“Conócete a
ti mismo”: aforismo que nos sitúa o nos devuelve a lo más esencial y valioso de
la tradición filosófica griega: la importancia del primer conocimiento esencial
sin el cual no podría iniciarse ningún conocimiento auténtico. Antes de iniciar
cualquier proceso de conocimiento es necesario analizar, es decir, conocer las
propias capacidades de que dispongo para
realizar dicho proyecto: no puedo partir sin hacer unos preparativos como quien
debe disponer todo lo previsto antes de iniciar cualquier viaje de navegación.
Con qué recursos cuento para saber hasta dónde podré llegar. En el caso del conocimiento hay que conocer
previamente quién soy yo como sujeto que inicia un proceso de conocimiento, qué
recursos y sobre todo qué limitaciones o de qué elementos limitados dispongo.
Hoy, sobre todo, ante la perspectiva de un conocimiento más complejo o
problemático como se pretende desarrollar es cuando más es necesario analizar
las implicaciones de este famoso aforismo griego. Conocerse a sí mismo en este contexto
significa que antes de iniciar un proceso de investigación científica hay que
investigar previamente con qué recursos cuento para iniciar y llevar a cabo
dicho proceso. Aquí es donde encontramos el primer rasgo de la complejidad del
proceso de conocer: conocer no es un proceso lineal que empieza en A y que
tiene que llegar inmediata o sucesivamente a un punto B. Conocer es un proceso
complejo porque no se trata solo de iniciar desde un momento determinado dicho
proceso para llegar como fuese a su desarrollo u objetivo como se había
pretendido hacer en la Modernidad mediante el famoso “método científico”. El
conocimiento es complejo porque siempre
se exige estar reflexionando no solo a partir de la teoría que estamos tratando
de “aplicar” para llegar a un determinado resultado en el proceso de
investigación científica respectiva sino porque es una reflexión problemática
constante y continua: siempre se me exige estar pensando en lo que en cuanto
sujeto de conocimiento estoy realizando: no solo si estoy aplicando las leyes o
reglas respectivas del método científico sino sobre todo cómo es mi análisis
epistemológico o racional de lo que estoy realizando: conocerse a sí mismo
implica que debo estar actuando en todo el proceso de conocer como el filósofo griego
cuando planteaba que había otro asunto más esencial o indispensable antes de
iniciar cualquier proyecto de conocimiento o abordaje racional de lo real: el
autoconocimiento, para cuestionar cómo estoy procediendo en cada momento
concreto de la investigación científica.
En este
momento hablamos de una epistemología de
la complejidad porque no se trata solo de entender cómo se realiza o se
debe llevar a cabo el proceso de conocimiento científico para que sea realmente
un proceso de conocimiento científico y no se desvíe o se convierta en
cualquier cosa, sino que más importante o esencial que este mismo punto, hay
que estar vigilantes acerca de la forma como estamos procediendo como sujetos
de conocimiento. La complejidad de la epistemología actual radica precisamente
en este punto concreto: hay que reflexionar sobre más elementos o problemas de
los que hasta ahora habíamos abordado o tenido en cuenta. Bachelard ya había
intuido toda esta dimensión de la epistemología cuando hablaba de una
epistemología del sujeto o de “un sicoanálisis del conocimiento objetivo”.
Aunque se
acepta la necesidad de partir de este autoconocimiento indispensable para poder
realmente conocer o llevar a cabo una investigación científica en toda su
complejidad, actualmente es cuando más se encuentran obstáculos para hacerlo porque se está
exigiendo efectividad o eficiencia en todo proyecto de investigación que se
inicie. Hay que presentar resultados lo más pronto posible o en otras palabras
no se puede ejecutar sino lo que previamente ya ha sido aprobado o financiado y
no se puede dedicar tiempo a
“disquisiciones o elucubraciones de tipo sicológico”. Cuando se menciona el
“obstáculo epistemológico” se cree que es todo lo que se refiere a la
resistencia que opone lo real para ser conocido o abordado en un proceso de
conocimiento. No se ve el obstáculo por el lado de la subjetividad o sea todo
aquello que impide iniciar un proceso de conocimiento auténtico desde el punto
de vista del sujeto, desde la inercia o resistencia inicial reconocida como
pereza o hábitos que atan el proyecto de conocer o que frenan ese deseo de
conocer, que lo limitan y restringen a tomar cualquier idea u opinión como
explicación de lo que vemos o experimentamos directamente.
“Conocerse a
sí mismo” entonces, implica empezar a reconocer toda esta madeja de obstáculos
que se enredan entre sí y confunden al mismo sujeto en su proyecto de
conocer. La superación de este conjunto
de obstáculos epistemológicos de carácter subjetivo no se da por sí mismo sino
que hay que asumir una verdadera autocrítica o reflexión metateórica para
propiciar ese estado de vigilancia racional para poder iniciar un verdadero
planteamiento del problema a investigar. En lugar de salir inmediatamente hacia
el objeto de conocimiento, esto es, la realidad, para intentar abordarlo o
asumirlo como tal, de lo que se trata es de devolvernos a la propia
subjetividad o a los procesos que se llevan a cabo en el sujeto y que hasta ahora habían sido dejados de lado o de
una vez se habían obviado y evitado porque se creía que correspondían más a una
sicología que a la ciencia en cuestión en la que estuviéramos trabajando. Un
físico matemático, por ejemplo, no va a plantearse problemas de esta índole, se
le exige ir directamente al tema. “Vaya al grano”, se le advierte
constantemente.
