sábado, 15 de junio de 2024

 

HISTORIA Y RELIGION

El hombre, único punto posible de referencia para una filosofía “desde abajo”, es decir, para la antropología, es el único ser que hace historia. Desde un punto de vista bíblico, esa historia humana adquiere un nuevo sentido: es el hombre religioso quien la hace: el hombre judío es consciente de lo que en su historia está sucediendo. El misticismo judío es distinto, por eso, de los misticismos paganos.

 

Dios se vale de esa misma historia para realizar su plan de salvación por medio de la revelación progresiva al pueblo. Esa historia humana que es asumida por Dios adquiere por ésto una nueva dimensión: se hace sagrada. Lo profano se sacraliza, o mejor no hay una separación entre lo sacro y lo profano. El hombre ve que toda la naturaleza (lo mismo que la historia, el cosmos y las demás “realidades terrenas”) es un signo de los sagrado, que aquí es Dios, el Dios de Israel.

 

El hombre bíblico es profundamente judío: su vida toda gira alrededor de la Alianza: de aquí se desprende que el sentido de su vida sea dado por la respuesta aceptadora o negadora de esta llamada divina. Pero Dios que se revela necesita de la respuesta del hombre. Esto es claro en el plano del encuentro personal, esto es, entre personas. Por qué se llama este hecho o realización del plan de Dios, un encuentro?  Porque es un diálogo interpersonal entre Dios y su pueblo (pueblo aquí entendido como esa comunidad hebrea primitiva escogida por Dios para realizar la revelación de su salvación, es decir, de su amor hacia el hombre)

 

El desarrollo del diálogo o la historia de la salvación manifestada primero a un pueblo se hace posible porque el hombre bíblico es capaz de ver en su historia lineal la realización de algo más profundo: era consciente, como decían antes, de que su historia era la historia de las sucesivas manifestaciones de Dios. Pero ésto se hace posible porque el hombre en sí mismo es capaz de experimentar lo sagrado: como lo expone Schillebeeckx, el hombre al darse cuenta de su subjetividad encarnada en el mundo, por ésto está en capacidad de una experiencia de lo trascendente. Creo que ésto es lo que ocurre en la revelación, en la realización de ese deseo salvífico de Dios en un pueblo, Israel. (Esta historia no es sino la prehistoria del Cristianismo: en el NT, lugar histórico de la nueva Alianza, la revelación encuentra su confirmación y realización. El acontecimiento histórico de Cristo es el único centro y punto de referencia de toda la historia. Todo se estaba preparando para esta revelación plena realizada en Cristo).

 

La teofanía en la naturaleza no se puede tomar como un naturalismo acerca de la manifestación de Dios, sino el medio para llegar a una auténtica concepción bíblica del Dios de la historia. (H. Duméry en este sentido hace una descripción fenomenológica de la Iglesia: la manifestación de Dios en la historia -de un pueblo muy especial, Israel- se concretiza, se institucionaliza en ujna Iglesia en la que se realiza la plenitud de la nueva alianza.)  Schillebeeckx dice tambien que la Iglesia es el sacramento del mundo así como Cristo es el sacramento de Dios. En el NT esa manifestación de Dios a través de la asunción de una historia, se realiza de una manera diferente. Efectivamente, en un contexto neotestamentario hay que tener en cuenta que la salvación se está realización por otras vías pero teniendo en cuenta toda una revelación anterior.

 

El hombre es el único ser que puede tener una filosofía. Toda filosofía debe llevar a plantear el problema perenne del hombre. De hecho la metafísica como lo han afirmado Platón y Aristóteles ha comenzado por el afán que todo hombre tiene de saber, por la admiración ante una realidad que le rodea. Pero como se entiende hoy, la antropología filosófica, centrada en una fenomenología, trata de llegar a la realización de lo que todo hombre busca: el desciframiento y la interpretación de su existencia (Cf. K. Jaspers. Philosophie)

 

Mirada desde otra perspectiva, la antropología filosófica como lo ha afirmado M. Scheler, ha vuelto sobre el problema del hombre: hoy en día son muchos los saberes que tenemos sobre el hombre pero paradójicamente, no se llega a abarcar lo que el hombre es, su esencia, su misma realidad en lo que en su más profundo ser es. Pero en nuestra época, la metafísica se ha centrado sobre el hombre, los problemas metafísicos se plantean desde el hombre mismo. Heidegger trata de llegar a una analítica del ser en y a través del hombre, en el Dasein. Esbozada una posible antropología “metafísica” debemos pasar al plano de la trascendencia. (Este término ha tenido muchas acepciones: trascender, el algo hacia el que se trasciende por oposición a inmanencia, etc.) Una antropología trascendental sería la reflexión sobre la manera como el hombre, a partir de su misma esencia llega a la experiencia ontológica de UN trascendente. El hombre mismo, por tener ciertos elementos se hace capaz de asir una realidad trashumana, trasmundana. Esta antropología trascendental no sería una filosofía sino que sería la misma filosofía. Esto depende de la perspectiva en que lo miremos, pero anotando que no es para caer en el perspectivismo orteguiano. En forma clara, la relación hombre-trascendencia  sería el centro objetivo de la pretendida reflexión. La antropología sería autónoma y no se tendría que asimilar a una teología. Seguiría siendo fiel al fundamento de toda antropología: el esclarecimiento del hombre en lo que es a partir de los datos de una descripción fenomenológica . No es hacer filosofía desde un dato teológico, sino tratar de fundamentar una reflexión teológica sobre la filosofía.

 

H. Dumery estudia al hombre ante Dios, pero no para hacer una  antropología trascendental, aunque se podría creer que sí, pero solo hace una fenomenología de la religión en su forma institucionalizada, la Iglesia, dejando a un lado lo que el creyente pueda encontrar de esencial en ella.

 

La revelación  es el diálogo entre Dios y el hombre mirado “desde arriba”, es decir, desde Dios. Es la manifestación misma de Dios que se revela. De este modo realizada la salvación del hombre. No es sino la actuación del amor radical de Dios al hombre.

 

LENGUAJE HUMANO Y PALABRA DE DIOS.

 

Dios, autor de la escritura, se sirvió de hombres para concretizar, materializar ese designio salvífico y así éste pudiera adquirir la dimensión de la temporalidad. Dios habla con lenguaje de hombres para que su mensaje llegue a los hombres pero sigue conservando el carácter de Dios invisible, de misterio. La exegésis nos debe llevar a investigar lo que esos hombres quieren significar en sus escritos y lo que Dios quiere revelar por medio de esas significaciones naturales de sus palabras. Tenemos pues, que la Revelación adquiere una materialización muy precisa. Dios se sumerge, se zambulle en la realidad humana por medio del acontecimiento de Jesús. Hay que tener en cuenta pues, la totalidad de la escritura, la tradición y la fe, En la escritura, Dios condesciende, toma las palabras humanas y a través de ella revela su salvación.

 

La TRADICION bíblica es con la Escritura el fundamento de la teologia. Es un todo el que lleva la teología como reflexión sobre el Dios que se revela. En la Iglesia se conserva la tradición que está que está conformada por los comentarios y el eco de la exigencia del acontecimiento revelado en Cristo. El Espíritu Santo ayuda a crecer esta tradición hecha por los apóstoles.

 

La INSPIRACION: es la acción realizada por el Espíritu en la consignación de la palabra de Dios en la Biblia. El hagiógrafo obra movido por la inspiración, es posible conservar la concretización de la Revelación. Dios mismo es el autor intelectual que se vale de un lenguaje humano.