jueves, 27 de junio de 2024

 

¿PENSAR PARA APRENDER O PENSAR PARA ENSEÑAR?

Tratando de relacionar el pensar con el aprender y el enseñar, se puede plantear lo siguiente: qué es propiamente pensar, que implica, qué significa, que se debe hacer para poder pensar?  Son una serie de preguntas sobre el acto de pensar que han sido abordadas en la historia por filósofos, sicólogos, pedagogos. Lo que nos interesa considerar es sí se necesita hacer referencia a las diversas teorías desde estos diferentes ámbitos o contextos para entender claramente lo que sea el pensar. No necesitamos recurrir a los diversos autores en estos distintos contextos para entender lo que es el pensar. En el curso de nuestra reflexión sobre elpensar sí se va a hacer referencia a algunos autores que reconocemos han intentado reflexionar y cuestionar el pensar y el reflexionar, pero nos interesa más profundizar lo que entendemos hoy por estas actividades reflexivas, obviamente integrando lo que históricamente se ha podido tomar de cada uno de estos autores (filósofos, sicólogos y educadores).  Por eso cuando enuncio qué entiendo por pensar hoy, estoy exponiendo lo que he ido elaborando teóricamente desde mi lectura y reflexión sobre estos diversos autores clásicos que han ido abordando el tema desde el contexto griego.  No quiere decir esto que voy a hacer una referencia sumatoria o enciclopédica a todos estos diversos autores leídos o tratados, sino que lo que quiero decir es que mi concepto actual de lo que sea el pensar se ha formado o mejor, lo he formado, lo he ido formando con la lectura hermenéutica y crítica. Es decir, mi concepción  actual sobre esta temática o problemática se conforma (forma y transforma) a partir de la comprensión crítica que desde el contexto histórico he ido realizando. Quiero decir con esto que nuestros conceptos (ideas, opiniones,  teorías más o menos tematizadas o desarrolladas) no son datos sueltos o que “estén” en la mente o en el pensamiento y que cuando necesitamos hablar de ellos o hacer referencia a alguno en particular lo extraemos y ponemos ante nosotros como quien saca un objeto de su bolso (actuando como el mago quien va sacando de su sombrero diversos objetos para ilusionar a los espectadores de su función).

En este sentido o en este contexto pensar implica relacionar diversas ideas, opiniones y conceptos. Piensa, por ejemplo, el ama de casa cuando planea, antes de ir de compras al supermercado, qué debe comprar, qué le hace falta según el menú que esté imaginado para sus próximas comidas, con qué presupuesto cuenta, a qué tienda debe dirigirse, etc, etc.  Es decir, este planear una actividad tan cotidiana y que la puede realizar también cualquiera de nosotros, requiere ya de un pensar: imaginar, planear, preguntar a otras personas qué necesitan para traérselo del mercado, etc.   O sea, estamos pensando continuamente en nuestra actividad diaria. Cuando recordamos lo que hemos hecho, por ejemplo, el día anterior y revivimos los encuentros que tuvimos con las diversas personas con las que dialogamos y nos sonreímos interiormente de lo que dijimos o nos dijeron y es como si volviéramos a revivir dichas escenas de nuestra vida anterior. Este  rememorar lo que se ha hecho antes, el día anterior, por ejemplo, es pensar, es tratar de comprender lo que hemos hecho , por qué hemos actuado como lo hicimos, es volver a poner en escena lo que se ha vivido, es un acto recordatorio, es hacer memoria, es activar el plano paradigmático de nuestro quehacer, de nuestra cotidianidad.  Estoy viviendo en dos planos: el lineal, sintagmático, que coincide o corresponde con el decurso del tiempo vivido como eje temporal en una continuidad de instantes o sucesión temporal medido por los relojes como un transcurrir lineal de diversos momentos sucesivos, y el plano paradigmático que es como un  eje transversal que sostiene cada uno de dichos momentos: cuando me detengo y trato de recordar lo que he hecho o dicho un momento antes, ya sea próximo o lejano, estoy intentando reconstruir dicho eje transversal que sostiene lo que voy viviendo.

Se puede decir que es la memoria de nuestra vida. Puedo acceder a esta estructura que sostiene mi presente por medio del pensar. Habría que preguntar si este volver a mi pasado tiene algún sentido o si sirve de alguna forma para formarme mejor. Es el sentido del llamado examen de conciencia o intento de recordación de lo que he hecho, pero que solo lo hago cuando he advertido que he cometido algún error, he olvidado algo o no he sabido conversar o responder a alguien con quien había dialogado previamente.

Formar implica, entonces, este eje transversal que se debe realizar a medida que se avanza en acciones concretas, lineales, sintagmáticas, para lograrlo. Cuando para conseguir o realizar una determinada tarea en el presente voy realizando acciones sintagmáticas, lineales, o sea en la sucesión del tiempo, estas acciones tienen que ir  trascendiendo los momentos del presente e ir construyendo como en un edificio armónico los diversos elementos que van constituyendo la formación. Pero el maestro no puede intentar producir esta formación  en el sujeto, en el alumno que supuestamente la recibiera desde fuera.   El sujeto debe formarse por si mismo a partir de la guía que le brinde el maestro que tiene el saber pedagógico o que sabe, por este saber pedagógico que él mismo en forma responsable, es decir, consciente, ha logrado, que él solo puede guiar  en este proceso formativo que es compromiso en última instancia del sujeto formarse. No puedo yo, como maestro formarlo si este sujeto, persona en formación, no es al mismo tiempo consciente que es él, en última instancia, quien se está formando.  ¿Con la orientación  que el maestro le brinde sí podrá llegar el sujeto en formación a ser consciente, a tomar conciencia que es él quien se está formando, que el maestro solo puede orientarlo a que se pueda formar por sí mismo?

Esta es la pregunta que constantemente se debe plantear un profesor o un maestro que este orientado por un saber pedagógico. ¿Como pretendo que mis sujetos en formación tomen conciencia que son ellos y solo ellos quienes se están formando y que yo en cuanto maestro lo que debo hacer es no interferir dicho proceso formativo?  Sería como una tarea negacionista en el sentido de no intervenir o interferir en dicho proceso formativo que en última instancia  es tarea responsable del sujeto que está en formación. En este punto recordamos o tomamos la propuesta de Rousseau cuando trataba de alejar a Emilio de algún factor como se diría ahora que pudiera afectarlo en su proceso formativo y lo guiaba para que él, Emilio, solo, en contacto con la naturaleza, fuera descubriendo, reduciendo al máximo la influencia de él como maestro y solo guiándole para que el fuera descubriendo lo que otros pretendían obligarlo a que aprendiera o resolviera desde fuera, de los libros o del contenido de un programa de una clase, por ejemplo. Esta propuesta naturalista que fue retomada por la Escuela Activa, de Montessori, Claparede, por ejemplo, se puede contextualizar en el concepto de la educación como un formarse, o sea, la formación como un proceso que se va desarrollando  desde el sujeto mismo en formación sin la influencia negativa de un  medio social que perturbaría lo más positivo de este proceso que debe ser lo más autónomo y auténtico posible, sin ninguna interferencia desde el exterior.  Claro que esta propuesta naturalista en el concepto de formarse puede aparecer muy idealista y utópica en el momento actual cuando alguien considera que seria imposible aislar al sujeto en su proceso formativo de la influencia de un medio circundante, tecnológico y caracterizado por el dominio de las redes sociales, que el sujeto en formación ya se encuentra envuelto en ellas y sería imposible aislarlo o protegerlo de la influencia negativa que le produciría todo este contexto tecnológico.

 

 

sábado, 15 de junio de 2024

 

 

PROPUESTAS PEDAGOGICAS                           

 

Para pensar la integración de los contenidos de la formación pedagógica hay que tener en cuenta que formar es precisamente integrar elementos que se han tomado o considerado como dispersos.  Hasta ahora se ha abordado y considerado el currículo como una yuxtaposición de elementos diferentes que por “razones” heterónomas y heterogéneas, debían juntarse, acumularse, mas no articularse o integrarse.   Hoy se trata de integrar lo que se había tomado como separado, confuso y desarticulado.   En el contexto del positivismo y del cientificismo, se trató de ver la realidad como un conjunto de elementos dispersos, separados, y por consiguiente,  el saber como conjunto de disciplinas independientes, cada una buscando su objeto en forma aislada. La especialización en la investigación científica contribuyó a este aislamiento que se veía como rasgo inherente a la cientificidad.  De ahí la existencia de la universidad como conjunto inconexo de saberes, como institución en la que se pretendía encontrar más razones para aislarse cada uno en su quehacer que en proponer y realizar tareas conjuntas.  Hoy, en un contexto postmoderno se trata de cuestionar el aislamiento de las disciplinas como entidades separadas, definidas o elaboradas como ya dadas o sistematizadas de una vez por todas. 

 

Es desde la epistemología y la historia de las ciencias que se va planteando una forma integradora, antidogmática y reconstructiva de cada saber específico y de todos entre sí.  No es que se trate de encontrar un común denominador más allá de las apariencias individuales en una supuesta esencia o verdad científica que todas las diversas ciencias desarrollarían cada una a su modo. No es volver a la pretendida metodología de la investigación científica para volver a encontrarnos con el positivismo como el perenne paradigma al que tendría que regresar toda ciencia (porque en el fondo se pretendería que cada ciencia fuera la búsqueda de su verdad que estaría oculta tras los fenómenos que estudia, de donde habría que ir a sacarla).

 

Hay que pensar la integración de los diferentes saberes específicos entre sí y con respecto a la pedagogía como su “disciplina fundante”, como el carácter estructural de una entidad formadora de docentes:

 

q      Integración de los diferentes saberes entre sí, para que no aparezcan, o se enseñen como “ruedas sueltas” o asignaturas que se irían yuxtaponiendo.

q      Integración de los diferentes saberes con la pedagogía como la “disciplina fundante” que le daría su pleno sentido a la articulación misma.   El criterio, entonces de la articulación es primero que todo pedagógico: sólo con saberes integrados en un todo orgánico y estructurado es posible lograr la formación humana y teórica –o científica-  que pretende la institución en su conjunto. Además, ni la asignatura sola, ni ésta, contextualizada sólo con la disciplina de la que forma parte o de la que toma sus temas  o problemas como objeto de la enseñanza, pueden garantizar o fundamentar dicha formación, ya que volveríamos al modelo cientificista  -positivista y funcionalista- en el que cada disciplina por separado diseñaría su didáctica como didáctica específica, como sus estrategias de enseñanza.

 

La formación como concepto directriz de la pedagogía, como su eje conceptual, debe ser el criterio que permita estructurar entonces todos los elementos del currículo.  Permitiría abordar una serie de preguntas en este sentido:  cómo, por qué, para qué, qué enseñar.   Sólo así se podría hablar de un “plan de formación” como ejecución concreta del currículo.

 

Otro criterio para pensar y realizar la articulación pedagógica de los elementos curriculares (de los contenidos de un curso determinado, de los temas de una clase, de las asignaturas de un programa o plan de estudios, de los diversos programas ofrecidos por una entidad como la Facultad) es el epistemológico, pero no reducido éste al enfoque disciplinar, es decir, no debe consistir solo en plantear los problemas que presenta cada disciplina en su proceso de constitución como disciplina. (Sobre cómo se ha constituido desde el planteamiento inicial de sus problemas temáticos hasta la producción de sus principales teorías, consideradas éstas como respuestas a aquellos, en contextos histórico-sociales determinados).

 

El criterio epistemológico exige además y ante todo -y aquí articulado con el criterio pedagógico-  que para pretender formar en el campo específico de la disciplina de que se trate, hay que tener una comprensión correcta o acertada de la ciencia o disciplina en la que se pretende formar.  Si ésta se reduce a sus últimos resultados investigados y de éstos se toman únicamente los que tuviesen aplicación tecnológica como los que deben ser enseñados –porque el docente a su vez no ha sido formado en ella, sino solo capacitado o adiestrado, o si cree que por dominar dicha misma ciencia ya tiene resueltos todos los problemas para poder enseñarla, ya sabe cómo impartirla o transmitirla-  en lugar de una formación científica integral, lo que va a conseguir es una deformación, es decir, una reducción de lo que debe ser una auténtica formación a su implementación tecnológica.  Hay que integrar pues, siguiendo este mismo criterio epistemológico del currículo, los diferentes problemas que se pueden o se deben plantear de una disciplina ya constituida, para tener así una comprensión de la disciplina en su conjunto, o sea, una integración sincrónica. Pero también, de los diferentes problemas que han sido planteados desde el proceso de su constitución en tanto disciplina en construcción con un pasado “atravesado por accidentes, crisis y refundiciones”, para poder entender que el “inacabamiento le es esencial”  (Cf.  CANGUILHEM. El objeto de la historia de las ciencias).  Esta sería una integración o articulación diacrónica, porque no podemos aislar una ciencia o disciplina –y por lo mismo, la asignatura que ha sido elaborada o “programada” a partir de aquellas-  de su proceso de constitución  histórica, sobre todo cuando se pretende enseñarla en el contexto de un proyecto pedagógico.

 

Los puntos anteriores se pueden tomar como los supuestos teóricos de la nueva organización de los “programas académicos en educación” que propone el Decreto 272 con los “núcleos del saber pedagógico”.   Con relación a este trabajo en núcleos que ahora se nos propone, se puede plantear lo siguiente:

 

q    Las unidades básicas de cada “programa académico en educación”, como ya no son las asignaturas, son estos núcleos (considerados como bloques, módulos, líneas temáticas, como también ya previamente al Decreto 272 han sido propuestos).  Según ésto entonces, ¿deben desaparecer todas las anteriores asignaturas, se diseñarían otras nuevas con un formato u obedeciendo a un diseño completamente diferente, o se reestructurarían las que ya se tienen, agregándoles otras nuevas según el estado actual de investigación y desarrollo en cada disciplina, alrededor de problemas o temas  básicos definidos desde cada uno de estos nuevos núcleos?   (Ya no se puede, como en las anteriores reformas, proceder simplemente a suprimir algunos cursos o asignaturas y agregar otros nuevos –o darles nombres nuevos, novedosos o más sugestivos, a algunos previos o antiguos que continuarían apareciendo en cada programa).

q    ¿Se debe trabajar con una adhesión completa a la nueva organización que ahora se nos prescribe, o es posible interpretar cómo se puede realizar en el contexto actual de cada institución la nueva organización o integración de asignaturas y áreas?

q    En el Art. 4 del Decr. 272 se definen “los contenidos básicos de cada núcleo del saber pedagógico” que pueden considerarse como los proyectos o líneas de trabajo e investigación a ser adoptados en la estructuración o reestructuración de un nuevo currículo.  Lo que se enuncia en el parágrafo de este mismo artículo 4 se puede interpretar como el carácter transversal y transdisciplinar que debe tener la pedagogía como “disciplina fundante” de los programas académicos en educación (como se lo enuncia en el Art. 2):  “El carácter teórico-práctico connatural a la formación de educadores y al desarrollo de sus actitudes y competencias investigativas estará presente, de manera continua, durante todo el programa”.

 

 

Hay que articular e integrar el currículo desde la transdisciplinariedad de la pedagogía: ésto quiere decir que el concepto de FORMACION atraviese todo el proyecto curricular, es decir, el criterio formativo debe permitir articular las diversas disciplinas en forma integradora. Este es el propósito común que nos debe reunir en una comunidad académica como la Facultad de Educación.  Desde cada disciplina hay que salir a confrontar los otros campos del saber, para descubrir que en nuestro caso concreto, hay que asumir la formación como el eje conceptual que nos debe permitir coordinar entre todos la tarea específica.  Es decir, esta tarea es la que le da el sentido a la interdisciplinariedad, a la institucionalización de sujetos de diferentes disciplinas en dicha tarea común.

 

Sin desconocer la especificidad de cada disciplina, se trata de identificar lo que nos reúne o nos puede seguir articulando en torno a un proyecto común: el proyecto formativo.  Esto implica que los enfoques epistemológico y filosófico no pueden ser considerados como unos componentes más del currículo, añadidos a fortiori, sino, al contrario, como los criterios que nos permitirán realizar el auténtico proyecto transdisciplinar de la pedagogía con las diversas disciplinas que tienen asidero hoy en la Facultad.  Lo pedagógico, paradójicamente, ha estado considerado también como un componente curricular, pero como un elemento adicional, a posteriori, es decir, luego de la formación pretendidamente “científica”, o disciplinar, indispensable, vendría lo referente al  “saber pedagógico” que no se sabría realmente cómo integrar al currículo hasta ahora existente.  Ahora se debe pretender no sólo que atraviese todo el currículo, sino que permita integrar las disciplinas con un auténtico proyecto formativo, de tal modo que cada saber específico o disciplina comprenda su proyecto epistemológico articulado al pedagógico como el esfuerzo o tarea de todos en esta comunidad académica. 

