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sábado, 6 de abril de 2024

 

REFLEXIONES PEDAGOGICAS  (2)  2023

José Iván Bedoya M.

Facultad de Educación   U. de A.   Medellín    jbedma@hotmail.com

 

¿Pensar es articular ideas que ya están producidas o consiste más bien en producir ideas para poderlas comunicar luego? Me hago continuamente esta pregunta, tratando de indagar qué es propiamente pensar como actividad que es. Según la propuesta idealista, las ideas ya existen, preexisten. Se trataría, entonces, en el pensar, de relacionarlas, articularlas, unas con otras.  Así por ejemplo, según Platón, se trata de salir del mundo sensible en el que solo podemos percibir las cosas que son meramente sombras o apariencias de las ideas, las que sí serían verdaderas en sí mismas.  Entonces, pensar es un develar, descubrir las ideas verdaderas en sí mismas, superando o ascendiendo desde las cosas, que solo serían fuente de opiniones, hasta llegar mediante el diálogo a las ideas como verdades que son por sí o en sí mismas.

Pensar en este contexto idealista es un proceso dialéctico que se va constituyendo como una ascensión desde las cosas hasta las ideas verdaderas en sí mismas, ascendiendo y superando las cosas que nos encadenaban a tener solo opiniones o informaciones aparentes y por tanto engañosas.  Sin tener que aceptar la teoría idealista de que las ideas ya existen o preexisten, hay que preguntarnos, entonces, si para pensar formaríamos las ideas a partir de elementos previos o contenidos epistémicos que estarían de alguna manera en el cerebro como relaciones neuronales, sinapsis, y que el pensar como actividad o proceso las actualizaría y volvería cada vez más complejas.  O sea, pensar no es un simple develar o desocultar las ideas verdaderas, lo que implicaría que éstas ya existirían tal cual son, solo que ocultas, detrás de las cosas, como sombras de las mismas.  El sujeto ni siquiera sabe que las tiene ocultas en su pensamiento. Necesitaría de un guía, de un filósofo como Sócrates, para poder iniciar ese ascenso dialéctico hasta ir conociendo estas ideas en sí mismas, a medida que se aleja o asciende desde las cosas mismas.  Ahora bien, pensar es un proceso complejo que no se puede reducir a ese ascender alejándonos de las cosas como es la propuesta idealista, ni un extraer la verdad a partir de las cosas, donde estaría oculta, como su esencia, como lo propone el esquema contrario, esto es, el empirista o positivista.

 

Así como mediante la lectura producimos el texto en el sentido de que lo reconstruimos como totalidad que es, como un todo paradigmático, así la escritura es producir un texto a partir de enunciados que vamos articulando.  Escribir es un proceso complejo porque no es solo ir “juntando” como elementos sueltos, dichos enunciados, e ir acumulándolos, sino que escribir  va produciendo un texto pero en una forma sintagmática, compleja, como quien va tejiendo una red con elementos a su vez complejos  que van encontrando su sentido a medida que el texto se va produciendo.

El carácter paradigmático del conocimiento es reconocido y evidenciado junto a otros conceptos cuando Herbart afirma que un concepto se relaciona con otros precedentes y con los que le siguen en una especie de cadena pre o postconceptual.  Es la estructuración sistemática que permite entender comprendiendo un concepto articulándolo con otros en un conjunto sistemático.  Por eso, entender implica comprender en el sentido de integrar conceptos en una estructura determinada.  Esta no preexiste a la existencia de todos sus conceptos, sino que está constituida por la relación que tienen todos sus elementos entre sí, en la que cada uno tiene su relación compleja. La estructura como tal existe en la medida en que cada elemento es lo que es y cumple un objetivo con relación a dicha estructura o totalidad. O sea que, en la propuesta hermenéutica, para comprender un concepto se debe ir a la estructura compleja en la que dicho concepto adquiere toda su significación.  Comprender es ir descubriendo esta relación compleja que está dada en cada momento y en el presente es lo que permite o explica la existencia de un todo complejo.  Entender un concepto implica, entonces, comprender esta articulación con los demás conceptos con los que está integrado en una cadena o más bien en una estructura compleja, la que solo se da y se entiende por la relación compleja que tiene con todos los demás. De ahí que un concepto no se puede entender aislado o en sí mismo sino a partir del sistema o estructura de la que forma parte.  Esto ya lo había entendido Herbart cuando superando la concepción kantiana había afirmado que para comprender un concepto era insuficiente su propuesta racionalista, en el sentido de que lo que permite la ciencia moderna no es solo la capacidad racional del sujeto pensante, partiendo desde sí mismo, sino articulando el concepto con los que ya dispone, con su contexto conceptual, estructural.  Entonces para Herbart, situándose en una temática pedagógica, para enseñar un concepto no se puede exponerlo solo en sí mismo, aunque sea con mucha claridad, sino relacionarlo con el sistema complejo en el que está integrado y para lograr su comprensión hay que entenderlo desde este contexto que no es un momento previo, sino que se reconstruye en el acto mismo de su comprensión. Si no se procede así no queda sino la opción de memorizarlo como elemento aislado.