Ahora bien,
la complejidad del conocimiento como se la acepta actualmente implica abordar
todo este estrato de problemas teóricos que hasta ahora habían sido evitados.
La epistemología de la complejidad implica tomar el conocimiento en toda esta problemática
ampliada, abordada y reconocida como tal por los mismos científicos. (Tomemos,
por ejemplo, el caso de S. Hawkins, para quien el proceso mismo de conocer era
todo un proyecto complejo que implicaba a su vez cuestionamientos metateóricos
y que aún desbordaba el contexto moderno y hasta el postmoderno en que se
habían ubicado las ciencias físicas y naturales).
La actual
era informática en la que tienen tanta vigencia las nuevas tecnologías de la
información con el acceso a través de Internet a las bases de datos de toda
índole ha evidenciado aún más este carácter complejo del conocimiento y de la
problemática teórica en torno a él. Los conocimientos ya no se pueden tomar
como meros datos reunidos en teorías cerradas o sistematizadas a partir de
grandes dogmas o principios generales o universales, sino que están articulados
de tal modo que sus imbricaciones son irracionales o desbordan lo que hasta
ahora se venía teniendo como racional al estilo de un Kant, o un Hegel, por
ejemplo. La articulación se da más bien por problemas que desbordan el sentido
mismo de las teorías, es decir por algún problema metateórico que no estaba
dado de antemano del tal modo que alguien pudiera predeterminar los pasos a
seguir y la teoría como explicación a la que habría que llegar de manera
ineludible. Como se decía desde la Historia de las Ciencias, en una ciencia
nada está dado, todo hay que plantearlo. O sea, una ciencia no es un conjunto
sistemático de contenidos o de conceptos ya estructurados o planteados. Una
ciencia es más bien un contexto teórico y metateórico para plantear nuevos
problemas. Nada está dado para ser recibido, aprendido y repetido en forma
indefinida. Una formación científica es la capacidad para descubrir y sobre
todo saber plantear nuevos problemas. Estas nuevas redes de la comunicación tan
dominantes actualmente han permitido descubrir y hacer evidentes estas nuevas
formas de acceder a los conocimientos. Estos, más que unos contenidos cerrados
y sistematizados que habría que estudiar, esto es, sacar de los libros ubicados
en las bibliotecas públicas o privadas, están constituidos por un conjunto de
acciones en que participan y se comunican muchos sujetos de conocimiento.
(Pensemos lo que representa la Wikipedia: un proyecto enciclopédico elaborado
con la participación de los mismos internautas a nivel mundial).
Más que una
racionalidad para estructurar los conocimientos, se impone el criterio de la comunicación, es decir, importan más las
ideas cuando son comunicadas en estas redes en que participan sujetos de los
que escasamente se sabe el nombre y de pronto solo una foto subida desde su
oficina o lugar de trabajo que puede ser ya su misma casa. Ya no es la
reflexión como pensamiento centrado en un sujeto cartesiano (cogito) sino la
comunicación como tal la que se impone como garantía de verdad o de aceptación
o criterio de difusión de dichas nuevas “verdades”. Estas se consideran como
tales si han sido difundidas y aceptadas por muchos, ojalá por casi todos los que puedan acceder a
ellas. De ahí la importancia del famoso “me gusta” como garantía de su difusión
y aceptación.
Comunicar es
aquí compartir los conocimientos, (no interesa que sean muchos y no importa su
validez o su verdad) extenderlos como un “reguero” para que cubran cada vez más
receptores pasivos de dichos contenidos recibidos. Los conocimientos se
convierten en “noticias”, datos, que deben ser entregados a los nuevos
receptores o sujetos ávidos de este tipo de contenidos que siempre van a estar
a la espera de lo nuevo que se esté difundiendo para irlo a consumir. Se está
pretendiendo en este proceso comunicativo que dichos contenidos sean apropiados
por muchos individuos en cada vez nuevas redes de sujetos internautas que se
van convirtiendo en redes universales. Así se impone un nuevo sentido de
verdad: lo que es aceptado por todos los que reciben estos supuestos
“conocimientos verdaderos”. Ya que nadie empieza a dudar o siquiera indagar
quién o cómo los han producido y solo es suficiente que venga acompañado, si es
posible, de una imagen como la única garantía de su “verdad”. No hay lugar para
la discusión o reflexión sobre estos contenidos recibidos. Se aceptan y listo:
si se accede a ellos con solo “dar un click” ya es garantía de que ha cumplido
con el objetivo de la difusión y la extensión y así vemos cómo “falsas
verdades” se han convertido en todo y por todo en “verdades” que todos tienden
a aceptar como tales solo por el hecho de que las han leído u obtenido en
Internet y otros así lo han “confirmado”. Un enunciado se considera verdadero
si es aceptado por muchos con tendencia a que sea por todos y esto es
suficiente para tomarlo como verdadero. Así llegamos a la famosa “postverdad”,
o sea, lo que no puede pasar por la prueba de la verdad, o su “comprobación”,
pero como se ha conseguido con otro criterio, hay que aceptarla como tal.
Ahora bien,
una epistemología de la complejidad no es que tenga que partir y aceptar este
estado de cosas sino que tiene que entrar a analizar y cuestionar por qué se da
y cómo se produce entonces esta situación tan compleja en la que se va
imponiendo un nuevo criterio de verdad y una nueva ética: la que es validada
por muchos o por casi todos: como “ellos” lo dijeron y difundieron así debe
ser y así hay que aceptarlo y proceder a
retransmitirlo para quedar “bien” con todos porque estos “todos” (sujetos
innominados o anónimos) así lo han impuesto y difundido. Es la ley de la masa,
del rebaño, como está muy bien expresado en el adagio popular: “para dónde va
Vicente, para donde va la gente”.