 

Hay que destacar, aunque es reciente en nuestro medio, el enfoque transdisciplinar, frente al hecho tan patente ya de la especialización moderna de los conocimientos, vivida como una inevitable fragmentación de las disciplinas: hay que identificar los isomorfismos entre diferentes saberes, lo que permitiría llegar a la unidad en la diversidad. La transdisciplinariedad sería para nosotros básica en la pedagogía ya que nos debe reunir un propósito común: la formación. La formación del nuevo educador. En torno a este su proyecto formativo, la Facultad debe entonces pensar y reestructurar ahora su currículo. En este sentido tenemos que elaborar nuevos conceptos o ponernos de acuerdo con respecto a los que empleamos para que emerja un verdadero diálogo entre los integrantes de la facultad, provenientes de diferentes saberes.

 

Hay que superar cualquier proyecto hegemónico o hegemonizante, o sistema cerrado de pensamiento o adscribirnos a un determinado sistema filosófico o sicológico, aún esté muy de moda. (Como ha ocurrido en  el pasado o ¿tal vez esté ocurriendo aún en el presente?) Tener ésto en cuenta nos permitiría enfrentar mejor el reto de la elaboración de un nuevo currículo. La reflexión pedagógica debe en este contexto aceptar el reto de pensar y ensayar nuevas formas de enseñar y aprender acordes con las ciencias contemporánteas y plantear las nuevas rupturas epistemológicas que hay que propiciar para proceder a la realización de un auténtico proceso de formación.  El currículo debe ser entonces pensado transdisciplinariamente.  Se debe pues propiciar el surgimiento de una nueva racionalidad que nos oriente a pensar estas actuales condiciones.

 

El nuevo currículo debe ser elaborado y pensado en forma integral: hay que reinterpretar y unificar los diversos aportes que se han dado al interior de cada mesa de trabajo y que han surgido a partir del cuestionamiento de los aportes de cada mesa.  Cada uno, a partir de la cual esté participando, aporta su reflexión  (su interpretación o su punto de vista) de tal modo que se pueda llegar a reunir los criterios comunes  (en los que coincidamos como comunidad académica pedagógica. Con respecto a los puntos en que nos diferenciemos habría que ver cómo se integrarían a la propuesta común)

 

Se trata de responder ante todo a los nuevos rasgos (o perfiles?) exigidos actualmente al educador.  Qué cambios entonces, se deben dar en la Facultad para responder a las nuevas exigencias o retos planteados?  Por ésto es por lo que se puede afirmar que estamos ad portas no de adoptar un nuevo modelo pedagógico más que se nos ofrecería desde fuera, sino enfrentados a la construcción y reestructuración de un nuevo proyecto pedagógico.

 

Cuál es el saber pedagógico que debe responder actualmente a las necesidades actuales de una entidad formadora de educadores?  La pedagogía (como saber crítico y teórico sobre la educación) puede y debe orientar el trabajo académico y teórico en la Facultad, sin que cada programa o cada docente tenga que abandonar su saber específico o doblegarlo ante un saber supuestamente hegemónico, que sería en este caso, la pedagogía.   La pedagogía es la que debe orientar la transdisciplinariedad curricular en el sentido de indicar el quantum de las diversas disciplinas que necesita el futuro docente –o también el educador actualmente para poder responder a las exigencias que una determinada institución pueda hacerle-  y sobre todo la cualitas de los diversos saberes –determinados por el saber específico del programa-: cuánto de matemática debe saber hoy un docente para poder enseñar y cómo –de qué forma- debe haberse formado en dicho saber y cómo se espera que vaya a formar a sus futuros o virtuales alumnos.  Ahora, el problema es cómo determinar ésto con toda o cierta seguridad. Pero también hay que preguntarnos si ésto podrá determinarse o predeterminarse para asegurar el éxito o “eficacia” del futuro docente. ¿Será solo para asegurar éstos últimos?  ¿Qué tanto hay de indeterminable en el currículo?  ¿Hasta qué punto el proyecto formativo, la formación, desborda cualquier sometimiento a un patrón cuantitativo o medicionista o aún de estrategia curricular instrumentalista? 

Considero que en el actual contexto de la discusión pedagógica, los siguientes son los criterios que se deben tener en cuenta al pensar y estructurar las opciones didácticas en una propuesta curricular:

¤   Toda decisión didáctica debe estar apoyada o sustentada en un proyecto pedagógico, pero no en el sentido de que la didáctica sea la práctica y la pedagogía la teoría.

¤   Las opciones didácticas y evaluativas se eligen y concretizan en el contexto del currículo tal como se lo ha ido pensando o estructurando hasta el momento.  Enseñar y evaluar deben proyectarse y realizarse como procesos contextualizados en la concepción integral del currículo que hasta ahora se ha manejado y se ha entendido como la mejor manera de responder a la actual problemática educativa.

¤   En este sentido, no se trata de enseñar datos, teorías tomadas o consideradas como resultados que no se sabe de dónde vienen o a qué procesos responden o cómo han sido elaboradas por “otros”  (los “científicos”).

¤   Enseñar no se reduce a transmitir, impartir conocimientos ya dados, dictar clase (como hasta ahora es a lo que se lo ha limitado).

¤   Enseñar es más bien enseñar a investigar, enseñar a aprender por cuenta propia.

¤   Las didácticas son o corresponden o se deben estructurar para cada disciplina o saber, pero no se desprenden de cada saber, esto es, del dominio de dicho saber.  Para saber enseñar no es suficiente dominar el saber -específico- que se trata de enseñar, como hasta ahora se ha procedido.

¤   Ante todo se debe enseñar a aprender a buscar la verdad (No tanto para capacitar maestros, para que aprendan un oficio o una profesión, con el “objetivo” de “conseguir” profesores bien adiestrados, pero incapaces de pensar) para orientar la formación pedagógica, para participar en la investigación pedagógica, ésto es, en la investigación teórica, filosófica, de la pedagogía como “disciplina fundante”, como ésta debe serlo del “plan de formación”.

¤   Entre las más apropiadas de las modalidades didácticas, hay que relievar el Seminario de investigación como la que en mejor forma permitiría lograr las anteriores tareas curriculares, destacando  de él la práctica racional y crítica de la lectura y la escritura permanentes que implica y propicia.

¤   La didáctica de la disciplina -como el conjunto de las diversas modalidades de enseñanza de dicha disciplina-  exige o implica -en un proceso incesante de investigación y discusión- replanteamiento y construcción constantes porque los problemas, para su puesta en práctica, no como un mero montaje instrumental u operativo, exigen la confrontación epistemológica e interdisciplinaria.

¤   Hay ahora un consenso racional  con respecto a cómo se deben entender tanto la didáctica como la evaluación –y se podría decir también que con respecto a los demás elementos curriculares ya analizados- no en el sentido de que ya los entendamos todos de la misma manera, sin ninguna “discusión” ya, sino que al contrario, hay un acuerdo acerca de cómo no se pueden seguir considerando o “viendo” como hasta ahora, lo mismo que acerca de lo que hay que seguir investigando y pensando -o sea, trabajando- acerca de ellos.

 

 

LA EVALUACION                                                     

 

La evaluación debe ser parte integrante de todo el proceso de formación pedagógica.  Según el concepto de currículo integrado, no debe dirigirse exclusivamente a los conocimientos “aprendidos” por el estudiante en forma o según el criterio cuantitativo, medicionista (para concluir sólo cuánto ha aprendido), sino al contrario, según el criterio cualitativo, para poder, sobre todo, reorientar o pensar cómo está desarrollando u orientando cada profesor su proceso didáctico y, entendida como autoevaluación, para que cada estudiante comprenda qué y cómo está participando en dicho proceso, en su propio proyecto formativo, para que, si él mismo lo entiende así, busque o pida la asesoría o guía necesaria  y si lo considera o juzga, tome los correctivos necesarios, es decir, que pueda replantear su propio proyecto, los problemas de investigación que está afrontando, etc.  O sea, que considere propicio el replanteamiento de lo que está desarrollando en cuando sujeto en formación, autónomo y responsable.  En este sentido, evaluar, auto-evaluar-se, es pensar en forma crítica lo que está haciendo.  Esto implica un replanteamiento de la formación como proceso incesante, inacabado, que trasciende los proyectos o prácticas, es decir, que no se reduce al conjunto de actividades que él como estudiante realiza en la cotidianidad.

 

 

HISTORIA Y RELIGION

El hombre, único punto posible de referencia para una filosofía “desde abajo”, es decir, para la antropología, es el único ser que hace historia. Desde un punto de vista bíblico, esa historia humana adquiere un nuevo sentido: es el hombre religioso quien la hace: el hombre judío es consciente de lo que en su historia está sucediendo. El misticismo judío es distinto, por eso, de los misticismos paganos.

 

Dios se vale de esa misma historia para realizar su plan de salvación por medio de la revelación progresiva al pueblo. Esa historia humana que es asumida por Dios adquiere por ésto una nueva dimensión: se hace sagrada. Lo profano se sacraliza, o mejor no hay una separación entre lo sacro y lo profano. El hombre ve que toda la naturaleza (lo mismo que la historia, el cosmos y las demás “realidades terrenas”) es un signo de los sagrado, que aquí es Dios, el Dios de Israel.

 

El hombre bíblico es profundamente judío: su vida toda gira alrededor de la Alianza: de aquí se desprende que el sentido de su vida sea dado por la respuesta aceptadora o negadora de esta llamada divina. Pero Dios que se revela necesita de la respuesta del hombre. Esto es claro en el plano del encuentro personal, esto es, entre personas. Por qué se llama este hecho o realización del plan de Dios, un encuentro?  Porque es un diálogo interpersonal entre Dios y su pueblo (pueblo aquí entendido como esa comunidad hebrea primitiva escogida por Dios para realizar la revelación de su salvación, es decir, de su amor hacia el hombre)

 

El desarrollo del diálogo o la historia de la salvación manifestada primero a un pueblo se hace posible porque el hombre bíblico es capaz de ver en su historia lineal la realización de algo más profundo: era consciente, como decían antes, de que su historia era la historia de las sucesivas manifestaciones de Dios. Pero ésto se hace posible porque el hombre en sí mismo es capaz de experimentar lo sagrado: como lo expone Schillebeeckx, el hombre al darse cuenta de su subjetividad encarnada en el mundo, por ésto está en capacidad de una experiencia de lo trascendente. Creo que ésto es lo que ocurre en la revelación, en la realización de ese deseo salvífico de Dios en un pueblo, Israel. (Esta historia no es sino la prehistoria del Cristianismo: en el NT, lugar histórico de la nueva Alianza, la revelación encuentra su confirmación y realización. El acontecimiento histórico de Cristo es el único centro y punto de referencia de toda la historia. Todo se estaba preparando para esta revelación plena realizada en Cristo).

 

La teofanía en la naturaleza no se puede tomar como un naturalismo acerca de la manifestación de Dios, sino el medio para llegar a una auténtica concepción bíblica del Dios de la historia. (H. Duméry en este sentido hace una descripción fenomenológica de la Iglesia: la manifestación de Dios en la historia -de un pueblo muy especial, Israel- se concretiza, se institucionaliza en ujna Iglesia en la que se realiza la plenitud de la nueva alianza.)  Schillebeeckx dice tambien que la Iglesia es el sacramento del mundo así como Cristo es el sacramento de Dios. En el NT esa manifestación de Dios a través de la asunción de una historia, se realiza de una manera diferente. Efectivamente, en un contexto neotestamentario hay que tener en cuenta que la salvación se está realización por otras vías pero teniendo en cuenta toda una revelación anterior.

 

El hombre es el único ser que puede tener una filosofía. Toda filosofía debe llevar a plantear el problema perenne del hombre. De hecho la metafísica como lo han afirmado Platón y Aristóteles ha comenzado por el afán que todo hombre tiene de saber, por la admiración ante una realidad que le rodea. Pero como se entiende hoy, la antropología filosófica, centrada en una fenomenología, trata de llegar a la realización de lo que todo hombre busca: el desciframiento y la interpretación de su existencia (Cf. K. Jaspers. Philosophie)

 

Mirada desde otra perspectiva, la antropología filosófica como lo ha afirmado M. Scheler, ha vuelto sobre el problema del hombre: hoy en día son muchos los saberes que tenemos sobre el hombre pero paradójicamente, no se llega a abarcar lo que el hombre es, su esencia, su misma realidad en lo que en su más profundo ser es. Pero en nuestra época, la metafísica se ha centrado sobre el hombre, los problemas metafísicos se plantean desde el hombre mismo. Heidegger trata de llegar a una analítica del ser en y a través del hombre, en el Dasein. Esbozada una posible antropología “metafísica” debemos pasar al plano de la trascendencia. (Este término ha tenido muchas acepciones: trascender, el algo hacia el que se trasciende por oposición a inmanencia, etc.) Una antropología trascendental sería la reflexión sobre la manera como el hombre, a partir de su misma esencia llega a la experiencia ontológica de UN trascendente. El hombre mismo, por tener ciertos elementos se hace capaz de asir una realidad trashumana, trasmundana. Esta antropología trascendental no sería una filosofía sino que sería la misma filosofía. Esto depende de la perspectiva en que lo miremos, pero anotando que no es para caer en el perspectivismo orteguiano. En forma clara, la relación hombre-trascendencia  sería el centro objetivo de la pretendida reflexión. La antropología sería autónoma y no se tendría que asimilar a una teología. Seguiría siendo fiel al fundamento de toda antropología: el esclarecimiento del hombre en lo que es a partir de los datos de una descripción fenomenológica . No es hacer filosofía desde un dato teológico, sino tratar de fundamentar una reflexión teológica sobre la filosofía.

 

H. Dumery estudia al hombre ante Dios, pero no para hacer una  antropología trascendental, aunque se podría creer que sí, pero solo hace una fenomenología de la religión en su forma institucionalizada, la Iglesia, dejando a un lado lo que el creyente pueda encontrar de esencial en ella.

 

La revelación  es el diálogo entre Dios y el hombre mirado “desde arriba”, es decir, desde Dios. Es la manifestación misma de Dios que se revela. De este modo realizada la salvación del hombre. No es sino la actuación del amor radical de Dios al hombre.

 

LENGUAJE HUMANO Y PALABRA DE DIOS.

 

Dios, autor de la escritura, se sirvió de hombres para concretizar, materializar ese designio salvífico y así éste pudiera adquirir la dimensión de la temporalidad. Dios habla con lenguaje de hombres para que su mensaje llegue a los hombres pero sigue conservando el carácter de Dios invisible, de misterio. La exegésis nos debe llevar a investigar lo que esos hombres quieren significar en sus escritos y lo que Dios quiere revelar por medio de esas significaciones naturales de sus palabras. Tenemos pues, que la Revelación adquiere una materialización muy precisa. Dios se sumerge, se zambulle en la realidad humana por medio del acontecimiento de Jesús. Hay que tener en cuenta pues, la totalidad de la escritura, la tradición y la fe, En la escritura, Dios condesciende, toma las palabras humanas y a través de ella revela su salvación.

 

La TRADICION bíblica es con la Escritura el fundamento de la teologia. Es un todo el que lleva la teología como reflexión sobre el Dios que se revela. En la Iglesia se conserva la tradición que está que está conformada por los comentarios y el eco de la exigencia del acontecimiento revelado en Cristo. El Espíritu Santo ayuda a crecer esta tradición hecha por los apóstoles.

 

La INSPIRACION: es la acción realizada por el Espíritu en la consignación de la palabra de Dios en la Biblia. El hagiógrafo obra movido por la inspiración, es posible conservar la concretización de la Revelación. Dios mismo es el autor intelectual que se vale de un lenguaje humano.

 

 

 

 

 

 

 

 

ESCRITOS

 

JUAN

Juan no quería pensar más, estaba tan cansado¡ Sólo deseó estar en lo más íntimo de sí mismo y sentirse transportado hacia algún lugar  “salvaje” para, estando allí, no volverse a ver como era él mismo.  Algunas veces, Juan no veía con buenas intenciones lo que ocurría a su alrededor. Le desagradaba sobremanera el no poder satisfacer algo que anhelaba sólo para sí. Era en esos momentos cuando él  sentía su incapacidad de la que tanto se avergonzaba.