En un contexto pedagógico enseñar no es solo exponer, mostrar o presentar los conceptos como elementos aislados sino demostrar su relación articulada o estructurada con todos los demás conceptos con los que se realiza su comprensión.   Comprender un concepto implica interpretarlo en el contexto de una teoría determinada en la que participa y actúa como elemento interdependiente junto a otros conceptos.  Implica reconstruir la cadena paradigmática de la que forma parte de modo interdependiente y la cadena sintagmática en la que aparece integrado como un eslabón siguiendo la continuidad lingüística.

Formación es básicamente un concepto hermenéutico en el sentido de que sólo se lo entiende completa y acertadamente como una integración de elementos, capacidades, conocimientos, etc. en el sujeto que la está desarrollando.  Formación es una integración paradigmática y un desarrollo sintagmático: formar implica ir integrando todo ese conjunto de sus elementos formativos que en un momento determinado de la historia de este proceso formativo constituye una esencial estructura en la que todos deben estar articulados y estructurados para poder decir que poseo una determinada formación en un campo determinado del saber científico  o del arte: en un momento determinado puedo decir que estoy formado pero se supone que no del todo porque si estoy en un proceso de formación estoy formándome pero aún no lo soy del todo y como este proceso es inacabable no podré decir cuándo lo lograré del todo porque puedo o debo seguirlo realizando o también está el riesgo  de que no se pueda continuar como debería serlo.

Antes se creía que el maestro debía instruir, enseñar un tema o contenido científico, y el alumno limitarse a aprender, recibir y llenar su mente con todo o solo con lo que el maestro o instructor le enseñara o le transmitiera. Esta famosa o tradicional relación pedagógica era lo que caracterizaba la propuesta pedagógica clásica o tradicional y la que aun en las instituciones se sigue aplicando o replicando.  Se supone que no hay otra forma de entender o proyectar esta relación. Pero en el actual contexto postmoderno, hermenéutico, se puede decir que esta relación se cuestiona, se problematiza, porque aparece caracterizada dicha relación de otra forma mediatizada por la actual situación dada por la pandemia por la que estamos o hemos pasado.  Hemos entendido a pesar de todo o a propósito de esta situación extrema a la que nos hemos visto todos sometidos por la desescolarización en que nos hemos visto obligados a trabajar, ya que no teníamos la célebre relación pedagógica descrita más arriba operando en todo el ámbito escolar o institucional.  Debíamos preparar la clase imaginándonos una relación virtual con potenciales alumnos con los que debíamos comunicarnos ya mediante una serie de técnicas informáticas.  Entra entonces a operar la virtualidad tecnológica en el proceso pedagógico lo que obliga a un cuestionamiento del proceso pedagógico como lo veníamos efectuando y sobre todo entendiendo hasta ahora.  Surge lo que yo llamaría una nueva crítica epistemológica del proyecto pedagógico ya que el actuar del estudiante no depende total o exclusivamente de lo que determine un maestro presencial a través o mediatizado por una institución.  El maestro debe limitarse a plantear temas o problemas de investigación para que el alumno encuentre por sí mismo en las respectivas páginas de Internet su respuesta o en los documentos que le “facilite” o le recomiende el mismo docente.  Esta relación maestro-alumno se mediatiza a través de estas nuevas tecnologías.  Se descubren nuevas vías o perspectivas de los conocimientos que empiezan sorprendiendo no solo a los alumnos sino a los mismos profesores, porque ya advertimos o descubrimos nuevas potencialidades que antes estaban solo limitadas a lo que se pudiera hacer en un aula de clase. Estamos descubriendo o abiertos a un nuevo universo de saber que el maestro debe saber orientar y guiar en el proceso formativo de sus alumnos. El maestro debe saber moverse en esta nueva perspectiva virtual y tecnológica ya que el alumno también va descubriendo otra faceta de solo entretenimiento de estos nuevos recursos metodológicos. Si el alumno no se debe limitar ya a recibir y aprender solo lo que el maestro le pueda enseñar, entonces debe aprender, ante todo con la acertada guía pedagógica de su maestro, a buscar por sí mismo el saber científico que antes lo recibía solo de su maestro o únicamente de los textos que este le proporcionaba. O sea que en la actual situación pandémica es cuando más se evidencia la necesidad para el alumno de buscar por sí mismo los conocimientos, o sea a investigar guiado, eso sí, por un maestro con una acertada formación pedagógica.  La tarea o más bien la responsabilidad del maestro diligente incluye otros elementos que antes eran usados como excepcionales, esporádicos o incluso al margen del proceso pedagógico: se trata de manera esencial de despertar el amor o el deseo de saber, de investigar por sí mismo, de despertar esta nueva fuerza interior al interior  de cada subjetividad.  Yo la llamo más que una pasion, un apasionamiento, un interés apasionante en la búsqueda de respuestas a los interrogantes y problemas que el mismo sujeto estudiante va planteando y descubriendo por sí mismo.    El profesor en este contexto debe propiciar el enamoramiento del texto, el placer de la lectura, ya que el estudiante se va a ver en la tarea de leer él solo, un texto, sin el contacto o el entorno de los otros sujetos-alumnos, como se hacía antes.