Estamos siendo conducidos por los que manejan las redes sociales como el
rebaño que va para el despeñadero. Y se llega así a decir: aquí no hay ética
que valga. Lo único válido es que sea seguido por todos y basta. No hay que
preguntar o plantear nada más. Aquí termina todo para este conocimiento
convertido en noticia: sigamos abriendo páginas o ventanas para ver otros
contenidos más “nuevos” que puedan interesarnos o emocionarnos. Ya no hay ética
que valga porque ya no se está buscando quién o qué determina el procedimiento
correcto en este nuevo acceso al conocimiento que se supone verdadero o que ni
siquiera se cuestiona su estado o carácter de verdad. Simplemente se impone
porque así lo han difundido y ha sido aceptado por todos. Se aceptan estas
ideas o contenidos sin tener en cuenta una ética o una filosofía como garantía de acceso a lo verdadero.
El
cuestionar este actual estado de cosas en el acceso a los contenidos teóricos
(denominados así porque es en lo que ahora más pensamos) es una de las tareas
asignada a una epistemología de la complejidad. Así como Bachelard y demás
autores que participaban de sus principales planteamientos estaban cuestionando
las revoluciones científicas que se dieron en el siglo XX, ahora en el contexto
actual hay que cuestionar para entender, comprender y en lo posible reorientar
el uso de estas redes sociales aunque sea sobre todo para el ejercicio del
saber científico y la formación científica en los estudiantes que deben acceder
a los conocimientos empleando esta nueva tecnología informática.
En este
contexto definamos los posibles planteamientos críticos para una epistemología
de la complejidad: No se toma ya la razón cartesiana como criterio de verdad del conocimiento ya que
reconociendo las nuevas condiciones de producción de las teorías científicas ya
no se puede definir su carácter de verdad por la evidencia que pudiera
demostrar un sujeto por sí o en sí mismo. Ya no se pretende la demostración o
convencimiento perentorio a los que pudiera llegar un sujeto por sí o en sí
mismo. Se impone la necesidad de comunicar con los otros sujetos en un
ejercicio de comunicación y confrontación con otros proyectos dentro del mismo
contexto cultural transdisciplinar. En este sentido, de la experimentación y
exposición de las teorías, resultado de dichas comprobaciones empíricas y
experimentales se ha pasado a la confrontación crítica y teórica en los
diversos contextos culturales. Podemos hablar entonces, de un nuevo contexto
sociocultural para validar las teorías que pretenden ser definidas como
verdaderas. Así las redes sociales adquieren toda su importancia en este
proceso de construcción y consolidación de las teorías científicas ya que son
los recursos metodológicos más apropiados y accesibles para esta tarea y de
modo indirecto se estaría dándole una importancia esencial a la tecnología
informática para que no se sigan reduciendo a difundir trinos en todos los
ámbitos de la comunicación. De esta forma la comunicabilidad se constituye en un contexto imprescindible en todo
este proyecto científico postmoderno. Este seria el criterio de la dialogicidad del pensamiento según
Gadamer, que no solo se apoya en la relación de un Yo con un Tú según M. Buber,
quien a su vez había influido en este punto concreto en el mismo Gadamer, sino
que lo trasciende al plantear que son varios (o todos los que pudieran asumirse
como Yo) los que se pueden comunicar con los otros (los Tu) en estas virtuales
relaciones que se van determinando y consolidando como tales.
Una
epistemología de la complejidad tiene que empezar a constatar
que no hay una “vía regia” para el conocimiento científico. Este se concibe más
bien como un proyecto, un constructo en
el que participan los que trabajan en él. Esto significa sobre todo que una
teoría científica no es un todo dado antes de empezar a trabajar en ella como
algo que recibimos para ser aplicado o enseñado o replicado en forma repetida e
indefinida. O sea, una epistemología de
la complejidad tiene que empezar a cuestionar este y otros paradigmas con los
que nos hemos identificado hasta ahora. Es necesario saber plantear un problema
de conocimiento o de investigación y no pretender llegar a su respuesta
efectiva inmediata o suponer que las teorías nos deben dar respuesta a todo
nuevo problema o hipótesis que nos hagamos sobre lo real. En este sentido, la historia de las ciencias
es inexcusable en el trabajo científico actual entendido no como un simple
viajar al pasado de una ciencia con un interés meramente enciclopédico sino
porque para entender y sobre todo comprender el trabajo científico actual hay
que saber cómo se plantearon los problemas y cómo (en qué contexto
epistemológico y cultural) se construyeron sus respuestas, o sea, las teorías
científicas hoy vigentes.