 

Una cosa sobre todo preocupaba mucho a Juan: el no poder disfrutar y emplear totalmente las horas del día que para él pasaban muy veloces. Pero había algo más que éso: él estaba tan lejos de sí mismo y de su ambiente¡  Se podría decir que era un alienado del momento mismo en el cual él estaba llamado a vivir. Su angustia -como él llamaba a este estado suyo-  era a veces  tan real y aparecía tan paradójica que él  creía estar ante un monje de una estatura gigantesca que habría venido a darle el ataque final.

 

El monje misterioso, que veía siempre que se acordaba de su miserable situación, habíase hecho un poco familiar aunque al menos fuera porque Juan ya no experimentaba ante él el mismo pánico que sintió aquella tarde en que lo vió tan real en la penumbra de su funesta y confusa imaginación. Cada vez que entraba dentro de sí mismo, veía aquel sujeto aterradoramente cruel al que fue tomando un cierto cariño porque lo veía tan apegado a él mismo y porque le parecía ver el principio de su posible recuperación. El monje, como él lo llamó desde esta misma tarde, fue haciéndose cada vez  más y más real para él. Era que Juan en cierto sentido le estaba abriendo un lugar en su misteriosa guarida. Primero lo veía como una masa que pendía en un fondo evanescente, no se podría ciertamente decir, si flotando o situado en alguna cosa. Poco a poco, esta espeluznante imagen se fue clarificando y fue adquiriendo en su mente unos contornos más precisos.

 

Habría que advertir que lo que más movió a Juan para seguir en esa morbosa imaginación fue únicamente la curiosidad. Cuando se dió cuenta de lo que se imaginaba empezó a tratar de investigar el por qué de aquello tan misterioso. Ya en los días en que lo conocimos nos dijo que quería entablar un diálogo con ese monje entrometido de su mente. Nos dijo finalmente que terminó viéndolo como un verdadero hombre con el rostro indistinguible, y lo más curioso fue que se le aparecía o se lo imaginaba como saliendo del mar y en la playa surgía con su avasalladora presencia. Pero siempre seguía conservando algo de translúcido y vaporoso.  Un día Juan apareció ante todos nosotros más angustiado que otras veces: se había decidido resueltamente a acabar con dicha imaginación que lo estaba sumiendo en una soledad aterradora…

 

 

PAVOR

Apagué lentamente el foco y me tapé apresuradamente con la cobija. No podía creer aquello: estaba temblando de miedo.  Una sensación de vacío y de frío me llenó por completo. Días después, acordándome de este hecho, pensaba que no había obrado como un hombre en ese momento. Y fue cierto: tenía miedo. Solo  estaba yo en mi pieza, estaba ésta bien cerrada, todos se habían dormido ya.  Trataba de razonar la causa de mi turbación para apartarla  y poder dormir tranquilo, pero el miedo por nada seguía esclavizándome.  Era inaguantable aquella situación.  No me atrevía a moverme: no me había quedado antes más inmóvil que en esta oportunidad. Cualquier sonido producido por el viento o por las tablas de la cama o por algún otro objeto que se ponía en contacto conmigo  me conmovía hasta los huesos.  Me esforcé por conciliar el sueño y así poder disipar mi estado de postración, pero me era prácticamente imposible.  Todo mi ser estaba pendiente de aquellos momentos. A cada momento la ansiedad aumentaba: lo que fue al principio una preocupación baladí, por algo leído justamente antes de acostarme, se transformaba ahora en un estorbo para mi sueño y sobre todo en un círculo vicioso, en que un miedo producido por nada, se convertía ahora en un miedo real: tenía miedo de lo que era, comprendí en ese momento, en medio de la oscuridad densa de mi cuarto y tapado como estaba por la cobija hasta la cabeza, que la vida es lo mejor que tenemos, que vale la pena luchar por conservarla, que es una injusticia no amar a los demás.  Ví claro ésto y muchas otras cosas que no logro descifrar en este momento¡

 

 

ESTE DIA

Un hermoso día es el que ha transcurrido hoy.  Me parece, sin embargo, que es un día más en mi vida, aunque sólo distinto a los demás.  No sé cómo van seguir  las cosas. Sí, hoy ha sido un hermoso día, pero que no he podido disfrutar de manera plena porque me he sentido solo, inmensamente solo con un inmenso vacío que no he podido llenar.  Qué será ésto?  Por más que me agite en el trabajo y por más que me trato de entusiasmar siempre  me sigue faltando algo que siento como esencial.  No sé dónde o cómo encontrar lo que me falta para sentirme satisfecho en lo que estoy haciendo.

 

 

LLUEVE (1)

Llueve afuera impune y tenazmente, mientras dentro seguimos pensando y hablando. He sentido una tentadora sed que no he podido satisfacer como quisiera. Nunca antes había experimentado una sensación similar tan fuerte. Nos movemos por deseos, lo que hacemos es tratar de satisfacer deseos. El hombre se define como un ser deseante.

 

Llueve. Me agrada oír cómo caen tantas gotas de agua y cómo van cubriendo todo el campo de humedad y de frescura. Nada más encantador que respirar gratamente el aire después que ha pasado la lluvia. Todo vuelve a recuperar su calma. Es como si hubiera venido alguien a trastornar por un momento el silencio natural y hubiera venido a traer un no sé qué. La lluvia continúa. En el jardín las hojas se mueven al ritmo del ruido que producen las muchas gotitas de agua.

 

 

LLUEVE  (2)

Comenzó a llover de improviso. Pronto la tarde se llenó de llanto y el cielo se vistió de gris. La lluvia caía pesadamente en el jardín. En éste, parecía que las gotas de agua al caer juguetearan con las hojas y las flores de las matas. Realmente nunca nos había sorprendido antes la lluvia con su sencilla fragancia a tierra húmeda. A pesar de que el chubasco acababa de frustrar los deseos que teníamos de salir, tuvimos, sin embargo, oportunidad de disfrutar por unos momentos de la lluvia que aunque nos moja con frecuencia cuando vamos por la calle, no la hemos disfrutado en su belleza como se deben recibir las cosas serenas cuando nos llegan al corazón. Aquí he comprendido que la naturaleza y las personas influyen en nosotros de muy diversa manera, según como nos situemos frente a la realidad.

 

Mientras pensaba en ésto, viendo cómo las gotas de lluvia daban contra la ventana, advertí que los compañeros que estaban conmigo apenas prestaban atención a lo que ocurría afuera. Yo también hasta me extrañé un poco de que me hubiera fascinado en tal forma la lluvia en ese momento, porque había visto llover muchas veces antes, y ésta era la primera vez que me sentía impresionado de tal modo¡

 

UN SUEÑO.

Bajamos apresuradamente las escaleras. Después pasamos por pasillos muy estrechos que no sabíamos propiamente adónde conducían. Descendimos mucho. No recuerdo muy bien cómo fue todo aquello. Me acerco con nostalgia a estas visiones. Era una carrera para lograr salir de aquel mundo atosigante. Por fin llegamos a una especie de garaje. Allí quitamos unos palos atravesados y abrimos una puerta que parecía no la hubieran abierto durante mucho tiempo. Montamos a un auto y salimos. En lo más profundo de mí mismo llevaba el recuerdo de un ayer cruel y detestable. Creía que podíamos ahora sí, empezar de nuevo. Así nos vimos de pronto pasando por el centro de la gran ciudad que parecía tragarnos por todos lados con su sinnúmero de espejismos. Algunas personas que despreocupadamente deambulaban todavía nos recordaban la ausencia de fundamento en nuestras vidas. Siempre íbamos hacia adelante, en busca de algo nuevo, de pronto de algunas cosas buenas. Siempre mirábamos más allá de nosotros mismos escogiendo tal vez la manera de disfrutar mejor de todo.                                

(Siento una profunda nostalgia hacia ese mundo del sueño que yo creo vivir pero como llevado por cuerdas invisibles hacia soluciones o salidas imprevistas. Siento una gran pena no poder conservar todos los elementos de estos sueños. Se trata de un mundo maravilloso en el que no somos completamente nosotros mismos pero donde se nos revelan los avatares, los enredos y aún los detalles más tenues y triviales de nuestra vida. Esta aparece como un ambiente oscuro y oculto que se va desenvolviendo con nosotros adentro).   

 

 

RECUERDO

Recuerdo que una profesora, a la que yo estimaba mucho, me recriminó delante de todos los compañeros de curso porque, según ella, lo único que yo había hecho durante los años que había pasado en la Facultad había sido copiar descaradamente teorías raras y muy poco difundidas de otros autores y presentarlas como propias. Sentí que ante tal acusación, que no había sido sino la concretización verbal de una sospecha que ella había mantenido desde que nos conocimos, todo adquiría una dimensión nueva para mí, un fulgor raro que antes no había presentido, una faceta distinta que veía que podía aprovechar. Pero por el momento tenía que conservar mi talante y la fama de estudioso entre mis compañeros y así fue como empecé hablando, defendiendo mi punto de vista, haciendo a un lado la acusación que me había hecho y enfrentándome a la vez a ella. Recuerdo que le dije que no se basaba sino en prejuicios y que su hacer filosófico -hay que decir que era de formación orteguiana- se había limitado a darle un estatuto filosófico a dichos prejuicios, que ella consideraba muy válidos e inviolables ya que los veía como asiento y sostenimiento de toda una manera de constituirse la sociedad…

 

 

DEL PASADO VIVIDO

Todos me miraban como a un extraño. No comprendí del todo lo que pasó. Aún veo como a lo lejos aquellos instantes ya distantes. Me parece que no acabé de vivirlos. Fueron instantes muy intensos, de hondo contenido. Pero siento como si no los hubiera vivido por completo. Tenían tanto para nosotros. Eran tan ricos. Quisiera que no pasaran, pero ya se fueron. Como decía, allí estaban todos esperando la partida del avión. Estábamos nerviosos. No era fácil controlarnos. En el cielo se presentía la lluvia. Pronto se cubriría de grises nubarrones. Me parece que ésto contribuía más a la nostalgia de la partida. Fueron instantes largos y a la vez tan cortos¡

 

Trato de recordar todos los detalles de aquella despedida. Tuve una época, cuando ya no trabajaba en la librería, en que estuve tan preocupado por cuestiones económicas que éstas se volvieron afectivas. En esos días simplemente soportaba todo aquello. Lo recibía como una falta de suerte en lo que emprendía. No analicé bien las consecuencias. No fui lo suficientemente precavido. Había fallado. Con estos sentimientos caminaba por las calles casi sin rumbo fijo. Entré casualmente a cine. A la salida ví a dos muchachas que vivían cerca de mi casa. Las había visto varias veces pero no había tenido oportunidad de conversar con ellas. Ahora, algo me motivó a hablarles. No recuerdo muy bien por qué. Así fue como conocí a Pakita y a Belinda.

 

Cuando veníamos a casa conversamos acerca de lo que estaban haciendo en la ciudad. Me parecieron agradables y tiernas. Así entablé una amistad cuando más desorientado me encontraba. Recordé a mis antiguas amigas. Las veía a todas como formando un coro de cantantes que por más que se esforzasen no lograban emitir el menor sonido. Las veía como en medio de sombras. Es cierto, las recordaba con pesar, con cierta resignación triste, como es la que se siente cuando se evoca algún objeto perdido. Ahora era el momento de la alternativa. Pero aún no he escogido. Presiento al contrario, que he sido escogido.

 

En los días que siguieron a aquel encuentro, seguí conversando con ellas. Me enteré con más detalles acerca de lo que estaban haciendo. Supe que eran americanas aunque nacidas en Colombia. Llevaban dos años ya en el país, tiempo que habían empleado en diversas ocupaciones, como auxiliares de turismo, dependientes en almacenes y en viajar. Era increíble todo lo que habían hecho, todo lo que habían conocido. Habían estado en todos los sitios que yo había elegido visitar. Esto me llevó a pensar, cuando después de hablar con ellas, retornaba a casa, en aquellos viajes. Las veía alegres, joviales y encantadoras conociendo todos aquellos lugares.

 

 

AL CAMINAR

Caminé aquella mañana mientras pensaba en todas las experiencias compartidas. Trataba de observar detenidamente  todo lo que encontraba a mi alrededor y que ahora por ir caminando me parecía más palpable. Sólo en pocas oportunidades se puede aspirar de ese modo el tenue vientecillo mañanero. Quería dejarme llevar por mi imaginación por ella. Así notaba cómo junto con las flores la veía a ella, a mi amiga buena y tierna. Me acercaba lentamente a su despedida. Qué amargos se me hicieron esos últimos instantes antes de llegar¡ Presentía todo lo inusitado de una separación. Todavía me parece ver aquel grupo de muchachos que jugaban fútbol. Me llenaron de una honda emoción: quise sentir mi alegría por la vida al máximo. Dos cosas llamaron mi atención: unas vacas que pastaban calmadamente en un verde campo moviéndose de modo pesado y una sencilla fuente de agua que esparcía de pronto gotas fuera de su pila. Cuán tranquilo estaba todo¡

 

Cuando llegué a la puerta ví numerosos turistas y viajeros. Algunos gestionaban los últimos detalles de su viaje, otros esperaban junto a las puertas de salida mientras conversaban con sus amigos. Allí junto a una de aquellas puertas la encontré. Sentí una gran satisfacción y también estupor por todo lo que iba a sobrevenir en pocos minutos.

 

 

 

INSISTENCIA

Percibo fuertemente una concreción de lo angustioso. Casi llego a la desesperación por no medir bien las cosas. Soy un falsificador de ilusiones. Llevo en mí algo que me dice que no me aventure en lo cotidiano vivido por codicia. Lo monetario no es mi medida. Qué profundo destino tan poco querido¡ Pero siempre triunfa lo que es, aunque sea derrumbando muros y dificultades. Por sobre las olas aparece el dominador y el que doblega horizontes. No podemos oponerle escollos a su camino porque lo realiza trazando surcos de antemano y no permite dilaciones. He querido torcer su dirección, pero he sido, misteriosa y ocultamente, conducido de nuevo a la recta mirada del que mira más allá de la elevación observada. Qué profunda desazón se siente cuando se experimenta que ha transcurrido mucho rato para volver a la orientación previamente convenida, para empezar de nuevo aunque queden las heridas de la búsqueda, onerosa e inútil. Pero lo importante es que en una situación así, somos advertidos de lo que no se ha constituido para nosotros. Preveo que a pesar de la contradicción real, como la que existe entre lo oscuro y lo luminoso, cada uno de nosotros, (yo) se define como algo concreto,  es decir, con una ensidad especificada, y que por éso mismo exijo y se me exige una manera determinada de vivir la vida.

 

En una palabra, quiero volver a encontrar lo que se me exige dejando a un lado las ilusiones convertidas en demostraciones de la idiotez. Tengo que ser siempre fiel a lo racional que hay en mí. Lo que deseo ahora es olvidar lo anterior, lo doloroso y lo que fue motivo de inquietud constante. Claro que no pretendo ahora abandonar todo lo que sea preocupación, sino hacer que ésta me conduzca hacia metas más concretas de proceder y de proseguir.

 

 

CAMINATA

Los entrecruzamientos vividos diariamente conforman el presente vivido. Es una concreción previa la que se establece. Conforma nuestro mirar enternecedor.

Mi camino se tornaba igual y gris. Tras la bruma, sólo aparecía una misma preocupación. Era el mismo pensamiento que se había vuelto oscuro. Los pasos crepitaban pero a ratos eran acallados por los gritos de algunos niños que aún jugaban frente a sus casas. De pronto sentí lo que antes había sido motivo casi de miedo para todos. Mientras me concentraba en mis pasos,  a medida que iba aproximándome a la casa, me imaginaba del mismo modo cada vez más vívidamente lo que había hecho poco antes. Una sola idea me preocupaba desde hacía rato. Reviví todo aquello. Sentí que mi recuerdo estaba unido al ritmo de mi caminar en aquel momento. Siempre había pasado por allí, pero con la misma indiferencia diaria. Sólo ahora se me ocurrió reflexionar en todo lo que estaba  haciendo. Me asombré que durante tanto tiempo estuviera haciendo lo mismo, casi sin pensar en ello. “Es increíble”, me dije. Qué pronto se recupera todo con el recuerdo¡  Pero, qué es lo que se recupera con la evocación de lo ya vivido? Sólo la nostalgia, que es lo que queda después de haber vivido algo: la nostalgia de que aquello, por insignificante o importante que haya sido, ya ha pasado y también, la de poder haber hecho lo que se hizo de una manera más adecuada con lo que deseaba y era yo en ese entonces. Esto será lo único que queda? Pasamos por las cosas. Qué más nos queda?