Mediante el diálogo se constata una carencia: la carencia del saber. Se orienta al estudiante a que constate por sí mismo que no sabe, se lo conduce a una aporía: a contradecir por sí mismo el saber que pretendía tener y del que se ufanaba, hablando de él a los demás. Cuando él por sí mismo, en sí mismo, constata que realmente no sabe aquello que pretendía saber, entra en una confusión mental y debe tratar de salir de ella por sí mismo. Debe salir a buscar ese conocimiento, esa respuesta al problema que se ha planteado.  Este debe ser el auténtico sentido de una investigación, de la investigación como proceso formativo pedagógico.

No se trata, entonces, de proceder a llenar desde fuera con nuevos contenidos o teorías esta carencia que el estudiante ha constatado por sí mismo. Se trata, como se decía antes, de despertar el deseo de saber, de buscar llenar esta carencia pero por medio de respuestas a las preguntas que el mismo sujeto se ha planteado en esta constatación epistémica. Así procede Sócrates, por ejemplo, cuando en el diálogo Menón, demuestra que él no intentaba enseñar nada, que lo único que pretendía era llevar mediante el diálogo al estudiante a esta aporía, a que se diera cuenta que no sabía lo que pretendía saber. Lo único que pretendía era despertar este deseo de saber, hacer surgir esta fuerza interior que lo motivase a salir de sí mismo a conocer o a buscar el conocimiento guiado u orientado por el maestro, en este caso, por Sócrates.    El maestro constata esta carencia en el estudiante, pero debe constatar su propia carencia, es decir, que no posee todo el saber que este sujeto necesita para llenar su carencia. Lo que sí debe descubrir es esta subjetividad, esta complejidad de potencialidades, que pueden despertarse y motivarlo para que las vaya realizando o satisfaciendo.   Debe procurar, entonces, solo despertar este deseo de saber, de interrogarse, en contacto con la naturaleza y mediante -como decía Herbart- el trato social.

Platón completa aquí a Sócrates diciendo que negando las opiniones (doxai) de las que ya había demostrado que eran falsas, en cuanto opiniones que se tenían a partir de las cosas sensibles, que son solo apariencias o sombras de las ideas, habría que alejarnos de las mismas y ascender mediante  un proceso dialéctico, es decir, filosófico y mediante la anámnesis, ir  recordando, ir reconociendo en el mismo pensamiento estas ideas que habíamos olvidado cuando asumimos un cuerpo y nacimos en este mundo sensible.  El conocimiento es un proceso que consiste en ir ascendiendo desde este mundo al de las ideas. Conocimiento es entonces reconocimiento. Es un proceso continuo y constante de ir reconociendo lo que habíamos olvidado a medida que vivíamos en el mundo de las cosas sensibles.  Es obvio que de esta teoría platónica del conocimiento para intentar entender el proceso formativo como se lo debe entender hoy, solo vamos a rescatar el carácter dialéctico del método, esto es, la forma como se debe conocer, como se debe buscar el conocimiento, esto es, investigar, lograr primero que todo, crear ese vacío conceptual en el sujeto que debe formarse por sí mismo, sin pretender formarlo desde fuera, desde el otro, el maestro. No esperar que el sujeto sea formado por otro, por su maestro mediatizado o en el marco de una institución, sino que se forme a sí mismo. Su proyecto es formarse. Entonces, ¿cuál es el papel o la misión del maestro en este caso?  En una mirada integradora, desde la filosofía, o reuniendo lo que entendemos desde varias concepciones pedagógicas, ya tomamos este punto inicial y crucial propuesto por Platón: crear primero la necesidad o el deseo de conocer, cuestionando las opiniones con las que habíamos llenado o agotado este primer acceso al conocimiento.  Luego habría que seguir con este proceso dialógico de preguntas hábilmente planteadas para que fuera descubriendo por sí mismo la respuesta a las mismas y produjera sus teorías y entendiera comprendiendo, según la propuesta hermenéutica, que las teorías científicas que están ya elaboradas y que fueron producidas en un proceso histórico científico o sea en cada una de las ciencias naturales o sociales que le corresponda investigar y que más despierten su interés al ir llenando este deseo o carencia de conocer, suscitado en ese primer momento de su proceso formativo, se han constituido precisamente como respuestas más o menos sistematizadas a determinados problemas que fueron planteados en cada proceso de constitución científica.   