La
dialogicidad permite entender esta comunicabilidad del proyecto científico
postmoderno: es a través del carácter dialógico que vamos constatando y
descubriendo actualmente como se construyen las teorías científicas. Se pueden
comunicar las teorías que se van construyendo porque son discursos y así es
como hay que difundirlos o hacerlos comprensibles. Cuando se elaboran informes
para hacer conocer el estado de la cuestión, cuando se presenta una tesis para
ser debatida por los pares en proyectos científicos, cuando se sustenta una
respuesta teórica a una hipótesis que ha venido siendo investigada, etc.,
estamos ante la necesidad de convertir en discurso, esto es, en lenguaje para
ser entendido por otros sujetos que estarían en el mismo rango de
comunicabilidad, esto es, en el mismo nivel de competencia teórica para ser
sujetos receptores en estos diferentes actos de comunicación teórica. La
dialogicidad está implícita en estos diferentes actos de comunicación. Nos
comunicamos estos diferentes contenidos discursivos para poder entendernos a
través de ellos, esto es, para establecer un diálogo constante y continuo
mientras dure y se vaya construyendo cada teoría científica. Pero se pueden
efectuar estos diferentes momentos dialógicos por la dialogicidad que aquí
estamos constatando como esencial a toda teoría científica en la
postmodernidad. La epistemología de la complejidad nos permite analizar no solo
cómo se da esta dialogicidad en estos diversos órdenes del saber, sino que nos
permite comprender que hay investigar (descubrir, reflexionar o tomar
conciencia crítica) este carácter dialógico del conocimiento. Dialogicidad no
solo es poder comunicarnos en los diversos momentos de un proyecto científico
sino poder descubrir que las teorías científicas en cuanto discursos
lingüísticos pueden y deben ser comunicadas en esos diversos momentos de su
constitución como tales: por eso es que en estos momentos en que solo
estaríamos comunicándonos en tanto científicos (o sujetos participantes) en
algunos de estos momentos de construcción de los saberes –por el solo hecho de
comunicarlos- podemos “retomar” una determinada hipótesis y enunciarla mejor o
hacerla más comprensible para que sea así entendida por sus respectivos pares
científicos o receptores de las mismas. O sea, es todo un trabajo lingüístico
en aras de lograr una mejor comunicación. Entonces hay que tomar conciencia
crítica de este orden de la lingüisticidad como sostén de la comunicabilidad.
Pero no se trata de decir que nos podemos comunicar en estos niveles de
cientificidad porque manejamos o
disponemos de un determinado lenguaje (español o inglés) y que por lo tanto
esto es evidente y como todos lo hacen, pues esto sería obvio, es algo que ya
se da y no habría que dedicar tiempo o energía a tematizar sobre estas
cuestiones lingüísticas. Pero es que
éste es el llamado “giro lingüístico” del pensamiento filosófico y
epistemológico postmoderno en el que se viene trabajando desde los Círculos de
Viena y Praga y que justamente la epistemología de la complejidad debe ir
haciendo consciente cada vez más en nuestro contexto científico y cultural.
Pensar la
lingüisticidad no solo es constatar y descubrir la importancia del lenguaje
como tal en estos diversos momentos de producción y difusión de los trabajos
científicos sino trabajar los conceptos articulados en cuanto elementos
lingüísticos de teorías científicas, esto es, que los elementos constitutivos
de las teorías se articulan, en primer lugar, como elementos de una teoría
científica lingüística, esto es,
producida y difundida como esencialmente lingüística. Pero no solo porque para
hablar y exponer por escrito dicha teoría haya que seguir parámetros
lingüísticos (que serían los mismos que cuando hablamos o escribimos en lo
cotidiano, es decir, en el discurso de
la cotidianidad, cuando no estaríamos haciendo ciencia) sino porque – y aquí
estaría lo esencial de este “giro lingüístico”, los enunciados, conceptos y
discursos teóricos en todos sus niveles están articulados en una complejidad
lingüística intrínseca que solo los “iniciados” en ella podrían dar cuenta de
la misma. Ahora bien, la formación científica no es solo la sana competencia
para navegar (entrar y manejar) al interior de una determinada teoría
científica como constructo lingüístico sino que el nivel lingüístico nos
permite iniciar y continuar dicho viaje al
interior de cada teoría científica. Lo complejo de este carácter de la
lingüisticidad como lo viene constatando una epistemología de la complejidad
abarca o implica dos aspectos igualmente esenciales entre sí: la lingüisticidad
de una teoría está constituida por la sucesividad
de sus elementos lingüísticos, cuando se presentan o se disponen uno
después de otro, siguiendo la sucesión temporal. (La imaginamos en forma
horizontal como es la sensación cotidiana de la sucesión temporal) Este es el
nivel sintagmático. Y por otra
dimensión o nivel no tan evidente pero es la que sostiene nuestro saber o
dominio o competencia de dicha teoría: el nivel paradigmático. Este es la memoria
que en su totalidad constituye la
teoría científica en cuestión. Una teoría científica es un constructo
paradigmático en el que todos sus elementos teóricos o conceptos están
articulados entre sí: cada concepto remite no solo a los que lo anteceden y
prosiguen en cada cadena lingüística sino que si –como decía F. de Saussure-
hacemos un corte transversal constatamos la relación y articulación que cada
concepto tiene no en el orden de sucesividad sino de interrelación con los que
lo definen y con los que a su vez permite definir pero en un orden que ya no es
temporal sino que se da en el momento
actual (como cuando en un organismo
cada célula forma parte de un conjunto determinado llámese órgano, tejido o
sistema: la disección de un órgano determinado se haría para constatar en un
análisis anatómico como funciona en sí mismo y sobre todo cómo funciona y se articula con la totalidad del
organismo).