 

 

Me queda la duda de que solo me dejo llevar por los usos acostumbrados en el trabajo diario. He razonado durante la vuelta a casa, mientras observaba el campanario de la iglesia a lo lejos, qué es lo que en verdad permanece. Ansiamos una autenticidad lograda en la constancia y la paz. Tenemos que emprender a diario la lucha tenaz por la apertura. Corremos en pos de la última ventana abierta hacia el campo aún no contemplado de lo cognoscible, de lo no conocido aún. Nos afanamos pero no siempre se nos descubre el enigma porque lo verdadero asusta. Quién ha osado enfrentar lo verdadero? Quién ha decidido arrostrar lo luminoso que debe desafiar  nuestra oscuridad? Quisiera comprender el secreto encantador que nos permitiría comunicarnos con lo real de un modo distinto. Quisiera no distraerme en mi peregrinación. Hay tantas llamadas desde lo inesperado¡

 

LUCIA

Lucía escribía silenciosa en el escritorio. En ese momento traté de recordar todo lo que conversamos hacía unos pocos días. Me parece increíble que lo que recuerdo haya podido haber pasado. Veo unas gotitas que caen sin restañar siquiera el suelo. Cómo se pierden en el suelo seco todavía y se confunden con el polvo¡ Me parece que sienten doblegarse de esa manera, para unirse confundidas con la tierra que las recibe absorbiéndolas. Así veía yo mi tristeza, esta tristeza que no acabo de aceptar. Esta mi tristeza confundida con recuerdos nostálgicos de un pasado tan reciente, que es absorbida también por la multitud. Mientras caminaba recordaba su sonrisa que se perdía en mi evocación borrosa.

 

Me chocaba con los que pasaban presurosos pensando en su tarde conseguida, diseminando también sus penas como gotitas perdidas. Pronto, mientras más caminaba, éstas fueron haciéndose más oprimentes, fueron aumentando. Llegó el momento en que ya no podía, en medio de la multitud que ya corría, soportar debajo de mí las gotitas ya convertidas en gotas que empapaban el piso, ni encima de mí, su contacto áspero, frío, que hacían más torpe mi tristeza. Casi corría ya mientras me acosaban tristes y vagos recuerdos de lo que pasó entre nosotros. Fue una experiencia irreconocible ya que quedó impregnada de pasado y, estancada, ya no permitía ser agarrada por completo. Sólo me dejaba ver lo que me hacía casi gritar de pesar. Pronto ví que el piso estaba ya completamente mojado, hasta fluía la lluvia por los rincones de la acera. Me detuve para no quedar por completo cubierto por aquel chubasco que era ya un montón de goteras que me evocaban experiencias ya pasadas.

 

Observé con detalle cómo iba cada vez más aumentando la lluvia y tocaba ahora todos los tejados. La oscuridad que siguió aumentó mi confusión. Trataba de calmarme, reviviendo los instantes cuando Lucía me hablaba con su tierna y suave voz. La conservaba tan dentro de mí¡ Su figura aún se movía en la escena creada por mi imaginación. Parecía estar modulándome un breve saludo con su dulce sonrisa. Traté de captar todo el contenido de esta visión pero me cegó el dolor. Me sentía demasiado solo sin ella. Nunca antes la lluvia que seguía cayendo en forma continua me había aturdido e impresionado tanto.

 

Cuando llegué a aquel salón que tenía una decoración colonial, me quedé unos instantes recordando su mirada acariciadora. Por las calles mojadas aún, iban algunos transeúntes tras el compromiso de la tarde. Todo se liquidaba para mí con nostalgia. Sentía un nudo en la garganta cuando, al contemplar lo que pasaba afuera, trataba de rememorar la experiencia de mi amistad con Lucía, que ahora solo existía cuando la evocaba en mi mórbida imaginación.

 

A veces revivo tu amor como un bien perdido. Es como si escuchara en mi interior el sonido alargado que producía el tren cuando se acercaba o se alejaba en el pueblo de mi infancia  y se perdía en el horizonte, como en una incesante despedida. La presiento, como viviría la presencia de su amada un enamorado aún no acostumbrado a la luz de la separación. Cuando la percibo en mis preocupaciones es como si hubiera estado conmigo en la noche de los sueños y de las velas amainadas, y se mantuviera entre las ideas vagas como un elemento onírico difícil de sujetar. Me envuelvo en su presencia riente, elocuente y dulcificante para cubrir mi desamparo confuso, aún no acostumbrado a lo amargo de la separación. Al cerrar los ojos logro distinguirla: es como un peñasco que de pronto nos encontramos en el camino y que suscita en nosotros un sobrecogimiento de sorpresa. Ella se ha vuelto a meter en mí como el crepúsculo en el día luminoso.

 

A veces trato de recordar lo que Lucía, admirada, me decía. Pero sólo logro recuperarla en forma tenue y huidiza. (En ésto comprendo por qué no se puede, en la experiencia estética, aplicar el mismo tipo de valoración de lo real como en el proceso de conocimiento. Hay que distinguir los dos campos: en el estético prima la valoración que es de corte subjetivo, en el sentido de que está reconociéndose su valor; en el del conocimiento, una valoración previa ya es sospechosa).

 

Me he recreado en el encanto de Lucía. O mejor, he vuelto a recrearme, a verme en ella. Mi experiencia de lo personal, de mi yo, se hace más incisiva, más monstruosa y más obsesiva. (Creo que en este sentido sería interesante analizar en la vida cotidiana por qué el yo se hace tan obsesivo hasta el punto de hacernos mantener en esta posición ilusionista, tan fuertemente adheridos a lo que se nos escapa a cada instante. Es la experiencia del yo). En el evento de sentir intensamente en la relación amorosa, la dicha de ser correspondido, nuestro yo adquiere un nuevo tipo de verdad. Se hace más modelable, más aparienciable, más impresionable. 

 

EVOCACION

Sentía aún aquella tibia noche como si todavía estuviéramos contemplando la superficie que se movía de manera incesante. Es como si todo aquel mundo ya tristemente olvidado de las Bóvedas no quisiera esconderse del todo de mi memoria. (Reconozco ahora el poder evocador de la imaginación cuando se trata de recrear hermosas o placenteras escenas que han adornado nuestra existencia, aunque en la vida cotidiana nos dediquemos a otras actividades no tan valiosas pero exigidas por la sociedad de consumo actual en la que se exige que los individuos funcionen como fichas o piezas de un mecanismo previamente organizado)

 

Aún me parece estar viendo todo aquel paisaje visto por primera vez con la mirada despreocupada de un estudiante, amante de la vida y de la belleza. Qué tan nítidamente, lo siento ahora, se graban esas imágenes en nuestro interior, ligadas con nuestra manera de ver las cosas. Ahora cuando relaciono esas remembranzas con mi estado anímico actual, comprendo el inmenso valor que tiene lo poético para mí. La poesía es poder ver más de lo cotidiano, leyendo las relaciones ocultas de las cosas. Toda experiencia vivida es poética si se la vive en toda su pasmosa e increíble armonía y sencillez.

 

Es intentar liberarnos de un poder interior que nos hace ver un misterio interior, válido para nosotros en ese preciso momento y solo para nosotros y que después desaparece cuando ha pasado lo que muchos llaman inspiración. (Efectivamente es como una especie de inspiración o transmisión de un espíritu y una capacidad especial de lectura de lo real que, por fuera de este contexto poético, es vivido solo como objeto-para en toda experiencia cotidiana).

 

La poesía más original, más prístina y nítida es la expresada con las más sencillas palabras. Lo importante es tratar de recrear toda la experiencia poética aprovechando el poder evocador y recreador del lenguaje.

 

 

RECORDANDOLA

Se durmió como lo hace un niño, ocultando su carita entre la manta.  La duda aún abarcaba mi mirada. Pronto fue silencio. El silencio es la lenta sucesión de las palabras quietas, es la calma de los sonidos de las palabras. Por eso es incomprensible ya que sólo entendemos lo que oímos con claridad.

 

Se me ocultó. Se perdió de mí ese misterio. Ya no fue misterio sino un no-pensar. El misterio es lo que nos impresiona. Para impresionar tiene que dejarse percibir o notar como tal. Por éso ella dejó de ser misterio desde que se ocultó. Se negó como presencia ante mí. Eligió ser nada para mí. Se me negó. Su ser ya no me impresiona en forma sensible porque ha elegido no hacerse de nuevo presencia. Cuando algo presente se presenta no como una cosa del mismo presente sino con un ser de re-presentación, de nueva presentación, entonces nos presenta algo más de lo mismo siempre presentado y este algo más presentado es lo que nos llama la atención, es lo que nos impresiona y nos ilusiona.

 

Lo que siento es la ocultación dolorosa de algo que ya no se podrá retener: lo que me ilusionaba con respecto a ella. Es todo un mundo que se viene abajo. Fue tan repentino todo aquello. No puedo ni por un instante mirar cómo ha ocurrido la desaparición de lo que me era cotidiano, de lo que me era perceptible y evidenciable. Por éso es por lo que lo misterioso ha desaparecido desde que ya no me sobrecoge ni emociona como lo fue la primera vez.

 

Lo amoroso, en el sentido de todo lo que constituye la experiencia de los que se aman, se compone de ese elemento sobrecogedor que hace posible la ilusión. Me ilusiono porque veo más allá de lo meramente aparente, porque vivo otras relaciones más allá, o al interior de lo que percibo. Imagino un mundo que se nutre del mundo real, que se forma a base de interrelaciones de elementos reales e imaginarios. Es un mundo creado por mí para sostener estos mismos contactos reales, para hacerlos más vívidos, más plenos, o para construir un ambiente donde lo real imperfecto, las deficiencias de construcción de lo real, alcancen su realización completa, pero imaginada.

 

 

DE MI PUEBLO

Caminé largo rato mientras rememoraba todo lo que llenaba mi vida cuando aún estaba allá en mi pueblo. Ese pueblo que de solo recordarlo me llenaba de una paz difícil de transcribir. Veía, mientras miraba mis pasos, cómo en el horizonte todo adquiere un ritmo temporal que va desapareciendo o haciéndose imperceptible mientras más nos vamos alejando del centro elegido. Eran para mí aquellos ratos pasados de juego en juego con mis amigos de entonces, la plena luz de los alegres días. Aún conservo como una imagen aunque borrosa por el transcurso del tiempo, pero tan serena en su belleza como el mismo día que la contemplé, la impresión que me causó toda aquella enorme construcción que ya se perfilaba en el azulado cielo como la nueva iglesia de nuestro pueblo. Miraba todos los diversos aspectos de la edificación que se levantaría en lo que había sido hasta entonces el campo predilecto de nuestros juegos.

 

Me sentía como asistiendo a la representación de un drama en el que cada operario ya sabía por anticipado el papel correspondiente. Los miraba no tanto como un espectador que trata de comprender lo que se está haciendo delante de sus ojos, sino como un capataz atento a cualquier error de realización. Para mí era como un juego en el que no se me permitía entrar porque sus reglas había que aprenderlas y yo estaba acostumbrado a unos juegos que se inventaban, por así decir, sus propias reglas.

 

 

RECUERDO COLOREADO

Ella estaba sentada aún donde hacia unos momentos me había comentado algo acerca de sus inquietudes. Me había puesto de pie hacía algunos instantes y volvía donde ella. No la veía como al principio, desde el primer momento. La veía desde la puerta. Mi memoria la distinguía  entre la gente que estaba también en aquel lugar. Lo que ví en ella primero fue su vestido amarillo: toda su apariencia era de este color: su cabello, su rostro claro. Ví como una impresión de este color, pero luego fue delineándose. Era ella todo mi centro de atención. La recordé a través de aquella impresión coloreada.

 

 

INSTANTANEA

Estoy aquí, en mi pieza, mientras oigo una pieza de Haydn por el pequeño transistor. Mientras la buena música se recrea en el ambiente, yo pienso sobre tantas cosas. Mi pieza es sencilla: una cama con una colcha blanca a un lado junto a la pared, arriba, encima de la cama está fijada a la pared una pequeña cruz blanca hecha con madera de pino. Al otro lado de la pieza hay un pequeño escritorio con unos cuantos libros y cuadernos en desorden. Junto a éste hay un rústico estante con más libros, unos viejos, otros nuevos. En un rincón hay una silla cómoda, muy propicia para leer, por ejemplo, durante las tardes. El cuarto es, pues, sencillo, pero con una noble simplicidad.

 

 

CUMPLEAÑOS

Todos los que estábamos en la sala decidimos festejar a Raúl. Era compañero nuestro en la Facultad y supimos que hoy estaba cumpliendo sus 20 años. Al momento se nos alegró el ambiente, todos estabamos contentos e ideando la mejor forma de hacerle pasar un buen agradable rato. Sabíamos que recibiría ésto con mucho agrado y a la vez él mismo contribuiría a nuestro regocijo. Preparamos todo de la mejor manera. Decidimos que se le cantasen algunas de aquellas canciones que tanto nos gustaban a todos. Se dispuso quiénes cantarían y quienes tocarían los instrumentos. Estando todo preparado, Miguel ideó un magnífico obsequio: tomó una naranja y le insertó 20 fósforos y arregló unas galleticas con mermelada. Esto nos gustó tanto a todos que al punto aplaudimos con fuerza dando gritos de camaradería.

 

Organizamos cómo se iba a realizar el festejo. Estabámos en el piso de abajo y él estaba arriba en la pieza de Tomás terminando un trabajo de investigación. Decidimos que subiríamos en silencio y que antes de entrar, entonaríamos una canción en el momento justo en que abriríamos la puerta entrando todos aplaudiendo y cantando.  Así se hizo y después de que hubimos entrado, todo fue una sola alegría y un único afán: festejar todos sinceramente a Raúl.

Aunque en un primer momento, él y Tomás se sorprendieron mucho, entendieron al instante el motivo de toda aquella algarabía y entraron a participar también de nuestro regocijo. Todos estábamos ya contagiados del sentido de fiesta y francamente alegres. Miguel hizo entrega con mucha ceremonia y parsimonia del obsequio que con todo cariño, por medio de él, le ofrecíamos. Media hora estuvimos allí y después de felicitar a nuestro compañero nos retiramos cada uno a su cuarto.

 

 

CONTEMPLACION

Era una mañana apacible y soleada. Respirábase un leve viento y las hojas de los árboles movíanse lentamente. Todo era paz y tranquilidad. Nada revelaba el angustioso ser íntimo de aquel joven que miraba de manera lánguida desde la ventana en uno de los pisos altos de la edificación. En el ambiente sereno se presumía que tal vez ese sí sería un nuevo día para aquel joven transido de desasosiego e inquietud.

 

Sabía muy bien que tal actitud sólo traería a la larga una serie de problemas cada vez más intrincados. Pero, qué problema sería aquél? El mismo nos lo podría decir todo enseguida, pero en algunas actitudes se podía percibir en forma clara que no atinaba a armonizar y a conciliar los grandes ideales por los que había luchado siempre y las atracciones y solicitaciones de la carne que ahora más que nunca le aferraban a la miserable tierra. Solamente en algunos momentos pasajeros había experimentado aquellos arrebatos e inspiraciones místicas, en los que se sentía como compenetrado y unido con todo el universo. Ahora se esforzaba en conseguir de nuevo dichos sentimientos.

 

Abajo, más allá de la cerca que delimitaba el jardín, había varios hombres trabajando. Tenían la urgencia inmediata de trabajar de modo tenaz como único motivo y finalidad en la vida. No concebían otra cosa distinta a trabajar bien fuerte. Para ellos, la vida ya se había definido como debería ser: una constante búsqueda existencial inconsciente, sin otro fin. Sabían ya cuál debía ser su oficio por quién sabe cuántos años y sin esperanza de progreso, ya que eran únicamente peones de los propietarios, éstos sí con todo el derecho a progresar de manera admirable.  Aquí el ambiente no parecía tan tranquilo y sosegado como parecía desde allá arriba. Aunque el aire conservaba su pureza y diafanidad y la vegetación parecía sonreír cuando sobre ella se reflejaban los rayos del sol, por estar húmedas todavía por el rocío las hojas de la hierba y de las plantas, sin embargo había algo que armonizaba con la penosa existencia de aquellos laboriosos jornaleros. Lo más probable era que no percibían aquel encanto que traía un nuevo día y que hacía que todo pareciera distinto y con una nueva luminosidad. Estaban acostumbrados ya en largos años de dura labor a no percibir la belleza de las cosas, ya que no les producía ningún interés ni representaba ningún valor para ellos.