                             

 

 

LA ESTRUCTURA MITICA DEL RELATO EN LA OBRA DE GARCIA MARQUEZ   (Presentación de la obra)

 

INTRODUCCION

1. PROBLEMAS METODOLOGICOS

2. ASPECTOS ESENCIALES DE LA ESTRUCTURA MITICA.

2. 1. ANALISIS ESTRUCTURAL DEL MITO.

2. 2. ANALISIS DEL MITO DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL CONTENIDO

2. 3. EL COMPORTAMIENTO MITICO

3. LA ESTRUCTURA MITlCA EN LA OBRA DE GARCIA MARQUEZ.

3. 1. TRATAMIENTO DEL TIEMPO.

3. 2. ANALISIS DEL TRATAMIENTO DEL TIEMPO EN LA HOJARASCA

3. 3. LOS ELEMENTOS DE LA ESTRUCTURA MITICA EN GARCIA MARQUEZ

3. 3. 1. MACONDO: EL ESPACIO MITICO COMO ESCENARIO DE LA TRAGEDIA.

3. 3. 2. FUNDACION DEL LUGAR

3. 3. 4. MACONDO EN SUS COMIENZOS

3. 3. 5. LA ALQUIMIA EN MACONDO: ACTIVIDAD FEBRIL E INTENTO DE DESCUBRIR EL FUNCIONAMIENTO OCULTO DE LO REAL.

3. 4. EL TIEMPO HISTORlCO.

3. 5. EL TIEMPO CICLICO

3. 6. DESGASTE Y ACABAMIENTO DEL TIEMPO.

3. 7. MELQUIADES Y LOS PERGAMINOS

3. 8. EL INCESTO: EJE DE SIGNIFICACION EN EL DESARROLLO DEL RELATO.

3. 9. LA SOLEDAD Y LA OBSESION DEL INCESTO.

3. 10. LA MUERTE COMO CAIDA DESESPERADA EN LA SOLEDAD TEMIDA.

3. 11. ESQUEMA MITICO Y ESQUEMA BIBLICO.

3. 12. ACABAMIENTO Y DESTRUCCION DE MACONDO. CUMPLIMIENTO DEL TIEMPO Y DESCIFRAMIENTO DE LOS PERGAMINOS.

 

 

 

A MANERA DE PRÓLOGO

Pienso en la analogía que existe en el acto creador del sueño y en la elaboración imaginaria o estructurante del acto de escribir y de la escritura en general. En los dos procesos creativos se articulan elementos ya existentes en un conjunto que es significativo por el proceso mismo de construcción. Es decir, elementos que ya existían previamente como datos o elementos sueltos (ideas, recuerdos, vivencias, etc.) por el proceso de asociación o articulación unos con otros, de una forma compleja y significativa, se convierten en un conjunto nuevo, en un resultado cuya principal característica es que tienen una nueva significación por haber sido estructurados como lo fueron precisamente así. En el sueño, en ese proceso que nos entrega casi a diario resultados que contar o compartir a otros, se producen relatos o acontecimientos que son recordados -algunas veces- en el momento de despertarnos. Les tratamos de dar un significado ligándolos con acontecimientos de la misma vida consciente, vivida a diario. Pero pronto, si no son recordados nítidamente, son olvidados, quedando de los mismos un rastro cada vez menos nítido, hasta desaparecer completamente de nuestra misma atención.

En el proceso de escribir también relacionamos ideas o recuerdos que ya de alguna manera existen en el pensamiento porque fueron elaborados o pensados en procesos conscientes anteriores y ya han sido asimilados o apropiados como elementos inteligibles en el sentido de que entendemos realmente lo que significan y por eso podemos hablar sobre ellos y los tenemos como nuestras ideas.