A nivel del
lenguaje cotidiano cuando un sujeto habla, en el momento en que habla está
eligiendo, seleccionando del sistema paradigmático de su lengua, los elementos
que deben corresponder en su discurso sintagmático según lo que quiere decir o
comunicar (para no “irse a contradecir” o a repetir simplemente) en lo que va
hablando o escribiendo. Este saber lingüístico se ha denominado competencia pero creo que con este
nombre se minimiza esta complejidad lingüística que aquí estamos analizando, ya
que no sería una simple competencia (“speech act”) lo que se pretende
caracterizar con esta denominación. Es más bien un saber complejo del que no
somos conscientes en cuanto sujetos hablantes: el saber lingüístico (poder
hablar y escribir en una determinada lengua) no solo nos capacita o mejor nos
permite efectuar esos determinados actos lingüísticos en un discurso
determinado sino que nos faculta para
realizar todo este tipo de elecciones y selecciones paradigmáticas, que en unos
sujetos que ya hayan ejecutado más esta selectividad, los escritores y aún los
locutores de oficio, se hace más profesional.
La historia
se constituye y se comprende desde el presente. La totalidad de lo real que es
lo que constituye el presente es lo que le da sentido a todo lo que ha existido. Lo que somos actualmente permite
entender lo que hemos sido y desde aquí podemos entender a su vez lo que
seremos o podremos ser. Por eso, la historia de las ciencias, como se pretende
hacer y escribir desde el presente, desde el estado actual de cada ciencia
determinada es para comprender cómo se
han planteado los problemas en dicha tradición teórica. La epistemología
compleja trata de dar cuenta de dichos procesos complejos de planteamiento de
los problemas y construcción de las teorías científicas correspondientes. Es
desde el momento actual de la construcción de una teoría como proyectamos una
lente iluminada que nos permite entender con transparencia consciente y
racional lo que ha sido el pasado de cada saber. Este es el carácter paradigmático que tiene la epistemología
de la complejidad: hay que dar cuenta de este proceso de constitución de los
saberes pero no yendo simplemente al pasado para hacer desde el que se
considerase el hito primero u original, la reconstrucción lo más exacta posible
en la que todos los datos (fechas,
personajes y acontecimientos nimios y particulares) encontrarían su lugar
adecuado.
Gadamer toma
los casos del juego y el diálogo para entender este análisis
paradigmático: los que participan en un determinado juego pueden jugar porque
siguen, aunque no las tematicen o concienticen,
unas determinadas reglas establecidas para el juego en cuestión. Los que
dialogan a su vez como sujetos participantes en el diálogo lo hacen siguiendo
unas ciertas prescripciones de tal modo que es el sistema de la lengua que
conocen y dominan como sujetos de dicha lengua lo que les permite entrar en la
cadena estructurante del diálogo pero no solo para enunciar cada discurso
articulado a los que ya han pronunciado, como sujetos y a los que a su vez han
escuchado y comprendido del o de los sujetos con los que hablan, sino para
elegir del sistema teórico que tienen en cuanto sujetos, sean científicos o no,
dependiendo de su formación teórica o del conocimiento que tuviesen sobre el
tema en particular sobre el que se esté dialogando. Es la dialogicidad, entonces, lo que permite
estar efectuando en el momento presente el diálogo que se está realizando.
Otro ejemplo
que se podría dar y analizar de esta totalidad paradigmática sería el de una
obra musical (aunque ya un músico profesional podría explicarlo mejor a partir
de su práctica): cuando se la interpreta se sigue una determinada partitura en
la que están escritas las notas que debe interpretar al unísono cada voz o
instrumento para efectuar dicha obra en dos dimensiones que se deben realizar a
la vez: una melódica y otra armónica. (Aunque también se desarrollan otros
elementos que se pueden analizar –o percibir- incluidos en los dos anteriores o
separadamente, como son el timbre, el tempo,
la calidad o virtuosismo de la interpretación, etc.) La armonía es la
correlación que deben tener los sonidos a medida que se van produciendo con
todos los demás en un todo coherente y articulado de tal modo que produzcan
sonidos consonantes, “armónicos” y aquí estaría el sentido de la música:
producir un resultado total al ser escuchada. Aunque esta totalidad debe estar
regida por el orden temporal de la secuencialidad. Nivel paradigmático y
paradójico de la música: que el todo de una obra musical no pueda
independizarse del hilo longitudinal y sucesivo del orden temporal.
De la
paradigmaticidad de la realidad dan cuenta los diferentes discursos
sintagmáticos de cada ciencia según su objetividad. La realidad está
estructurada de tal forma que los diferentes fenómenos, físicos, biológicos,
ecológicos, etc., están regidos por determinadas leyes, en el caso de la
física, traducibles en un lenguaje matemático. O sea, la realidad existe
independientemente de que se hagan o pudieran constituirse teorías que den
cuenta o expliquen su funcionamiento. El
movimiento de los cuerpos celestes se da y se ha venido dando antes o
independientemente de que Einstein hubiera planteado la teoría de la
relatividad. O como decía Galileo, la realidad física opera según un lenguaje
matemático. Lo que permite explicar desde la caída de un cuerpo hasta el movimiento de un astro en el espacio es un
conjunto de leyes físicas expresables en lenguaje matemático.
En la
realidad física actual están operando un conjunto de leyes, principios o
reglas, sin los cuales dicha realidad no se daría. Es un articulado de leyes,
expresables unas en un lenguaje matemático y otras en enunciados
“paradigmáticos” o perentorios como tesis científicas que explicarían en su
conjunto el funcionamiento del todo real. Es un verdadero ecosistema en el que todo
elemento por simple que fuere cumple un papel y sentido determinado. Por eso es
muy interesante que hoy en día se tienda a hablar cuando se trata de cuidar el
medio ambiente o el entorno que nos rodea en términos de ecología o estudio de
todo lo que constituye esta totalidad en la que todos estamos de alguna forma
comprometidos.