 

 

DESPERTAR

Ese día despertaron todos muy temprano en el momento de tocar la campana. Pronto todo adquirió una  alegre animación. El amanecer de un nuevo día siempre pone en el más hosco una nota de candorosa alegría. Se despierta uno con la mente despejada y clara, lista para trabajar. Se admira uno ante el paisaje lleno de ensueño y de candor como es el que se divisa en una mañana de verano.

 

Yo también desperté relajado y descansado. Sabía que estábamos en una tranquila casa de campo, así que por lo pronto no habría ninguna agitación como solía ocurrir en la ciudad cuando nos apresurábamos para llegar a tiempo a la primera clase de la mañana. Me asomé a la ventana. Recordé vagamente todo lo que había hecho el día anterior: lo mismo que todos los días, sin ninguna trascendencia. Elaboré ligeramente un plan de lo que tenía que hacer. Desde la ventana se veía una gran vegetación: altos guaduales, palmeras meciéndose ligeramente, pomos en plena florescencia… Todo me hacía recordar experiencias pasadas. Más allá de los guaduales veíase la ladera muy pronunciada de una montaña. Aquí y allá unos cuantos arbustos y unas piedras negras muy grandes completaban el paisaje. Todo tenía un aire de fertilidad y de optimismo.

 

En la casa pronto se escucharon los cantos del uno, ya los gritos del otro, mientras Emilia se afanaba en prepararnos el desayuno. Cuando ya estuvimos listos rezamos unos instantes y después tomamos la primera comida del día. Eramos seis por todos. Teníamos muchos deseos de conocer toda la finca y de observar las labores matutinas que en breve se iniciarían. La finca producía básicamente leche y panela. A primera hora se solían ordeñar las vacas. Todas estaban en el corral. Se respiraba en todo, un gran ambiente pastoril y olor a musgo mojado. Una gran animación nos contagió.

 

A la derecha de la casa estaban los corrales que solo se utilizaban por la mañana al ordeñar y ocasionalmente cuando se iba a sacar el ganado para su transporte. Había abundancia de árboles frutales alrededor de la casa. A lo lejos también se veían más árboles y una floreciente vegetación. Había más allá otras casas alrededor. La carretera pasaba abajo, monótona y triste…

 

 

DE LA INFANCIA

Soplo, pito y grito. Pero tu voz trina por doquier. Doblaste por aquella esquina de arbustos y tu ausencia se me convirtió en maleza que me dibujaba tu semblante.  Esperaba verte en la otra orilla del camino, pero cuando creía ver tu camisa de seda verde aparecer tras el matorral, entonces fue cuando te ví corriendo detrás de Esteban. Miré bien pero te veía a lo lejos. Palpaba tu lejanía que se cubría de risas y de palabras y de gritos. Parecías como en aquella carrera loca que casi no acababa y nos derrumbó sobre nosotros y nos tiró sobre su hierba y nos embebió en su atardecer.

 

Pero seguiste. Qué buscabas al correr tras nuestro horizonte? Nunca lo sabré pero parecías tocar tu infinito, tu afán convertido en néctar de ese del que nos hablaban en aquellos cuentos de hadas, recuerdas? Corriste. Caminaste. Te detuviste. Eras para mí silueta evanescente cortada en el azul tierno del lento irse de la tarde. Eras mi punto de entrada en tí. Eras mi contacto con ese nacarado tinte de lucidez. Parecías guirnalda de diciembre colgada del marco de mi puerta. Te decidiste a volver a mirar el resto de tarde que habías dejado ociosa en ese instante tan penosamente lento como mi espera por tí. Qué viste? Todo como cubierto de algas enhebradas en tus ampliaciones de realidad. Déjame verte como entonces te miré. Se me hinchó el aliento como se llenó de aire aquel globo de colores que, loca de alegría, lanzaste hacia tu cielo prestado de hojas y de ramas. Todo alrededor de tí era rojo, colorado. Pero un marco como de oscura niebla te ocultaba a las  miradas de los otros. Veía tu cuerpo estremecerse al saltar por el horizonte entrecortando tu presencia que me obnubilaba. Eras mi negro afán lleno de resplandor porque ardías a tu alrededor con alas de mil mariposas que danzaban la cuenta de los rayos oblicuos, crepusculares y tenues de aquel amigo sol que nos amamantó de nostalgia.

 

Pero, aunque ha oscurecido una cuarta parte de lo que un instante antes estaba todo, aún veo tu mirada. Tus pasos de vuelta se aproximan como se acerca la tarde, derrochadora de luz caliginosa y tibia y arborescente, a la noche que la espera para estrecharla y convertirla en oscura y calmada alucinación donde las luciérnagas celestean meciéndose en su vaivén etéreo y trashumante de efímeras torrecillas de viento y gris.

 

Corrí, caí y quedé convertido en espera anhelante de mi afán huidizo pero firme en su embelesado oir, ver y palpar. No era yo quien te esperaba. Era todo lo que no era que se iba tras tu búsqueda de próximas candelas, truncas de melifluas voces, de ajenos despertares, en desiertos nichos de otras iglesias con cortos, ondulantes y leves cobertores de nitidez, negrura y noche. Era mi yo que se había adherido a tu pestañear torvo por las voces anhelosas de tu rimar aquejado de sentimentales trinos, suscitados por fantásticos embates de los truenos de los que nos gritaban y miraban desde abajo. Ya no gritaban sino que oían que nuestro silencio los acogía como a los que nos despertaron de mirar soñando. Me desperté presagiando tu contacto evanescente como siempre ha sido el mediodía de nuestro estrechar los deseos, dejados sueltos para una continua huida de turbado cuidado.

 

Ya aparecías más nítida en tu pálido y virginal vestido de verde avinagrado, a través de mis luchas de tenues ilusiones que se espantaron al contemplarte llena del crepúsculo que te cedió, más que a mí, sus arrobadores arreboles de pesado aire melifluo que se colaba ya por nuestra ventana.

 

Quitaste más de un cerrojo en mi huida suspicaz por el atosigamiento de mi imaginación metida en tí y alejada de su nocturno y sesudo vuelo de musical azar de coplas azuladas. Te abriste con tu nueva canción a la armonía de lo que anhelaba por tu contemplación pero aún no vertida en la redondez rotunda de la palabra que me arrojó emocionado por un suspiro más ensoñador que meticuloso, por la atmósfera siempre tenue de su evanescente ritmo, de no más llorar para reír ahora, porque ya estamos en este despertar que nos empaña y nos inunda con un desabrido colector de ruidos fantasmagóricos de tiernas aves, coloreadas de mil adioses que no volverán a revolotear encima de un tejado de quietas nubes y negras sombras, de árboles que suben al cielo escalonados en varias copas y escarpadas ramas.

 

Desvarío en mi oscuro laberinto de solo yo-con-mis-trucos de ensanchamiento visual de lo que me oculta aún tu presencia que más que acariciadora es renovadora de mi alegría, de no poder más, yo solo, orientar ese despertar vacío de día y lleno aún de mi noche trasnochadora que oscurece hasta lo que toca de no poder sino despedirse por boca de un no sé qué, que siempre festeja hasta los  minutos más serenos de una hora acabada en libar las flores que nos ofrecieron como abejas que aún quedaron en las sombras, pero más que dicha son oscuridades o alondras nocturnales que cantaban la canción que iluminaba la voz de aquel cantor frente al farol, la vez aquella que permanecimos más de la cuenta correteando por las esquinas de un pueblo que nos llena ahora de recuerdos, que más que pesares nos trae dicha, porque, aunque ya no fue más, ni será constitutivo de ningún solaz y tal vez solar para otros pisos, sin embargo es para nosotros todo el resplandor de lo que aún siendo el amanecer, brilló con una luz tan especial, que todos creyeron que hasta ahí había llegado,  pero vimos que era una falsa alarma porque al instante se escondió para los otros que no habían llegado con sus pisadas de olvido y cubiertos con sus nostalgias como lagrimones de lámparas de templo antiguo.  

 

Blanca arena de mis sueños de niño que se confunde con la nieve callada del nevado, aquietado por el frío de nuestra emoción que solo respira cuando mira la espesura de los que solo fueron codicia interior de sus secretos fúnebres de cavidades tiernas.

 

Contemplé en mi interior tornasolado de cuidadas desesperanzas, el azulado espejo en que se perfilaban mis ilusiones de realidad perdida en una noche de puntos luminosos pero penetrantes de ocaso. La atmósfera se perdió de nuestra contemplación lánguida. Quedaba la frialdad vertida en viento y volteaba nuestros suspiros y conversaciones y vestidos. Se nos entraba por aquella puerta que no abría sino al contacto de una mano interior que nos tendía la silente dilatación del espanto. Pisábamos un terreno hundido por nuestros pasos desorientados. Nos retorcíamos oyendo los silbidos de nuestras evocaciones quietas, mecidas por un pertinaz ventarrón que movía los ahora adoloridos horizontes como cuando la corriente turbia envuelve en sus serpenteos de collares la desesperada rama que se ve obligada a moverse por entre piedras inaccesibles, a encaminarse por senderos nada vegetales, a correr tras la atrevida hoja que quiso más bien mecerse en el agua-aire que en el viento-aire de su árbol patrón de sus cuidados, a voltearse por entre espumas que la llenaban de blanquecinas gotas de aperlado toque de fascinación muda.

 

Casi vagábamos con nuestras mugientes meditaciones y con nuestras mantas protectoras del ambiente penetrante de congelación transportada por nuestras manos que ardían de solo tocar los marcos de nuestras ventanas que daban a un afuera confundido con todo lo que inspiraba un profundo recogimiento de lo que solo merecía exasperación de bagatelas perdidas por las amanecidas gotas que ya eran hielo de soporífero contacto.

 

REVIVIR

A veces he vuelto a revivir en la imaginación trasnochada lo que había sido objeto de mi vida diaria. Vuelvo a ver como anclados en un pasado irreversible los que eran mis mismos sentimientos y preocupaciones a medida que iba entrando en contacto con realidades cada vez más disímiles. Trato de encontrar un orden en medio de todo ese mar borrado de recuerdos ya casi irreconocibles que se sitúan como guardianes mudos de una casa de campo perteneciente a algún señor adinerado de los que mi abuelo solía mencionar en nuestra comida vespertina.  Esos recuerdos que yo trataba de recuperar a toda costa de un pasado que ya parecíame tan remoto como las aventuras que me contaron un día en la escuela que emprendía un Solimán el magnífico o un Amadís, me jugaban una increíble parodia de un juego que consistía en reconocer al autor de una mala pasada  y que siempre jugaba con Amparo y Lucy después de comer. Me miro al espejo y no encuentro nada en ese rostro que me mira inquisidor. Trato de encontrar lo que mis compañeritos, como llamaba yo en mi casa a mis condiscípulos, me dicen que tengo. Ellos me señalaban como el que soñaba con la luna y que por lo tanto me estaba pareciendo mucho a ella. Me preocupaba esa idea de que me pudiera parecer a uno de esos adoradores de la luna que había oído relatar en una historia contada, creo que en una clase, al principio del curso.  Me imagino en este momento a dichos antiguos personajes, con una sola preocupación: ser admitidos por unos instantes en presencia de la que representa en la tierra a la diosa luna. Todos sus afanes diarios dirigidos hacia un solo cumplimiento siempre dilatado: agradar a la que personificaba todo su mayor encanto. Esos adoradores de civilizaciones perdidas de la misma luna que todos los meses contemplaba fascinado, me parecían como demasiado importantes en esas culturas sumidas ahora en mis ensueños como catedrales adornadas para una gran celebración. Me parecía raro que yo pudiera tener un parecido con los que así se dedicaban a su oficio religioso. Pensaba en la palabra lunático. Cuando la oí pronunciar, creo que también en una clase, me conmovió inesperadamente. Sentí como si ya la hubiera oído antes en alguna parte. Su misma pronunciación -no recuerdo si por empezar por las mismas cuatro letras que solas conformaban la palabra luna- siguió interesándome y fue lo que en ese día perturbó más mi imaginación. A veces había pensado a raíz de ésto y de otros casos similares, en qué podría consistir esa fuerza evocadora que tienen las mismas palabras y que se asocia con las situaciones en que esas mismas palabras fueron oídas o pronunciadas.

 

EVOCACION

Ese día caminamos como siempre lo habíamos hecho. Mas había cierto encanto en el aire que respirábamos y el silencio ya se había dejado reposar sobre las ruidosas calles de unas horas antes. Ese momento se destacó en mi rememoración.  Lo pienso pero no puede explicármelo. No se por qué razón hay unos instantes en que parece que se concentra todo lo que anhelamos, codiciamos o esperamos.  Esos instantes nos llaman desde donde quedaron anclados para ser ya tan solo recordados pero ya no vividos. Momentos calurosos en que nos entregamos en todo lo que somos, momentos en los que presentimos cierta realidad solo prevista en esos momentos crueles en que nos abandonan tan tenuemente para solo quedar nosotros solos sin ellos. Solo nosotros.  Pero si es que somos nada más que éso: nosotros. Lo demás es  nuestra imaginación. Entonces, todo es ensoñación; aquello que nos hace sentir un solo ser con el universo es sólo cuestión de sentimiento?  Pero, imaginamos con palabras: son ellas las que nos conducen a través de nuestros sueños. Cuando podemos señalizar con una palabra los objetos percibidos más o menos vagamente en nuestras divagaciones; en otras palabras, cuando los reconocemos según los modelos o marcas de nuestra cultura, entonces nos tranquilizamos, porque ya el objeto desconocido ha sido identificado con un nombre que nos lo hace familiar, formando parte de nuestro archivo de recuerdos.

 

Vuelvo entonces a gustar el recuerdo de estos instantes que se distancian en mi imaginación.  De vez en cuando nos mirábamos como para cerciorarnos a nosotros mismos de la realidad de nuestro confidente. Mas hacíamos ésto no con mucha complacencia por parte nuestra, como puedo recordar, porque éramos algo extraños el uno para el otro, aunque ya antes habíamos conversado muchas veces. Sin embargo, esta situación, un tanto embarazosa de los dos, es lo que me hace recordar esa ocasión que duró nuestro caminar debajo de los quietos árboles que adornaban con un hálito como de pesadumbre la calle por donde pasábamos. Tal vez porque ello significó deterioro con la tensión nerviosa que implicaba como cuando tenemos un encuentro inesperado con una persona extraña.

 

Pero sigo rememorando. Es esta mi actividad en este instante. Actividad de pánico cuando se me juntan todos y quieren salir a borbotones los pequeños diablillos porque así parecen ser mis recuerdos tan poco apetecidos por los que en vez de saborear las novelas prefieren mil veces más hundirse en la realidad envolvente, cálida y enceguecedora. Actividad recóndita como de un solitario cazador que prepara sus ardides para no ir a perder la presa que llena todos sus afanes aún sin asirla. Actividad agobiadora tal como la represento ahora en que de rememorador he pasado a vivir mis propios sentimientos que se entremezclan con los que han desfilado mostrando todos sus dientes de acero, tibios y morenos, de tanto retorcer las margaritas, las que fueron tan sólo sus flores perdidas.

 

RUTA

Leí solo los avisos grandes que me impresionaban. Pero más pensaba que miraba. Aún seguía preguntándome por las mismas inquietudes que me obsesionaban antes. Seguí lentamente hasta que desaparecí por una puerta que daba la misma luz que nos cobijaba con su acariciante púrpura. Me sentí aislado por mis espasmos. Me sentí impedido por lo que no soy pero quiere apoderarse de manera definitiva de los demonios de mi vida diurna. Cuán taciturna se quedaba mi figura cuando recorría solo la alargada y fría calle de las perennes y continuas caminatas.  Aún me siento perdido por entre aquellas hendiduras que aún no acabo de camuflar. Pervivo a través de mis ilusiones que más que vibraciones son inquietudes de mis pensamientos móviles. Recorro allí mismo mis caminos. Mi camino que había visto unos instantes antes. Pero, cómo se opone a mi recuerdo¡ Es ahora sólo ésto¡

 

LA CASA

Nuestra casa formaba parte de una urbanización hecha para empleados oficiales. Me parece ver cómo nuestro padre antes de que nos trasladáramos a vivir a aquel barrio, había ido, llevándome consigo a ver varias veces el sector donde posiblemente iríamos a vivir más adelante.  Teníamos que remontar una calle abierta  hacía poco y apenas cubierta de cascajo. Subimos unos diez minutos. Desde una especie de terraplén  se divisaba todo el proyecto de la construcción.  Veo ahora como entre sueños, la alegría con que mi padre veía todo aquel contorno. Se imaginaba ya en medio de aquellas casas, aunque no tenían todavía la forma de tales. Estaba la suya como esperándolo, para ser el nido donde se protegería de todo lo que lo amenazaba y lo perturbaba. Y en su rostro se dibujaba una silenciosa satisfacción porque ya había llenado todos los requisitos que se exigían a los que serían beneficiados de aquel programa de vivienda.