En los dos procesos, entonces, el onírico y el literario, se da una creación que es una estructuración compleja de elementos ya existentes, pero que se van a articular de una forma tal que conforman un nuevo contenido complejo consciente.

Así como ocurre con los sueños, no nos preguntamos, cuando leemos un cuento o un relato, por qué su autor articuló o relacionó los elementos –o contenidos de su escrito- en la forma en que lo hizo o que presentó finalmente en su obra literaria. La leemos – o la analizamos- así como nos la entregó finalmente y solo pretendemos captar o entender el significado que como tal pueda tener. Ni siquiera consideramos necesario o pertinente entender cómo fue elaborada o producida la obra –cuento, relato o incluso, novela-. Se considera que debe ser leída –o investigada- como tal como obra escrita, con respecto a la cual solo cabe o corresponde el acto o proceso de leer. Lo demás, si se cree que es necesario entenderla en su proceso de creación, se deja para otro momento o para otros lectores, que pueden ser los críticos literarios encargados de entender o descifrar este proceso complejo que implicó el acto de escribir tal otra literaria (casi siempre referente a los antecedentes biográficos, relaciones con otros sujetos escritores, influencias recibidas, lecturas previas relacionadas con el tema tratado, etc.)

 

INTRODUCCION

Se intenta mostrar que es posible un análisis mítico de la estructura de una obra literaria. Esto es lo que nos proponemos realizar con la obra de Gabriel García Márquez. Así mismo hay que indicar cómo esa estructura mítica es interpretable de acuerdo a una determinada concepción religiosa. Nuestro objetivo último es llegar a través del mito a lo religioso implícito en la obra. Sobra advertir que, si, a primera vista puede ser un objetivo muy lícito y apropiado, tiene, sin embargo, algunos problemas metodológicos los que se intentará señalar antes de abordar el objetivo de nuestro estudio.

Entre las formas de crítica se destaca la que toma como punto de partida o criterio de investigación los elementos míticos presentes en la obra analizada.  Entre los críticos de la actual novela latinoamericana, unos estudian e interpretan el trasfondo o el contexto mítico que muchas obras tienen. Creemos que esto es muy válido, dado que precisamente muchos novelistas, como es el caso de Gabriel García Márquez, se sitúan en el mito, y así logran tener una visión más profunda y acertada de una situación histórica tan rica como es la del hombre latinoamericano. Un estudio mítico de una obra literaria como es el caso de CIEN AÑOS DE SOLEDAD, no deja de tener pues, una profunda significación.

De ella nos vamos a servir aquí ya que precisamente, es a través del mito como aparece una caracterización de esa situación peculiar de este tipo de hombre con el que tenemos tanto contacto. No sobra adelantar que es a través de la novela, de la literatura, como podemos tener acceso a ciertas realidades humanas que de otra suerte nos serían inabordables. Lo que parece más evidente en el caso de Cien Años De Soledad es la enajenación del hombre por una serie de factores expresados maravillosamente en el contexto de la novela. Es la poetización de la tragedia del hombre, localizada en un relato muy concreto: el de Macondo. Sin embargo, en su historia, en el sucederse de sus miserias y grandezas, el mito tiene una función muy importante: es un comportamiento que se puede llamar doméstico, híbrido, asociado a muchos otros elementos que son míticos y que responden a un contexto mucho más general. Aquí nos preguntamos si Cien Años De Soledad es un exacto reflejo o si esa realidad, ese mundo poético que ya vemos en la obra, es susceptible de ser interpretado con criterios teológicos. Es decir, dejamos supuesto el problema de una posible referencia de la obra a la realidad y nos centramos en el estudio de la obra como aparece, fuera del autor. Este no influye en la comprensión de la obra: él solo estuvo en contacto con ella en el proceso de la creación. Tampoco consideraremos aquí el problema de si una crítica tiene que remitirse al acto originario por medio del cual la obra accedió a un estar a mano, a la cualidad de ser objeto.

Nos fijaremos entonces, en la estructura mítica desde el punto de vista de la significación, o sea, la estructura semiológica del mito en general, con el fin de tener en cuenta cómo hay que situar el mito y todo lo que implica, en un contexto de significación. Evidentemente esta significación del mito estará enmarcada dentro de un contexto religioso, y por ello, veremos el mito como experiencia religiosa que explica el origen y el fin de las cosas.

 

José Iván Bedoya Madrid    jbedma@hotmail.com

 

martes, 2 de abril de 2024

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lunes, 1 de abril de 2024