Una
epistemología de la complejidad se ubicaría o mejor se entroncaría con este
enfoque de lo paradigmático: tendría que dar cuenta no solo cómo se han
constituido los saberes científicos, lo que hasta aquí había intentado hacer la
epistemología racional de un Bachelard o un Foucault, por ejemplo, y que fue
continuado por una epistemología de corte hermenéutico, sino cómo se articulan
o conforman la totalidad orgánica de las ciencias en el momento actual. Esta
complejidad de la que participan todos los saberes científicos es la tarea para
esclarecer por parte de este nuevo enfoque de la epistemología. Nos situamos en
un contexto cultural complejo en el que todos los saberes por particulares o
elementales que fueren cumplen un papel en la determinación de esta totalidad
compleja.
La memoria
es posibilitada por esta paradigmaticidad: lo que he sido configura y determina
lo que soy en el momento presente y constituye a su vez lo que seré o lo que,
mejor dicho, podré ser. En el estado actual, ahora, en el presente, han
confluido todos los procesos constituyentes que se iniciaron desde un pasado y
que deben seguir continuándose en un futuro, según una lógica sintagmática,
según la sintagmaticidad, que
definiría la sucesión de estadios en diferentes momentos a su vez presentes. Se
puede hablar de una presentificación de estructuras que estarían
constituyéndose desde un pasado. Esta
manera de entender lo que es la memoria insiste
en tomarla no como una “rememoración” o recuerdo subjetivo que haría un sujeto
racional cuando se detiene a pensar lo que ha sido su recorrido temporal como
sujeto con una serie de procesos mentales, cognoscitivos, familiares o sociales
que lo definirían en cuanto sujeto que es. La memoria constituye ya esta
estructura paradigmática que es en cuanto sujeto. O sea la memoria no es el
resultado de una operación mental llamada recordar o rememorar, sino que ya se
da en el solo hecho de ser tal o cual sujeto: yo soy lo que soy porque hasta
acá se ha realizado una serie compleja de procesos de los que no soy del todo
consciente, pero sí puedo, si quiero, y a través de la reflexión, “hacer
memoria” de algunos de ellos. No necesito para poder vivir en el presente tomar
conciencia de todos los momentos del pasado, pero ya están de alguna manera
presentes en el momento actual, por eso se puede decir que el “pasado ya pasó”
y el futuro no existe porque aún no se ha realizado. Conocer en este nuevo contexto complejo ya no es copiar un objeto o sea, obtener una
imagen verdadera del objeto que se presenta ante al sujeto. No es sacar,
extraer, un concepto a partir del mismo objeto que estaría oculto en lo más
íntimo de dicho objeto como su esencia. Conocer tampoco es extraer la ley que estaría detrás de muchos
fenómenos similares (muchos o varios objetos) explicando su funcionamiento como
hechos o eventos de la naturaleza o aún de la sociedad, como han planteado en
su momento tanto el empirismo como el positivismo: a partir de la experiencia,
o sea, de la relación que tendría un sujeto con un objeto en la que éste le
enviaría los datos o lo que hay que
conocer o captar. El sujeto solo tendría que tener sus capacidades de recepción
de dichos datos reales: sus sentidos bien afinados para lograr así la
percepción total de cada objeto.
Hay que
superar, entonces, la concepción del conocimiento como una relación entre un
sujeto y un objeto en que a través de diversos momentos se llegaría al conocimiento
más completo de todos: la teoría científica como reproducción del fenómeno dado
o hecho que se pretendiera conocer. Así una teoría sería verdadera si coincidiese
totalmente con la realidad que pretende explicar: es la verdad como adecuación
con lo real (“adaequatio res et intellectus”). El método científico estaría
conformado por el conjunto de procedimientos mediante los cuales se habría
comprobado la verdad de dicha teoría científica a partir de los hechos de donde
se habría extraído.
También hay
que superar (cuestionar y abandonar) la tesis idealista, desde Platón hasta
Descartes, Kant o Hegel, según la cual la teoría científica se habría
constituido a partir de una intuición o evidencia que un Sujeto trascendental o
subjetividad racional habría logrado. Así, por ejemplo, según Platón un
conocimiento es verdadero si se ha logrado mediante la anamnesis en el proceso lógico de recordar mediante o a partir del
diálogo ascendiendo desde los objetos reales, que solo serían sombras de las
ideas, hasta las ideas verdaderas, que estarían ocultas en el sujeto, solo que
éste no sabía que ya las tenía porque estaba dominado por las opiniones, las doxai.
Entonces
superando las concepciones empiristas, realistas, positivistas y
neopositivistas, por un lado, y por el otro, las concepciones idealistas,
racionalistas o subjetivistas, se entiende el conocimiento como un proceso complejo en este contexto complejo
mediado por la Postmodernidad en el que hay integrar los aportes de la
hermenéutica, la epistemología crítica y la historia de las ciencias y en el
que se retoman además criterios dados por Heidegger, Gadamer, Vattimo, Derrida,
etc., por un lado, y por el otro, Bachelard, Koyré, Foucault, etc.
En el
proceso de conocer hay que integrar estos
diversos aportes para poder dar cuenta de su complejidad. Conocer es ante todo comprender, o mejor, entender comprendiendo e interpretando.