 

Cuando de allí descendimos rumbo a la que sería nuestra casa, sentimos un penetrante olor a brea que lo llenaba todo. Era la que empleaban para proteger las planchas recién echadas contra la humedad y el agua.  Había muchas canecas de la tal brea encima de unos fogones levantados toscamente sobre varias piedras.

 

HACE AÑOS

Cuando llegué experimenté una sensación de evidente cansancio. Recordé brevemente lo que había estado haciendo durante aquella tarde que ya formaba parte de mi remota infancia. Un poco antes había estado subiendo y bajando por el cerro que quedaba junto a mi casa. Cuál sería mi susto cuando encontré la puerta cerrada como se acostumbraba hacerlo cuando pasaban las seis de la tarde.  A pesar de que siempre trataba de llegar lo antes posible con el fin de no tener que quedarme tocando para que me abrieran, esta vez me había olvidado por completo de ésto, embebido como estaba en el juego del escondite en el que llegué a verme como si en realidad estuviera perdido entre todo lo que me rodeaba. Permanecí sereno algunos minutos aunque no me abrieron la puerta. Empecé a pensar que cuando cerraban la puerta de la calle, aunque no hubieran entrado todos, tenía que esperar cualquiera que fuese el que estuviera afuera, hasta que llegara nuestro padre. Pero ésto ocurría cuando ya todos habían comido y estaban jugando en la parte posterior de la casa en la que había un patio lleno de encantos para un niño como yo que solo pensaba jugar y estar haciendo travesuras.

 

En los momentos iniciales de la espera ante la gran puerta verde y que tenía una inmensa chapa negra, vinieron a mi memoria varias vivencias. Pasaron rápidamente por mi imaginación inquieta y nerviosa, y se iba tornando cada vez más angustiante, la imagen que me formaba de la enorme llave negra de hierro que mi madre empleaba para cerrar la imponente barrera que se interponía entre mis afiebrados deseos infantiles y el cálido interior donde veía la única protección a mis desvelos.  Me senté y sostuve la cabeza entre las manos mientras veía en mi interior lo que había estado haciendo en la tarde soleada que había disfrutado tan intensamente. Veía como una liberación a mis cadenas. Así veo desde hoy el trato que mi madre me daba, sin comprender mi tremenda sensibilidad que se iba labrando en forma dolorosa ante cada trato cruel que mi madre ejercía cobre mí.  Este recuerdo era el que más me atosigaba porque todo se convertía en una amenaza más, cuando comenzaba a sentir cómo el frío viento vespertino empezaba como a taladrar mi cuerpo. Toda la rabia e impotencia que sentía se confundía con la oscuridad del entorno que cada vez se tornaba más densa y se me parecía a la violencia que mi madre ejercía en todo lo que hacía con respecto a mí como exhibiendo algún odio atávico e inconfesable y que en lo que estaba sintiendo, sin poder entrar a la casa, experimentaba en toda su dimensión. Me sentía separado de manera inexplicable y aterradora de todo lo que era mi única alegría y defensa ante lo nefasto de mi vida: la casa donde podía jugar alegre y de modo interminable, como una forma de escape a todo aquello. A pesar de la presencia de ella adentro, me sentía en cierta forma seguro, a pesar de que estaba de manera continua expuesta a sus gritos y tratamiento cruel. Yo vivía con temor su presencia en medio de la casa. Su voz fuerte y gritona cuando entraba a la casa me taladraba y destruía todo el ambiente de calma que había antes de que ella llegara. Era como una experiencia de contacto con el misterio tenebroso de lo desconocido. Sin embargo, a pesar de estar en esta permanente situación de angustia, como era y actuaba como niño, no la veía como una amenaza, ya que primaba la necesidad que como niño tenía de ella. Era por ésto que sentía de modo tan intenso lo que pudiera interpretar como una forma de castigo o lo recibiera como una forma de desprecio o de rechazo. En este sentido era tan sutil mi relación con mi madre en esta edad en que se combinaban  los más crueles recuerdos con el trato más dulce que se pudiera imaginar. Todo lo que ella consideraba como necesario desde el punto de vista de lo educativo, era para mí  cadenas por medio de las cuales ella me ataba a lo que no quería ser yo y sí a lo que quería ella que yo fuese. De esta forma vivía yo mis relaciones con la que fue la autora de mis días y el fundamento de mi vida. 

 

 

SUEÑOS

Poco a poco el sueño va lamiendo lo que queda aún de realidad en este espacio amplio donde naufragan todos nuestros impulsos. El sueño nos inunda con su rostro solitario que parece un continuado buscador de ilusiones. Nos sumimos en el ambiente siempre cambiante de la realidad vertida en miles de instantes todos alargados, por lo que nos dan la sensación de una misma continuidad. Pero así somos: viviendo tan solo de nosotros mismos en los momentos en que solo se mantiene la memoria porque ya la razón ha cedido sus encantos al primer personaje de nuestra historia onírica.

 

Es la calma la que nos inquieta después de un día de hacer lo mismo ante los mismos. No nos confundimos ya por nosotros sino por la confiada realidad que adquiere un nuevo aspecto al presentarse bajo los velos de una supuesta verdad,  pero tan nítida y  aprisionadora que no podemos zafarnos de ella aunque ya se haya perdido cuando de nuevo volvamos a la cambiante escena de los siempre ahora. Nos captamos pero como en retraso porque nos revivimos solo por los espacios camuflados por los espejos en que todo es lo mismo como en los cuadros siempre iguales que se copiaban mutuamente los detalles de unos minutos coleccionables como un sartal de olvidos.

 

No se podría decir de manera exacta a quién se debía esa reduplicación o quién copiaba a quién, porque los dos reflejos aparecían reproducidos al infinito cuando uno se fijaba bien en los detalles. Parecía más bien como si de pronto en un momento innominado se hubiera decidido desde dentro el proceso de la semejanza.  En qué radicaba la clave para que se hubiera dado la reduplicación?  Qué hacía funcionar la equivalencia? Qué aparecía en el espacio creado por el carácter de lo mismo que adquiría la correspondencia llevada por mil entrecruzamientos hasta la desesperación? Tal vez en algún momento, aunque fugaz, se habrá pensado no con la lógica de la fría razón, sino con el azar de la casualidad?

 

Inquietudes semejantes atosigan continuamente al sujeto cuando intenta pararse frente a los acontecimientos y emite sólo las elucubraciones tenidas como en una noche de insomnio. Son los mismos problemas que aparecen o se presentan al que desde siempre se ha sumido o se encuentra sumergido dentro de las relaciones visibles de la realidad compleja. Y siempre estamos a un lado de lo que acontece porque no podemos, simultáneamente, mirarnos y mirar para adelante. No podemos ver al mismo tiempo los dos frentes de lo que se descubre, los polos de la reduplicación. Estamos aparentemente en un mundo aislado de otros contornos semejantes. Actuamos como en un borde unilateral del medio donde siempre se halla el acontecimiento. Si pensamos ya estamos reflejándonos como tales en un lado exclusivamente del juego. El resto de este se sigue dando con nuestro yo reflejado, con nuestro reflejo. Qué es lo que le permite funcionar como tal: es lo que se problematiza y  trata de surgir de modo no claro en nuestros sueños, donde nos vemos a veces vapuleados, obligados a ascender pensamientos por un sendero estrecho pegado a una inmensa montaña, como un diminuto hilo amarrado a una gran pelota de plástico, de tal modo, que a pesar de que nos moviésemos con el mayor cuidado posible sólo conseguiríamos avanzar unos cuantos tramos, sintiéndonos continuamente perseguidos por un extraño ser que no sabríamos quién fuera, pero que tendríamos cierta seguridad que lo sabríamos en alguna oportunidad, porque eso es lo que impulsaría y alentaría nuestro intento e incrementaría el temor oculto, hecho manifiesto de manera latente en los mil cuidados que pondríamos para no ir a enojar al que nos persiguiera y no aumentar así la amenaza que tendríamos sobre nuestras cabezas.

 

 

INVITACION

Mientras afuera una fría mañana se vislumbraba por doquier y todo parecía ser solo una experiencia similar a la que debe sentirse en un camino sin sentido y largo como el viento, adentro todo parecía indicar que tendríamos una reunión de conversaciones tiernas y de lentas divagaciones. Subí rápidamente y comprobé lo que efectivamente había intuido y previsto mientras venía para la casa, mientras imaginaba cómo se entrecruzaban las ficciones aturdidas de los mismos recuerdos de otros momentos tras otros fuegos en otros días de sol y de pena.

 

Despertaron como de un sueño otoñal, recordando las campanadas que habían oído como signos premonitorios del desenlace fatal que ya llegaba como las primeras lluvias. Se dieron cuenta que había amanecido hacía ya mucho rato y que ellos habían seguido en el sueño desesperado de ocultar sus verdaderas intenciones.

 

 

JUEGO

En el salón grande y alargado en que estaban, en el que apenas penetraba la luz por una pequeña abertura situada en lo más alto y remoto del techo, estaban dedicados como a un encarnizado y sofisticado juego donde había que tomar una especie de pelota y lanzarla violentamente contra el que en ese momento se encontrara al frente del que la tuviera en sus manos.

 

El espacio amplio como una cancha se iluminó varias veces y se pudo observar en él que los que estaban jugando parecían muñecos o títeres movidos por resortes ocultos. La pelota se movía en forma persistente y violenta desde un extremo al otro como movida mecánicamente y respondía como a una secreta intención no de los que estaban jugando como muñecos sino de los que estaban como dirigiendo el juego desde fuera…

 

A un lado de la cancha había varios carros estacionados en una espera  controlada. No  había nada especial en ellos. Era la misma fila de vehículos que se podía ver en cualquier parqueadero. El juego se interrumpió cuando varios jugadores descubrieron en uno de los autos que llevaba allí muchos años de absurdo olvido, la figura de un hombre junto al volante. Estaba mirando fijamente hacia adelante  y parecía un muñeco de cera porque no se movía. Lo más asombroso fue que de pronto ante la mirada de los jugadores se fue levantando  como volviendo otra vez de un sueño de olores increíbles. Salió rápidamente abriendo una de las puertas como efectuando un movimiento secular aprendido de manera autómata. Pasó por entre los otros autos  en medio de los demás jugadores y aunque uno de ellos lo llamó cuando pareció identificarlo, no se fijó en nadie como si no se hubiera percatado de su presencia. 

 

Se dirigió en forma rápida a unas escaleras que conducían a otro piso superior en el que había varios apartamentos. Subió y fue a uno en particular. Allí salió a recibirlo una mujer rubia muy delgada y que conservaba aún las huellas de la belleza de otros tiempos. Ella lo invitó a entrar y dentro él prorrumpió en un llanto prolongado que ella trataba de comprender y de calmar. Intercambiaron varias palabras. Le decía que él había vuelto recordando todo lo que le había ayudado cuando él había acabado de llegar a aquella ciudad hacía muchos años. Pero ella se hallaba ahora en otros problemas más graves e interesada en otras cosas, así que ella tuvo que hacer un gran esfuerzo para soportar todo aquello. Que él no estaba en los momentos en que más lo había necesitado por lo que no tenía ningún sentido que él volviera ahora a suplicar un poco de compasión porque ya no había lugar en ella para éso.

 

Ella sacó una polvera enorme que él le había regalado en el primer cumpleaños que celebraron juntos y, recordándole todo lo que había sido en relación a otros años, le dijo que aceptara la devolución de aquel obsequio porque ahora no le traía sino recuerdos tristes de una cruel desilusión como había sido toda su amistad antes. El no esperaba aquella respuesta y actitud por parte de ella, así que logró calmarse y secándose las lágrimas con el pañuelo contempló durante un largo rato en silencio los grabados en pana amarilla que tenía aquella polvera. Se abrazaron como en un desenlace de película y él salió rápidamente dejándola allí, con su polvera sin decirle ni una palabra más.

 

Cuando se encontró en el pasillo vió que había allí varias señoras que llevaban unos coches de niño hacia el otro extremo donde había una especie de escenario arreglado como para la representación de una obra de teatro.  El pareció reconocer a la primera mujer que encontró porque se dirigió a ella en forma familiar y amistosa. Esta mujer era nada menos que la misma que había acabado de visitar un instante antes en el apartamento donde había estado. Vió en el niño que ella llevaba y que en ese momento estaba llorando, el fruto de su relación con ella. El se preguntaba por qué no lo había visto antes en el apartamento, pero recordó con cuidado, y en efecto cayó en la cuenta, que ella tenía, cuando la había dejado, los signos notorios de un embarazo muy adelantado. Se preguntó por qué no le había hecho en el primer momento alusión a dicha situación.

 

 

TAREA

Tenía que llegar antes de las 2 p. m. pero estaba muy tranquilo como si más bien estuviera esperando que llegara alguno de los empleados para preguntarle todo lo que iba a ocurrir afuera durante aquel día, porque había mucho movimiento de gente viniendo y yendo de aquí para allá y de allá para acá.  Aún intenté levantarme de la breve siesta a que fuí sometido por las circunstancias internas que no permitían dormir más allá de lo acostumbrado en un día común y corriente. Por eso decidí no ir a la clase que para mi sería como la misma de todos los días. Elegí más bien divagar por medio de la imaginación por aquellos lugares que con mis compañeros recorría casi a diario. Para hacer ésto cerré los ojos con fuerza como si temiera perder los detalles de aquella aventura evocativa. Estaba en la cama como prisionero del cobertor y de mis elucubraciones. No tenía más libertad que la que podía tener entre mis recuerdos y evocaciones y las experiencias que me inspiraban y me permitían instalarme en esos lugares concretos asumiendo posiciones rutinarias entre unos objetos que cumplían su finalidad específica para la que fueron hechos. Tendría así que pasar por múltiples relaciones distintas y complejas  que tendrían las cosas con las que de manera necesaria entraría yo en contacto y además, y sobe todo, con las personas que encontraría al tener éstas diversas relaciones, ya que las cosas, por ser precisamente  lo que son: cosas, son tales por haber tenido en cada caso concreto unas relaciones muy concretas con los hombres que las fabricaron, las extrajeron de la tierra y las pusieron en condiciones de ser utilizadas como cosas útiles.

 

Así subí a mi interior a intentar enfrentar mi soledad que todos los días me llama a la misma hora en que vienen las lechuzas a realizar sus encuentros nocturnos. De pronto sentí que todos estábamos allí como a la espera de lo que no teníamos ninguna seguridad si ocurriría o no. Pero seguíamos mirando de frente tal vez para encontrar en nuestro vacío interior alguna razón para nuestro aburrimiento. Cómo nos pasó todo ésto? Pensamos ahora que estábamos lejos de buscar una mal llamada comunicación con los habitantes de aquellas inmediaciones. No quise ni presentar mis excusas ni buscar un motivo de mi soledad que inhibía todo el ambiente. Es como si mi yo interior se hubiera confabulado contra mi objetivo de lucha.

 

Allí, al otro lado se amontonaron mis recuerdos pendientes de ese árbol seco que se erguía orgulloso mostrando su reciedumbre mas no su vegetalidad. Era motivo de confusión para mis temores. Había venido caminando y a ambos lados de la amplia calle había unas casonas de un velado color otoñal. No entendía mis intenciones.  Me sentía apenas caminando pero huía a cada paso de lo que me constituía para poder adquirir la nueva forma del instante presente que me limitaba y a la vez me lanzaba a la acción frenética hacia lo inaccesible.

 

Sí, me asusto de lo que somos y de lo que fuimos. Me quedo pensando en lo que seremos, perdidos entre nosotros mismos, volviéndonos nube libre sobre el aire, sobre el horizonte, lidiado con oscuridades vueltas voces. Encontrados con diminutos y somnolientos espejismos que nos anuncian sus quejidos. Volvemos a vernos: perdidos aún en la intemperie entre una escarcha triste. Ausculto mi nostalgia convertida en alondra.

