que lo miremos, pero anotando que
no es para caer en el perspectivismo orteguiano. En forma clara, la relación
hombre-trascendencia sería el centro
objetivo de la pretendida reflexión. La antropología sería autónoma y no se
tendría que asimilar a una teología. Seguiría siendo fiel al fundamento de toda
antropología: el esclarecimiento del hombre en lo que es a partir de los datos
de una descripción fenomenológica . No es hacer filosofía desde un dato
teológico, sino tratar de fundamentar una reflexión teológica sobre la
filosofía.
H. Dumery estudia al hombre ante Dios, pero no para hacer una antropología trascendental, aunque se podría
creer que sí, pero solo hace una fenomenología de la religión en su forma
institucionalizada,
La revelación es el diálogo entre Dios y el hombre mirado
“desde arriba”, es decir, desde Dios. Es la manifestación misma de Dios que se
revela. De este modo realizada la salvación del hombre. No es sino la actuación
del amor radical de Dios al hombre.
LENGUAJE HUMANO Y PALABRA DE DIOS.
Dios, autor de la escritura, se sirvió de hombres para
concretizar, materializar ese designio salvífico y así éste pudiera adquirir la
dimensión de la temporalidad. Dios habla con lenguaje de hombres para que su
mensaje llegue a los hombres pero sigue conservando el carácter de Dios
invisible, de misterio. La exegésis nos debe llevar a investigar lo que esos
hombres quieren significar en sus escritos y lo que Dios quiere revelar por
medio de esas significaciones naturales de sus palabras. Tenemos pues, que