Esto implica que para poder explicar ya no un solo hecho o fenómeno sino un problema, hay que, en primer lugar,
saberlo plantear a partir de todo lo que se pueda percibir o confrontar de lo
real. Comprender es interpretar: hay que
relacionar los datos, teóricos y reales, de los que se parte, para poder ir
integrando en contextos teóricos cada vez más complejos a medida que se vayan
confrontando con más elementos. O sea, conocer es un proceso dialéctico,
dinámico, inconcluso y sintagmático que va transcurriendo por esta complejidad
que está dada por el conjunto de procesos realizados no por un solo sujeto sino
por los que participan en estos diversos momentos de las investigaciones,
mediante a su vez, diversos momentos de diálogo, comunicación y confrontación
con los sujetos y las teorías en que se han formado y en las que participan en
forma inter y transdisciplinar.
Conocer es
comprender, es ir integrando interpretaciones de una forma dialógica,
sintagmática, sucesiva e inconclusa, porque a partir de una teoría hay que ir
construyendo otras que puedan dar mejor cuenta o explicar más coherente e
integralmente el problema o los problemas de los que se ha partido.
Es en este
contexto cultural hermenéutico como se va comprendiendo lo que es y como
procede el conocimiento que puedo decir: “yo soy el que soy” pero con las
siguientes aclaraciones: yo soy lo que podido constituir hasta este momento
presente. Yo soy lo que he sido, lo que he sido constituido desde el pasado con
la posibilidad de ser o seguir siendo en el futuro.
Lo anterior
se entiende mejor si se integra con lo expuesto antes acerca de la memoria y su
relación con la presencia: la memoria
se entiende como la paradigmaticidad que ya fue y que está realizada o
constituida por todos los elementos que participan o integran esta totalidad y
que posibilitan la presencia como los diversos momentos actualizados de la
sintagmaticidad de lo real. La presencia es la actualización de articulaciones
sucesivas que ya estaban en el paradigma desde el pasado y que se van
desarrollando en el suceder temporal o
sencillamente en el tiempo: este es
el horizonte de las posibilidades de dichas estructuraciones. El tiempo existe previamente a dichas
actualizaciones. Estas serían actuaciones ónticas del ser según la ontología
aristotélica. Según Heidegger los entes serían intentos de presentificación del
Ser, el Dasein sería el más completo, porque como Ser-ahí, sería la
actualización contingente y ser dado para la muerte como aclara y completa
Vattimo.
Memoria se
ha entendido solo como la operación racional efectuada por un sujeto cuando
está recordando o lo que le permite recordar o evocar los diversos momentos de
su historia personal o social. Aquí estamos entendiendo la memoria como
constituida ya en el sujeto, en forma similar como cuando se habla de la
memoria RAM de un computador: los procesos informáticos se realizan a partir de
los datos, archivos o programas que ya tiene guardados y operando el computador
y que se actualizan cuando se inicia su funcionamiento. Operar con el
computador es abrir dicha memoria y proceder a relacionar los diversos datos o
elementos que tiene guardados según la tarea concreta que estemos ejecutando.
En forma similar como sujeto tengo guardado (memoria) todo lo que soy, lo que me permite vivir y en
el caso específico que venimos analizando, pensar, reflexionar o investigar:
voy reflexionando a partir de lo que ya sé o aún de lo que no sé, pero ya he
tomado conciencia de su certeza o nivel de conocimiento o desconocimiento. Esta es la intuición detrás del aforismo conocéte a ti mismo que se mencionaba al
principio de esta reflexión. Yo me conozco a mí mismo o debo partir de tomar
conciencia de lo que ya sé o no sé todavía, o sea, de mi memoria: de lo que ya
entiendo y comprendo y no simplemente he guardado en forma acumulativa como
quien guarda chécheres en un garaje. Memoria no es entonces acumulación de todo
lo que he pensado o he leído o razonado desde un pasado. Memoria es todo (o
solo) lo que sé y que he ido elaborando desde ese pasado. Lo que he ido
comprendiendo porque lo he ido entendiendo a partir de la presencia. Lo que soy
como sujeto y lo que ya entiendo o sé como sujeto en cuanto estoy orientado o
interesado en un proceso de conocimiento.
Solo puedo
conocer o efectuar un nuevo conocimiento a partir de lo que ya sé, o aún no sé,
pero ya lo he reconocido así, ya he hecho la catarsis intelectual y con esta
relativa certeza puedo integrar más acertadamente nuevos conocimientos. Siempre
estoy conociendo desde un punto de vista dado, desde una perspectiva abierta,
desde el horizonte de mis nuevas posibilidades de conocer. Me sorprende cómo Gadamer insiste tanto en
este aspecto en su análisis del conocimiento hermenéutico ya que hay que
interpretar para comprender siempre desde un contexto cultural determinado, o
sea, desde un horizonte conceptual. (Habría que agregar si este carácter de “horizonte” implica el
concepto de la sucesividad temporal…)
En este
contexto cultural hermenéutico se puede analizar lo que es el proceso de leer
un texto. Leer es actualizar un texto desde
el contexto del lector. Leer es ir interpretando un texto entendiéndolo desde
el presente, o sea, desde lo que yo como sujeto lector entiendo ya desde o en
el presente. Hay que ir integrando lo que voy leyendo con lo que ya he leído en
el mismo texto que estoy abordando y con lo que ya constituye mi saber
integrado con otros elementos previos…
Voy reconstruyendo el texto conformado por todos sus elementos sintagmáticos: los diversos elementos
que lo conforman (sintáctico, gramatical, léxico…) para reconstruir o integrar
su estructura paradigmática que está
dada por el texto en su totalidad compleja.
Es pues en
el proceso de lectura como el texto se revela como tal, se reconstituye en
texto como un todo articulado cuando lo voy leyendo, cuando como sujeto voy reestructurando
su ser de texto, su textualidad. O sea que esta textualidad es su
paradigmaticidad. Antes de iniciar su proceso de lectura solo existe como
objeto al lado de otros libros o ejemplares en una biblioteca. Como lector
entonces, voy produciendo el texto en cuanto texto.