 

Venimos pegados a las cuerdas amarradas de nuestro alboroto colectivo por lo cotidiano. Me pregunto cuál es la ilusión que nos anima. Como el agua que sació mi curiosidad de frescura, se convirtió mi mirada desde la dispersión de mi emoción

 

 

EXTERIOR

Imaginé durante el frío de la noche hermosas niñas subiendo lentamente por las gradas de un templo muy blanco. Veía todo como en lontananza. A lo lejos se perdían algunas sirenas y se escuchaban aún varios automotores que pasaban. Traté de cubrirme lo mejor que pude pero aquel terrible frío penetraba por todas partes. Sin embargo, al cabo de un momento quedé de nuevo sumergido en mis divagaciones. Entonces, mirando las resecas ramas del árbol que tenía a mi lado, recordé lo que había hecho durante el día. Desde temprano había tratado de conseguir algo con que calmar un hambre desesperante y un desaliento que no me dejaban caminar. Con el frío de la noche anterior aún recorriéndome todo el cuerpo, había empezado a deambular por la avenida central pensando qué posibilidad tendría de conseguir lo que me angustiaba.

 

EL TIEMPO REVIVIDO

Ahora trato de poner en el papel el cúmulo de los recuerdos que en esta noche llenan mi memoria y le dan vuelo a mi recóndita imaginación. Trato de ordenar lo que se presenta como la realidad confusa y vaga, ya ida de una vez por todas.  La realidad en la que una vez estuve sumido como navegando por entre confines sin contorno definido. Aquella realidad que iba construyendo precisamente en los mismos momentos en que la iba viviendo como peregrino que se extasía ante lo que contempla en un país exótico. Todos esos momentos venían de improviso a mí cuando más ocupado estaba en los asuntos que colmaban mi atención en el presente actual o en que se desenvolvía mi situación de hombre de ciudad. Cuando caminaba, por ejemplo, viendo los jardines que siempre me han llamado la atención, veía, como en un horizonte perdido en los años pasados, las emociones, tristezas y experiencias que fueron el conjunto de mis pretéritas relaciones con la realidad. Incluso sentía en esas ocasiones cómo vibraba por las más pequeñas manifestaciones de cariño por parte de un ser querido. Cómo sentía, hasta los huesos, las desilusiones sentidas cuando no podía esperar los mismos sentimientos  que creía me iba a expresar la persona en quien yo tanto había confiado que así lo haría. Todo esto, repito, se agolpaba en mi interior de manera simple como impresiones de un viaje por una tierra que yacía perdida y que sólo podría encontrarse o recuperarse por medio de la imaginación concentrada y sólo mantenida o hecha posible por la repetición de sentimientos similares a los tenidos entonces en esa época, ya patrimonio de la memoria.

 

Pero me decía a mí mismo que tenía que decidirme de una vez por todas a recuperar por medio de la palabra escrita aquello que ahora ni podía hacerme más feliz de lo que fui tal vez en alguna ocasión, ni me podía volver a situar en una nueva disposición frente a los amigos que aún vivían o se encontraban lejos, en la memoria y aún en la distancia. Podía ver sin embargo que los recuerdos tienen una vida propia como elementos de un pasado y que por lo tanto siempre van a estar acompañándonos, como guardias oficiales de algún presidente vitalicio. Pero es que tenía que traerlos de esta situación anónima y sedienta hasta la presencia literaria, reencontrable en cada momento por medio de la lectura. No solo de la mía sino de la de algún amigo lector que por medio de lo leído recuperara mentalmente lo que el tiempo se ha ido tragando de una existencia similar a la suya. Creo que esos recuerdos le traerían a él mismo, por alguna relación o comparación posible en la región de las cosas humanas, posibilidades de revivir la emoción que experimentaría contemplando la obra de algún pintor que hubiera expuesto sus cuadros en algún museo, donde él, muy joven, pudo apreciarlos con el encanto con el que se contempla un atardecer rojizo mientras van pasando por la mente las cálidas palabras que le ha oído a su amante un momento antes, como pasan en línea ordenada las golondrinas que regresan de su viaje al crepúsculo.

 

REVIVIR

Me pareció en ese momento que ya habíamos pasado por allí hacía algún tiempo atrás. Quedé pensativo mientras caminábamos lentamente por el sendero que nos conducía hacia la torre donde Stella pretendía contemplar todo el pasaje que se extendía hacia lo lejos. Trataba de fijarme en todos los detalles que encontrábamos para lograr rememorar en qué momento o en qué sueño fue que había contemplado aquel mismo contorno. Algo me decía que solo era mi imaginación que, en una de esas ocasiones en que se reúnen elementos de los que corrientemente nos llaman la atención, relaciona diversas situaciones según el estado de ánimo que nos impulsa a obrar. Tranquilizada mi atención por esta conclusión, seguí poco a poco contemplando con detalle el lugar que así me impresionaba. Me limité a escuchar lo que Stella les comentaba a nuestros amigos: “Miren de qué forma va descendiendo el sol a medida que sus rayos se tornan cada vez más tenues. Y nosotros aquí tan arriba  mientras todos allá abajo ya van saliendo de sus trabajos. Apresurémonos para llegar a tiempo”.

Creía recordar en su forma de hablar la misma dicción y hasta locuciones que empleaba y emplearía mi madre en un caso similar. Lo que me preocupaba era que en forma continua estaba haciendo mentalmente comparaciones y relaciones entre las cosas. Para mí todo tenía un sentido relacionado. Lo comprendí en ese instante. Pero me preocupaba porque en vez de surgir como una idea brillante, como esas grandes iniciativas que de vez en cuando se nos ocurren, aparecía como una gran confusión en torno nuestro. La dificultad surgía allí mismo porque tendría que entrar a ordenar aquel cúmulo de cosas que había que relacionar.

(Creo que esta es la forma como la realidad -difícil de codificar, de analizar o interiorizar de alguna manera por nuestras facultades mentales- se enfrenta contra todo intento de abarcamiento. Lo real permanece independiente de nuestra mente pese a todo intento de objetivarlo como polo de nuestra atención).   La primera actividad racional que intentaba para ordenar el caos del mundo real era precisamente la de relacionar de un modo casi automático los diferentes aspectos de la realidad. Para ésto me sirvo de la imaginación  (imaginando, o viendo en el trasfondo de mi memoria, las cosas contempladas antes) y de la rememoración de los aspectos en  el mundo real, objeto de visiones u objetivaciones anteriores: de esta forma he ido formando, desde que he podido ponerme en contacto con este mundo interior, conformando y recuperando una realidad que consideraba hasta ahora como perdida en el pasado de manera irremediable.

 

EPISODIO MARINO

Me encontré de pronto caminando por una remota playa, desconocida para mí. Después me vi yendo por otros caminos polvorientos donde reinaba el silencio. Era como un lugar onírico, con personas pálidas y botes negros filados en la orilla. Sentí que todo aquel contorno me llamaba y aturdía. Algo me había impresionado profundamente mientras caminaba solo. Luego me miré extendido entre el cielo y la arena, siendo ésta lo único tangible para mí. Sentí una ola que me mojó los pies y el sol que irradiaba su calor. A lo lejos se veían barcos empequeñecidos por la distancia. Me veía como dentro de un cuadro crepuscular en el que el sol lanzaba sus últimos destellos y se volvía más anaranjado mientras más lo miraba.

 

Pero algo me sacó de este caldeado ensimismamiento en semejante paisaje marino. Fue un griterio enorme de toda la gente que a esa ahora se confundía en la playa. Miré despavorido. Era como si la arena se hubiese vuelto parda en un cuadro impresionista. Recordé a mi amigo Van Gogh. A lo lejos, grupos de bañistas formaban como manchas de color parduzco, casi negro, más definidos en cuanto al color que en cuanto a la forma. Me quedé unos instantes mirando. Nítida era sólo el agua, que en su forma marina limitaba a la gente que gritaba. Puse mucho cuidado para intentar averiguar el motivo de la algarabía que ya me preocupaba, porque en lugar de aminorarse, se oía más fuerte y estridente. “Es la ballena”, fue lo único que alcancé a oir. Miré entonces hacia donde era natural y permisible que tal animal pudiera aparecer. Observé, como en un paisaje entre sueños, cómo un enorme barco anaranjado era volteado como por una ola que lo había rodeado por encima. Lo curioso de todo aquello fue que dicha mole inmediatamente se acercó a la playa en un movimiento que la hacía comparable a un tiburón inmenso con enormes dientes grises y en ese momento pudo verse una colosal cabeza de un ser nunca visto antes. Pero era como de apariencia canina: era la cabeza de un gran perro exhibiendo una especie de pena ante todos nosotros que lo mirábamos aterrados. Nos miró fijamente como cuando yo de niño miraba asustadizo cuando había roto o estropeado algo. Era pues, como ya lo había comprendido, un monstruo asustado y nervioso el que había surgido del fondo del mar. El resto de su cuerpo era como de un pez común y corriente pero saliendo mucho del agua como si estuviera jugando con otro compañero que no se alcanzaba a ver. A mi lado estaba también contemplando todo aquello Elsa que aún no salía de su estupor por algo que ella nunca creyó que pudiera ocurrir: tener la oportunidad  de ver una ballena con sus propios ojos. Me comentó que lo que más le había impresionado era un chorro de agua vaporosa que el animal echaba por encima del lomo.

 

PATTY

Voy a contarles ahora lago que se relaciona con mi más íntima realidad interior aunque vivida en medio de los hechos porque no de otra suerte se manifiesta mi yo más íntimo sino es a través de los acontecimientos en que tengo por casualidad la fortuna de tomar parte. Es como el recuerdo de una realidad sumida ahora en el olvido de donde se ha tomado para retrotraerla al confín de los sueños. Donde se relacionan nuestros sueños que algunas veces son cariñosos con nuestros delirios e ilusiones que no son sino el afán de abarcar más realidad de la que efectivamente abarcamos en nuestros cotidianos afanes de todos los días, porque por eso mismo son cotidianos.

 

Ella caminaba a mi lado. Hacía rato que lo hacía mientras yo estaba con mi imaginación en otra parte, allí donde estaba en ese momento mi preocupación aunque yo pareciera  oírla, sin embargo no recuerdo absolutamente lo que me habló mientras estuvimos caminando porque aunque le prestaba atención o al menos así lo creía ella, porque yo se lo aparentaba así, sólo percibía un sartal de sonidos articulados expresados en forma intensa por ella. Era increíble cómo hablaba. No paraba de hablar ni un instante  y todo porque estaba convencida de que “era todo oídos” para ella. Estuvimos caminando así un buen rato mientras nos aproximábamos al sitio convenido donde nos íbamos a tomar algunas copas antes de irnos para la casa.

 

Había conocido a Patty hacía unos cuantos días cuando  tuvimos una reunión familiar donde unos amigos. Allí me fue presentada como  una amiga de una de mis amigas. No le presté mucha atención en ese momento pero comprendí  que algo había pasado de pronto entre nosotros porque sentí algo muy especial cuando estuvimos bailando. Fue como si de pronto hubiese comprendido que ella estaba destinada para mí desde mucho antes y sólo faltase ese momento para confirmárseme como auténticamente cierto. No recuerdo todo lo que pasó; sólo que todo el rato que pasamos allí, mi único pensamiento era para ella, aún cuando no estuviéramos juntos siempre, ya que había llegado allí con otras amigas y por tanto conversaba también con ellas cuando el baile así se lo permitía. Allí me sentía como aprisionado por todos los demás y ella era como la luz y la salida hacia otra manera de ver las cosas. Era la única distinta en medio de aquellas personas para quienes pasaban las cosas de una manera insignificante y rutinaria sin hallarle la verdadera sal al cuento. Así estaba cavilando todo el tiempo hasta que podía entonces volver a tener entre mis brazos a Patty. Por breves instantes no más, porque ella volvía de nuevo a su puesto donde la veía como protegida de toda posible usurpación de su situación de extraña para todos los demás. Pero entre los dos no había tal extrañeza en la relación porque como lo dije, entre los dos surgió como una fuente distinta, especial, que nos mantenía unidos, aunque desconocida para ella, hasta cierto punto y para todos los demás que allí estaban, para quienes solo éramos un par de amigos que se habían acabado de conocer. 

 

REUNIÓN

No supe por qué nos encontrábamos allí. Sólo recuerdo que todos hablaban acaloradamente, como tratando de contar todo de una sola vez. Allí había estudiantes de varias universidades, profesores y empleados de algunas instituciones educativas que tenían su asiento en la ciudad. Lo que si recuerdo bien fue que se mantuvieron todos muy tensos sobre todo cuando se hablaba acerca de los proyectos a realizar en los días siguientes. No logro recordar claramente cuáles eran éstos, sólo rememoro que tenían que ver con los problemas que estaba afrontando todo estudiante para poder asistir libremente a las sesiones de los sindicatos donde se planteaban cuestiones que, según decían allí mismo, no podían ser conocidos por todos y menos por los estudiantes que estaban acostumbrados a analizar demasiado todos los problemas por insignificantes que fueran, porque les sacaban muchas relaciones e implicaciones a los hechos y ésto no se podía hacer con todo problema. El que tenían que afrontar los empleados oficiales era con la “máquina” del Estado y solo interesaba a éstos, ya que era de competencia exclusiva del gobierno y no de la universidad, ya que sus intereses se veían muy afectados por los que habían decidido en días pasados un paro de actividades, como si el gobierno pudiera  “parar en algún momento de cumplir sus funciones esenciales” como decían todos los que recriminaban que la situación hubiera llegado donde estaba. En medio de todos estos asuntos de sí se hacía o no el consabido y anunciado paro, se oyeron razones de buen criterio, como opinaron algunos. Lo que si aparecía evidente era que ninguno de los que más apasionadamente miraban la situación no comprendían ni siquiera en forma remota la relación verdadera de las cosas, la relación que tenían con el resto de los acontecimientos que estaban ocurriendo en forma cotidiana en la ciudad. Esta era una ciudad rescatada hacía décadas de una hecatombe social cuando las fuerzas del orden no pudieron enfrentar del todo las fuerzas populares que demandaban una serie de reivindicaciones que venían siendo negadas por una vetusta costumbre venida incluso de la era colonial  por los nuevos encargados en ese entonces del gobierno. Estos decían que no podían tolerar que otros que no sabían sino trabajar en las labores del campo o en los puestos burocráticos fueran a poner en duda lo que ellos sí sabían, y que por lo tanto decretaban, cuando la situación así lo exigiera, lo que justamente había que hacer.

 

VOLVIENDO A CASA

En una calle estrecha y polvorienta como casi todas las del pueblo se escondía la casa. Algo me decía que era distinta. Se ordenaba con otras similares como gruesas columnas dispuestas a soportar la corriente de los tiempos. Era una mañana de silencio y de sol levantándose por encima de los tejados que ya mostraban el ordenado cobertor cobrizo que como una gran trapo se extendía por encima de la extensión del pueblo. Esta mañana me escondía del resplandor de todo lo cotidiano. Mientras más me acercaba, caminaba más rápido movido por la emoción de saber por mis propios ojos lo que en realidad estaba pasando. Superé aquella barrera que empezaba ya a frenar mi imaginación. Pero los instantes se agrandaron. Ahora ya estaba a punto de tocar la puerta, pero en ese momento sentía como si más bien estuviera devolviéndome. Se habían concentrado en aquel momento todas mis posibilidades temporales y por éso me parecía que se habían convertido en algo más palpable que lo que eran todos los días. Me sentí inseguro por tener estas intuiciones, pero entré, superando, en el umbral, mi inquietud e impaciencia, imponiéndose mi curiosidad. La calma exterior fue sustituida por un murmullo de voces indefinibles venidas de lo más profundo de aquella casa como si hubiera entrado más bien en una cueva de animales encantados. Ví rostros conocidos entre la gente que hostigaba por todas partes, curioseando cuanto detalle llamativo se veía allí.  “Venga, siéntese, que para Ud. también hay sitio.  Por aquí, entre los de la casa.  Cómo está?  Por favor, sírvele un tinto”, me dijo una de las señoras que allí estaba, que en un primer momento no supe que era una de mis tías segundas que no veía hacía mucho tiempo.

 

En ese momento me sentía como jefe militar que tiene que atender varios asuntos a la vez y elegir cuál es el más importante. Pero siempre que ocurría aquello, trataba de ver bien. Trataba de comportarme como en el fondo quería, y muchas veces ocurría lo contrario. Tenía que lamentarme después, muy a mi pesar. En esos momentos me imaginaba como el narrador que tiene que crear un mundo ficticio organizando él mismo los elementos de un mundo o de un universo que lo absorbía del todo porque era su vida misma, aunque ésta fuera la del pasado. El escritor es un creador de mundos. Ordena al crear. Tiene que escoger entre las infinitas posibilidades que las cosas tienen en su desarrollo a través de los diversos momentos del tiempo. A veces por eso lamentaba la diferencia abismal que existe entre la vida vivida por los personajes reales  y aquella otra, ficticia, que depende por entero del narrador, quien como un titiritero decide a quién darle vida al narrar determinado episodio de la comedia de la vida creada por él mismo y quien decide también qué lapso de tiempo darle de existencia en el sucederse de los hechos. 