Vivir, como
el proceso de leer antes analizado, implica también un actualizar un conjunto
de funciones corporales. Como organismo un ser vivo integra todos los órganos
funcionando a la vez en un equilibrio biológico y fisiológico en el que cada
órgano cumple una determinada función para el logro de lo que constituye su vida. Este funcionamiento holístico de
un todo órganico como totalidad de funciones armónicamente articuladas es lo
que constituye la vida como tal.
Es a partir
de estas perspectivas como horizontes en que me sitúo, puedo comprender cada
texto en particular en su proceso de lectura, o cada ser vivo cuando se lo está
investigando. La comprensión es holística en este sentido: tiene que ir
integrando en su ejecución cada elemento con los otros elementos para llegar a entender el
funcionamiento de un todo conformado con sus elementos que le dan este carácter
de totalidad. No estamos analizando cada elemento por separado sino que si se
efectua un análisis es para llegar a la síntesis que es aquí la comprensión
inteligible de todos sus elementos conformando un todo.
Otro
aforismo del pensamiento griego que tiene aplicación en la reflexión sobre la
epistemología de la complejidad es “solo sé que nada sé”. Pensando en las implicaciones
conceptuales del mismo tenemos que no podemos acumular, agregar o sumar unos
conocimientos a los que ya tenemos guardados o memorizados como si se tratase
de ir aumentando algún depósito de saberes o conceptos. No conocemos como se ha
pretendido entender hasta ahora para acrecentar un bagaje de conocimientos como
se ha denominado el objetivo de un proceso de aprender: se aprende para ir
aumentando un saber con un carácter enciclopédico: formar sabios que sean
hábiles en guardar contenidos epistémicos (fechas, teorías, autores, argumentos
o contenidos de libros, fórmulas de álgebra o de física, datos históricos o
geográficos, etc.) Claro que se dirá que
sin estar buscando en primer lugar memorizar, toda esta información va quedando
grabada en nuestra mente y así es como se graban todos estos datos, por
ejemplo, el nombre de los huesos o músculos que conforman la anatomía humana,
etc. Pero aunque no se esté buscando esta memorización como el principal o
único objetivo de una enseñanza tradicional, esto va quedando grabado y así
podríamos recordar toda esta información.
Ahora bien, no es que se esté rechazando esta memorización como tal: los
sicólogos ya estarán analizando en qué parte concretamente del cerebro se
estará localizando o guardando o tal vez hasta puedan indagar acerca de los
“posibles mecanismos” de esta memorización.
Cómo se graban los conocimientos y hasta cómo proceder para memorizar
cada vez más o mejor.
Lo que hay
que cuestionar es que una forma de educación solo procuraba esta acumulación de
conocimientos como resultado de todo el proceso educativo: el maestro se
limitaba a enseñar obligando al estudiante a memorizar cada vez más los
contenidos que le transmitía y éste a guardar como fuera estos contenidos o
teorías, ya que tendría que “rendir” acerca de los mismos en un examen o
evaluación a continuación, para ver qué tanto había sido capaz de saber o
guardar de lo que previamente se le había enseñado o transmitido.
Entonces,
una epistemología de la complejidad que estaría orientando una pedagogía
hermenéutica actual tendría que empezar a cuestionar esta forma de entender o
de reducir el pensar. Nadie puede obligar a otro a pensar o a que desarrolle un
proceso del que no entiende cómo se da, cómo empieza o se va desarrollando, sólo
con las “correctas indicaciones” que recibiera de un sujeto llamado “maestro” o
asesor. Como se ha tratado hasta ahora,
el pensar es un proceso tan complejo que no se puede pretender que lo logren
todos los estudiantes a la vez en un grupo. Esto se ha pretendido obviar con la
llamada enseñanza “individualizada o personalizada”, pero no se ha cambiado el
esquema o paradigma pedagógico: se sigue obligando al estudiante (ya a uno solo
o a un grupo pequeño) a pensar en la misma forma y al mismo ritmo como lo exige
el maestro en cuestión. Entonces de lo que se trata en definitiva es proceder
de otra forma: de la forma como hay que hacerlo: no partir de la “mente en
blanco”, no pretender partir de cero para ir llenando el pensamiento de nuevos
datos o conceptos cada vez. Como se dice habitualmente: “aquí estamos en clase
de física, necesito que dejen atrás, -así sin más ni más- todos los
conocimientos previos que tengan hasta ahora” –como si el asunto fuera decirlo así
no más. No, hay que trabajar esto en diálogo con los estudiantes. La pedagogía
hermenéutica nos orienta de esta forma en este proceder pedagógico: hasta ahora
yo creía saber, pero estas creencias son solo percepciones sensibles o del
sentido común: es lo que todo el mundo opina o repite (y ahora alimentan las
redes sociales). No las había intentado cuestionar porque las tomaba como las
únicas verdaderas o solo verdaderas para
mí mismo. Cuando empiezo a confrontarlas con otros conceptos que ya tenía y, lo
más importante para una propuesta hermenéutica, con los que otros sujetos, con
los que yo pueda dialogar, tengan y a la vez hayan expresado y las haya yo
podido entender en un diálogo constante y secuencial, entonces puedo empezar a
comprender, lo que incluye a su vez el argumentar y el entender como procesos
que se van logrando en el proceso de conocimiento hermenéutico.