 

ENCUENTRO

Eran ya pasadas las tres de la tarde cuando él entró al salón donde yo estaba. Sin decir nada se acercó a una de las ventanas y allí permaneció algunos instantes. Seguramente contemplando aquella tarde resplandeciente que iluminaba todo. De pronto se volvió y pasó a contemplar un cuadro que estaba allí colgado en la pared. Un momento después se sentó casi al fondo de aquel inmenso salón, al frente de mí.

 

Por un momento creía que me iba a decir algo. Pero no, allí permaneció con una actitud indiferente. Me sentía muy solo. Había como un muro entre los dos que nos separaba, como una muralla infranqueable. Aquellos instantes se me volvieron larguísimos. Hubiera deseado acabar con ello de una vez por todas, pero todo siguió lo mismo. Los dos adoptamos una misma actitud: por más que luchaba contra mi cobardía no me atrevía a hablarle. La timidez podía más que el deseo de comunicarme.

 

Traía una desilusión pegada en todo su cuerpo que me dió lástima. Pero me quedé callado como contemplando un montón de escombros de muchas fiestas perdidas en el lodazal de los sueños. Pobre Pedro, tan lleno de espasmos. Pronto comprendí que era la misma figura que había visto en mis sueños de la víspera, aunque el aspecto que tenía en éste, era de una gran monstruo todo pintado de un color rojo muy subido. Advertí las desilusiones llenas como de rojo frío en oscuridades tremendas de vaguedades inciertas, cuando el individuo que más parecía un camaleón, que podría cambiar todas las formas imaginadas por mi conciencia de obnubilado viajero por la región de las sombras, varió su destino, para dirigirse a un sitio donde solo se percibía oscuridad.

 

 

CORTEJO

Impulsados por la suave brisa de la mañana íbamos todos tras de aquel cortejo que acompañaba el luto de la muerte. A cada lado se apretujaban todos los que lo estaban presenciando para poder apreciar mejor. Algo me decía que el señor de negro que conducía el coche fúnebre imaginaba ir en pos de otras faenas porque ésta era en extremo ya cotidiana para él y solo le incitaba  tristes euforias. A un lado del grupo donde yo estaba se levantaba una catedral enhiesta que limitaba nuestros sentimientos. De pronto surge como de la nada una mujer como una diosa fulgurante que enfrenta nuestros atavismos de los ordenamientos domingueros. La tomo entre mis brazos y por en medio de aquella multitud camino llevándola cargada en pos de otro ambiente donde su natural complacencia pueda desplegarse libremente. Abandono aquel cortejo que había seguido avanzando con rumbo a lo ordenado porque “los muertos entierran a sus muertos”. Y yo voy con la mujer aparecida que camina ahora a mi lado exhibiendo su belleza de mármol. Es como una estatua descendida en medio de aquella multitud que, con una sola cara,  contempla el pasar de lo mutable. Pronto nos alejamos de allí y llegamos a un lugar donde me aprisiona y me cuenta su secreto. Me dice que deje la corriente de la muerte y que siga la senda inmutable que conduce a lo mismo. Luego desapareció en un coche tirado por unos caballos de plata y en ese momento se cubrió como de un vaho incandescente que la ocultó de nuestras miradas. Sólo me quedó la satisfacción como cuando contemplo una caída del sol por la tarde. Y la gente seguía acompañando aquel féretro, resto de la muerte,  por aquella calle larga que conducía directo al cementerio donde  se sentía ya el frío del atardecer.

 

 

ISABEL

Todo surgió como un vendaval en mi mente cuando pensé de pronto en Isabel. Era como una hermosa estrella que llenaba nuestras horas antes de pegar los ojos con historias de duendes que subían y bajaban por entre árboles del bosque del olvido. Ella acostumbraba contarnos cómo un gigante asolaba no sé que extraña región y cómo llegó todo a la calma cuando los duendes buenos acabaron con el temible monstruo. Nuestros sueños de pronto seguían reproduciendo la historia que Isabel había dejado empezada porque cuando veía que empezábamos a dormirnos nos acababa de cobijar y nos pasaba su tersa mano por nuestras caras deseándonos un buen sueño. Lo que soñábamos tenía un parecido enorme con la realidad que nos relataba Isabel porque así veíamos entonces las historias que nos preparaba para contarnos en la cama. Eran vividas por figuras que ante nuestros ojos de niños cobraban toda la forma de seres reales. En nuestra mente, eran los duendes, señores muy parecidos a los que mamá acostumbraba visitar en nuestro barrio. Nuestro despertar se cubría de una mañana isabelina porque sentíamos ya desde la cama su presencia a nuestro lado ofreciéndonos el jugo que mamá le indicaba que nos diera todos los días al levantarnos, para que creciéramos sanos y fuertes, y poder darse el gusto de presentarnos a sus vecinas como unos niños muy agraciados. A mí me parecía que mamá entonces abusaba de nuestra condescendencia con ella porque se permitía presentarnos a alguna señora que nos parecía muy aburrida y por quien no sacrificaríamos gustosos ni un momento de nuestros juegos.

 

Sentíamos el agua correr por todo nuestro cuerpo. Era el programa habitual que teníamos que cumplir antes de poder dedicarnos a nuestros cotidianos afanes. Isabel servía en todo ésto a nuestros rencores y a nuestros caprichos porque era allí en el baño, que tenía la forma de los antiguos pozos donde en las casas acostumbraban recoger agua para los días de verano, donde ella más estaba dispuesta a complacernos y a acompañarnos. Era nuestra guardiana y cumplidora de nuestras fulminantes órdenes: “préstame ese jabón”, “mirá, Isabel, cómo me pega Gloria”, “pero no dejes que me tire agua así o le voy a decir a mi mamá”.  Era un montón de espuma lo que de repente se abría entre nosotros a  través de la cual se veía también a cortos intervalos los rayos del sol pero formando unas hermosas banderas con todos los colores del arco iris. Esos tonos se perfilaban en la piel de mis hermanas que adquirían la forma de bellas bañistas que vislumbro ahora tras largos años en mis viajes por la playa cuando hermosas niñas juegan con sus padres olvidados por completo de la rutina de las ciudades congestionadas.

 

 

EPISODIO DE CIENCIA FICCION

Subo a una roca inmensa que está en medio de una extensa llanura. En lo más alto encuentro un hombre que lleva allí viviendo solo, largos años. Nos hacemos amigos y conversamos. Me cuenta que él desciende de otro mundo y que no ha podido sintonizar y encuadrar su capacidad de supervivencia con el ambiente de la tierra. Le parece un aire muy pesado. “Por aquí en estos contornos se respira muy fuerte”, me dice, mientras trata de organizar una mejor disposición de su instrumento vital. Así ha pasado varias decenas de años. Pero tiene confianza que algún día superará este inconveniente y podrá bajar a convivir con los terrícolas a quienes considera poseedores de una mejor armonía. Le oculto todo lo que estoy pensando de ésto. El, al cabo de un rato de estar cavilando y sin mostrar la menor muestra de sorpresa, dice que había estado esperando que ese momento que él estaba viviendo conmigo llegara de improviso porque ya  había pronosticado todo lo que haría cuando sus compañeros del planeta de donde él había venido lo dieran por desaparecido,  ya que venía con una misión muy especial, pero tuvo la desgracia de pisar tierra en medio de una región que aún para los hombres es completamente inaccesible. Pensé que era mejor que se quedara allí, que aunque considerara que era un sitio inhospitalario, era el mejor que le había correspondido. No le conté cómo era el resto del mundo porque me pareció que le causaría una impresión muy triste a un ser que llegaba a la tierra, “mi planeta”, como decía para mí mismo.

 

Mi admiración seguía como al principio porque no podía comprender cómo había sucedido todo aquello a pesar de que había leído muchos relatos de ciencia ficción sobre estos temas y últimamente desde que había salido del colegio había leído en una revista científica que los viajes de platillos voladores eran más que una ficción ya que se tenían pruebas muy exactas sobre tales hechos. Aparecía allí por ejemplo una colección de documentos visuales tomados en diversas partes del mundo acerca de aterrizajes de emergencia, tal vez de dichos extraños aparatos, y cómo, uno de ellos había sobrevolado en una forma misteriosa la superficie de la tierra, pero sin que se hubiera tenido hasta el momento noticia de haber tenido comunicación con los posibles viajeros de aquella nave. Me decía que estaba ante un hecho de los que tenía que ver muchísimo con tales sucesos y por temor a que el extraño ser que estaba contemplando tomara alguna represalia, no le conté nada acerca de lo que sabíamos los hombres de tales acontecimientos y sobre la posible existencia de vida en otros planetas.

 

 

CON EL GRUPO

Sabía que afuera estaba haciendo más frío que en la casa y ésto era motivo de satisfacción y quizás, de alegría. Me sentía seguro de mí mismo por haber elegido hacer aquello. Traté de mirar por la ventana grande hacia el exterior pero allí solo ví un caballo negro que pacía continuamente  y que mantenía agachada su cabeza como tratando de adherirse a lo más seguro para él: el suelo. Dentro, la situación era agradable, así me parecía. Nunca antes me había sentido tan abrigado en medio del grupo con el que me dedicaba a estudiar algunas veces.  Estábamos esperando que se iniciara la experiencia que había sido preparada para nosotros. Ello  había sido un motivo de preocupación durante toda la semana. Estábamos a la expectativa  y no nos imaginábamos siquiera como iría a comenzar. Sólo sabíamos por algunas referencias, que se trataba de algo en que todos teníamos que colaborar para intentar solucionar un problema complejo. Esto era lo que más nos angustiaba. Estábamos sentados, y a pesar de que conversábamos desprevenidamente, manifestábamos algo de nuestra inquietud. La sala estaba iluminada en el centro y hacia los lados una luz más densa y opaca mostraba  los contornos de los objetos que allí había: unos cuantos cuadros colgados como en una casa de campo, unas sillas distribuidas por el corredor y que eran como el signo de la hospitalidad de la que nosotros disfrutábamos justamente en ese momento. Era una sala acogedora. “Pónganse cómodos”, fue lo que nos dijo. Nos sentamos en las sillas del medio y en el tapete que estaba cubriendo todo el piso.

 

 

RECORRIDO

Bajábamos apresuradamente las escaleras cuando vimos que nos salían al encuentro un grupo de jóvenes demacrados, con muestras de que habían estado jugando durante mucho tiempo. Nos hicimos a un lado y ellos siguieron. Parecía  como si persiguieran a alguien o como si pretendieran llegar cuanto antes a un lugar predeterminado. Luego de este encuentro imprevisto seguimos bajando pero esta vez era corriendo aunque no sabíamos cuál era nuestro objetivo concreto ni por qué lo hacíamos. Sólo una cosa nos movía a todos y de éso estábamos seguros: había que correr a toda costa, había que seguir adelante porque  era una cuestión de vida o muerte. Nos sentíamos impulsados como por una corriente en un río muy tormentoso donde es más conveniente no oponer resistencia allí donde precisamente la corriente es más embravecida. Era -si es necesario decirlo- un miedo repentino y hecho constante y por tanto ley en cada uno de nosotros, a quedarnos quietos o intentar mirar hacia atrás: teníamos que mirar solo hacia adelante y sobrepasar cualquier obstáculo que se presentara. De esta forma, nos vimos corriendo por unos pasillos muy estrechos y oscuros que no sabíamos donde conducían. En este momento,  todos respirábamos al unísono, de tal suerte que hacíamos corresponder cada salto en la carrera con una respiración. Así nos sentíamos más compenetrados con lo que nos movía sin saber para dónde y con una sola seguridad: que nos movíamos, que corríamos por entre todos aquellos como socavones de una oculta mina. Descendimos mucho. No me acuerdo muy bien cómo. Era como una carrera que yo hacía con fantasmas deseando salir lo antes posible de un mundo que me enloquecía. Pero era una entrada hacia lo profundo, no una salida hacia lo más superficial, hacia lo más aparente. Pero ese fondo y fin de nuestra carrera sí existía porque pronto llegamos a una especie de garaje muy grande. Allí tuvimos que franquear la entrada quitando unos maderos atravesados que estaban protegiendo la entrada de todo forastero aunque por ningún lado se veía ser viviente alguno y más parecía un lugar completamente deshabitado. Tan tenebroso era que hasta parecía que se hubiera interrumpido allí el tiempo de las cavernas. Era un ambiente putrefacto, sin ninguna corriente de aire que ventilara el contorno. Era como la entrada a una misteriosa cueva donde desde la entrada no se lograba ver sino la parte más cercana del techo, allí donde se va perdiendo la vegetación y comienza a ocultarse la luz del día. Abrimos una puerta de aquella edificación que parecía no había sido hecha por manos humanas. Estaba seguro de que aquella puerta no se había abierto en años, pero parecía que no la hubieran abierto nunca.

 

Allí había un camión de  los que utilizan en el campo para transportar la cosecha a la ciudad.  Rápido nos montamos los que pudimos y arrancamos. Salimos en forma precipitada para dejar todo aquel mundo de espanto y de sueño. Este era el objetivo muy concreto ahora, pero como antes, cuando corríamos por los socavones, no sabíamos a donde nos conduciría todo aquello. Permanecía impasible al lado de un hombre que más parecía un fantasma. Jadeaba de modo violento y no hablaba nada. Solo, ensimismado, de vez en cuando miraba hacia atrás como recordando todos aquellos momentos crueles. Es como cuando se abandona un campo de concentración de donde no se pensó que se pudiera salir algún día. Miraba desconcertado tratando de recuperar algún recuerdo de aquello que ahora dejaba. Creía empezar de nuevo.

 

Pronto, sin saber cómo, nos vimos en el seno de la gran ciudad. Pero aquí ya nos veíamos tragados no por lo incomprensible de un medio que nos rechazaba sino confundidos por todos sus espejismos. Parecía como si de la realidad cruel del destino en una noche oscura hubiéramos pasado al mundo no real del sin sentido. Los habitantes de aquella ciudad que despreocupadamente deambulaban sin notar casi nuestra presencia desacostumbrada nos recordaban la ausencia de fundamento de nuestras vidas aunque habíamos pasado a lo que llamaban mundo de luz pero que para nosotros había seguido mostrando y permaneciendo en una oscuridad todavía más ocultadora e impenetrable. Pero siempre seguíamos hacia adelante. El mismo ritmo del movimiento que teníamos cuando corríamos sin saber para donde entre unos contornos hórridos, se adueñó ahora de nosotros. Seguíamos siempre en busca de algo nuevo ya que esa primera realidad, la de la ciudad nos pareció en cierto sentido igual o peor que la primera. Seguíamos persiguiendo un fin. Siempre mirábamos más allá de nosotros mismos escogiendo tal vez la manera de disfrutar mejor de todo. Pero pensé: “en el fondo no somos más que veletas llevadas por el viento”.

 

 

VISION

Trataba de mirar mejor para comprender que aquello era cierto. No alcanzaba a dar crédito a mis ojos. Es como si hubiera despertado de repente y me hubiera encontrado tirado en una playa o en un puerto ante un barco inmenso que iba a zarpar, el cual tenía muchos pisos y escalerillas a los lados. Me sentí de pronto impulsado a ascender por una de esas escalerillas. Algo inexplicable me exigía que tenía que subir por allí. Como si hubiera recibido una orden empecé a cumplir dicho impulso. Difícilmente podía subir ya que sentía como una corriente de aire que salía de la parte más alta donde se apoyaba la escalerilla por la que estaba subiendo. Fue un ascenso lento y penoso. Pero tenía que cumplir lo que interiormente recibía como una orden aunque no le veía ningún objetivo a aquella subida sin sentido. Pero algo me decía que si continuaba haciéndolo diligentemente me demostraría a mí mismo que podría arrostrar cualquier peligro con tal de hacer valer mi voluntad por encima de cualquier contratiempo que se presentara. Esto era lo que más me obsesionaba a pesar de la sinrazón de aquel esfuerzo. Tenía que tranquilizarme con el convencimiento de que no había transgredido la orden interior que me obligaba a actuar por encima de toda circunstancia. Tenía que cumplirla a pesar de todo. Tenía que obedecerla para no traicionarme a mí mismo.